El crimen de Albuñuelas de 1894
La historia contemporánea registra la perpetración de varios crímenes memorables en la bella comarca del Valle de Lecrín. Tiempo habrá para recordarlos si quiera brevemente, pero entre ellos entresaco el sucedido en las Albuñuelas hace ahora 125 años y que fuera conocido también en el momento como el “Asesinato del Alcalde”.
Cuando fue asesinado, Nicolás García López no era titular del Ayuntamiento. Lo había sido durante varios años, a lo largo de los cuales se ganó el respeto y el afecto de todos los vecinos. Su muerte fue muy sentida en toda la comarca no solo por ser la víctima una personalidad notoria y de gran popularidad, sino también por la vil manera en que se produjo su muerte.
El 26 de marzo de 1894 era Domingo de Pascua y por tanto un día de júbilo por ser la festividad muy celebrada en todo el país, también en las Albuñuelas. Todas las gentes del lugar, desde primeras horas de la mañana, vestidos con sus mejores atuendos y tras asistir las misas que se celebraban en la ermita del santo patrón San Sebastián, en el barrio Bajo, y principalmente en la Iglesia del Salvador, en el Alto, conmemoraba con amables paseos de saludo, cánticos y alegres reuniones, la Resurrección del Señor; Pero aquél año no iba a ser igual.
A primeras horas de la tarde el bullicio en el barrio Alto había ganado en intensidad, muy especialmente en el interior del establecimiento de bebidas y despacho de alcohol del que era propietario el hijo de Nicolás García. El interior estaba abarrotado hasta no caber ni un alma, pero el aforo vino a engrosarse con un nutrido grupo de jóvenes llegados desde el barrio Bajo: “gente guapa y muy dispuesta siempre a armar camorra con los gallos del barrio Alto”, contaron las crónicas del suceso. Las rivalidades entre los jóvenes de una y otra albuñuela, había generado frecuentes reyertas entre ellos, si bien, esta vez el conflicto no iba a quedar en una simple bronca en la que alguno saldría molido a palos, sino que iba a provocar el acontecimiento más dramático hasta aquella fecha.
Los recién llegados al establecimiento que llegaron de parranda tocando la guitarra, pronto manifestaron sus deseos de jarana, porque nada más entrar en la taberna, no se supo nunca porqué razón, se desencadenó una riña tumultuaria a la más genuino estilo del Oeste americano, como se diría hoy día. Fue tal el revuelo que sillas, mesas, bidones y todo tipo de enseres volaban de un lado a otro como meteoros, contabilizándose varios contusionados y heridos, hasta el momento en que con no poco esfuerzo el “señor Nicolás”, el “alcalde”, logró poner paz con su autoridad moral y buen hacer, logrando apartar a los contendientes de ambos barrios, encerrando a los del Alto en el corral y a los del bajo en la calle, invitándoles a marcharse y continuar la celebración en otro lugar, pacíficamente. Impuesta la calma por su hacer y cuando ya parecía que todo había concluido, al darse la vuelta y al tiempo que se disponía a entrar de nuevo en el establecimiento de su hijo, recibió por la espalda y en la zona occipital del cráneo, un disparo que le voló parte de la cabeza, yendo el proyectil a alojársele en la masa encefálica. Pesadamente cayó de bruces al suelo herido gravísimamente, comenzando una larga agonía de cuatro días.
Aunque se produjeron algunas detenciones tras ocurrir el crimen, las detenciones de los últimos responsables no produjeron hasta el día 6 de abril, cuando en fueran apresados en Restábal y Béznar por la Guardia Civil del puesto de esta última localidad, los vecinos José Jiménez Linares y Juan Titos García, que quedaron a disposición del Juzgado de Instrucción de Órgiva. El autor material del disparo de este asesinato tumultuario, fue un joven de 19 años. Nicolás García López fue enterrado el domingo siguiente a su muerte, el 1 de abril de 1894, en medio de una gran manifestación de duelo a la que concurrieron la casi totalidad de los vecinos de la localidad y numerosas autoridades.