El crimen del Cortijo del Rípio (2005)
Poco antes del lugar donde se sitúa la cola mayor del pantano de Quéntar se localiza una construcción en estado de semi abandono conocida como el cortijo del Ripio. Se levanta junto al margen de la carretera que conduce a La Peza y la comarca de Guadix por el puerto de los Blancares. El paraje tiene tanto de calmo y de silencioso como de inquietante al hallarse en la escarpada declinación del barranco de la Umbría de Matalluecas hacia el pantano que se nutre de los caudales de los ríos Aguas Blancas y Padules.
La tranquilidad del lugar no hace pensar a quién transita y es ajeno al conocimiento de los sucesos más oscuros de nuestra sociedad, que en su interior se produjera a primeras horas de la madrugada del día 10 de septiembre de 2005, uno de los crímenes más siniestros que se recuerdan. El asesinato de A.S.G., de 67 años de edad, vecino de Quéntar, fue un hecho criminal de tal crueldad que generó un pronunciamiento específico del Tribunal Supremo sentando doctrina sobre los elementos que configuran la agravante de ensañamiento.
Un suceso misterioso
La intensa soledad del lugar alentó sin duda a los asesinos a perpetrar su fechoría movidos por la creencia de que se apoderarían sin dificultad del dinero que el propietario debía acumular en su vivienda. Lo apartado de la propiedad bien pudo hacer que el suceso pasara a la historia como un crimen sin resolver de no ser por la confesión de uno de los autores que movido por el remordimiento se presentó ante la policía en Málaga dando razón del suceso. Hasta ese momento todo cuanto rodeaba la aparición del cadáver en el interior del interior del cortijo del Ripio con contundentes signos de violencia era para la Policía Judicial, un misterio.
La preparación y el móvil
El móvil del crimen fue exclusivamente el robo. Con esa intención la tarde del día 9 de septiembre de 2005 los hermanos A.S.C., de 29 años de edad y con antecedentes penales por delitos contra la salud pública, y J.S.C. de 31 años de edad, también con antecedentes, ambos naturales de Cenes de la Vega (Granada), coincidieron en la ciudad de Marbella (Málaga), a donde se habían trasladado desde su localidad de residencia en Cenes de la Vega (Granada) ese mismo día, con un amigo, E.G.A., de 21 años de edad, natural de Pechina (Almería), y sin antecedentes penales, y la pareja sentimental de éste, M.R.M.C., de 28 años de edad, natural de San Fernando (Cádiz), y sin antecedentes penales. Tras permanecer varias horas juntos mientras consumían todos distintas bebidas alcohólicas y algunos de ellos cocaína en cantidad que se ignora, A.S.C. propuso a la pareja amiga a trasladarse con él y su hermano hasta la provincia de Granada para entre todos dar un golpe. Entrar en la vivienda de un cortijo junto al pantano de Quéntar y sustraer de su interior el dinero que allí pudiera guardar el propietario en cierta cantidad, por dedicarse a vender fruta por la zona próxima a su localidad de residencia como vendedor ambulante.
A.S.C. expuso a los otros todos los detalles. Que conocía que el dueño del cortijo “el Ripio”, A.S.G., un hombre mayor, de 67 años de edad, vivía solo en la finca, y que esta estaba ubicada en un paraje rural, aislado y poco frecuentado, alejado en varios kilómetros de la localidad de Quéntar junto a la carretera que comunica con La Peza. Valoradas todas las circunstancias y pensando cómo ejecutarían la acción, emprendieron el viaje en la furgoneta en la que los dos hermanos de Cenes habían llegado hasta Marbella, haciendo alguna parada durante el camino de vuelta por la ruta de la costa para hacer alguna consumición más. Llegaron a Cenes de la Vega pasadas las 0 horas de la madrugada del día 10. Allí, A.S.C. decidió cambiar de vehículo y coger para trasladarse al cortijo el turismo propiedad de su compañera sentimental, una Renault Scenic, en la que él, su hermano, J.S.C. y la pareja formada por E.G.A. y M.R.M.C., irían más cómodos que en el otro vehículo al contar con cuatro plazas.
La perpetración
Sin demora se trasladaron en el automóvil que conducía A.S.C. hasta el paraje donde se ubica el cortijo del Ripio. Llegaron pasadas las 1 horas y para no alertar al anciano de su llegada, aparcaron el coche en un lugar que no podía ser visto desde la vivienda, al otro lado de la carretera. Antes de apearse, E.G.A. cogió un bate de béisbol que se encontraba bajo el asiento del conductor; bate de dimensiones regulares, de madera y dura consistencia, y de esta forma los cuatro se dirigieron sigilosamente hacia la puerta principal de la vivienda. Una vez allí, tras deliberar brevemente y ofrecerse la mujer, M.R.M.C. a iniciar ella la acción, llamó a la puerta de la vivienda mientras los demás se agazapaban al acecho por los alrededores, consiguiendo que A.S.G., quien ya se había acostado, se levantase y saliera a preguntar quién era.
Tras decirle M.R.M.C. que necesitaba ayuda porque se le había averiado el coche y llevaba consigo a una niña pequeña, A.S.G. confiado y sin sospechar nada, decidió socorrerla tardando aún unos pocos minutos en abrir, porque había ido a vestirse. Después abrió la puerta. Portaba una linterna a pilas por carecer el cortijo de luz eléctrica y tras escuchar las explicaciones de la mujer se decidió a acompañarla. A los pocos metros de avanzar en dirección a la carretera fue asaltado por los emboscados que se hallaban escondidos. A.S.C. fue el primero en saltar sobre el anciano, inmovilizándolo cogiéndolo de los brazos por detrás mientras uno de los otros dos hombres le colocaba sobre la cara una sudadera que con no poca dificultad le anudaron en la cabeza para impedirle ver y que los identificara llegado el caso. Lo derribaron y lo tumbaron en el suelo boca arriba y mientras J.S.C. se quedó a cargo de él procurando tenerlo inmovilizado, los otros dos hombres, A.S.C. y E.G.A. entraron en el interior de la vivienda, registrándola un rato. Más tarde ambos salieron y mientras J.S.C. seguía sujetando al anciano en el suelo, los otros dos comenzaron a golpearle indistintamente por todo el cuerpo, E.G.A. con el bate de béisbol, y A.S.C. a patadas, al mismo tiempo que le exigían les dijese donde guardaba el dinero.
Lo torturaron para hablar
El ataque y la tortura a la que sometieron a la víctima fue constante y despiadado; de tal magnitud, que alguno de estos golpes recayó accidentalmente sobre J.S.C. que seguía sujetando al anciano con fuerza para evitar que este se zafara del ataque. Como quiera que la víctima suplicaba que no le agredieran más y les prometiera que les diría dónde estaba el dinero que guardaba en la casa, decidieron llevarlo al interior arrastrándolo entre los cuatro, dejándolo malherido sobre el suelo de la sala principal mientras J.S.C. permanecía inmovilizándolo y los demás procedían a registrar las distintas dependencias de la vivienda. Emplearon para alumbrarse un aparato de camping-gas y una linterna que encontraron. Efectuaron el registro concienzudamente provocando un total desorden en toda la casa.
Como quiera que el anciano seguía moviéndose tratando de desasirse de J. S.C. que lo sujetaba, éste gritó a los demás para que vinieran a ayudarle, por lo que E.G.A. buscó una cuerda con la que su otro compinche A.S.C. ató fuertemente las manos de la víctima cruzándoselas sobre el pecho, y entre los dos le colocaron sobre la cabeza un saco que le anudaron al cuello con otra cuerda, delgada, de rafia, mientras la mujer M.R.M.C. Seguía, ahora ayudada por J.S.C., registrando por todas partes. En ese momento, A.S.C. recomendó al anciano que confesara dónde tenía el dinero porque si no le iban a matar y ya ante esa advertencia, A.S.G., que a pesar de encontrarse ya malherido seguía resistiéndose a facilitar la información, accedió y les dijo que el dinero estaba dentro de una chaqueta de cuadros colgada en el dormitorio, por lo que lo que J.S.C y la mujer, M.R.M.C. se dirigieron inmediatamente al cuarto, donde continuaron la búsqueda sin encontrar tampoco el dinero.
Una escopeta y un disparo
Al sentirse burlados, A.S.C. y E.G.A. montaron en cólera y arrastraron al anciano hasta el dormitorio contiguo donde volvieron a golpearle de nuevo a pesar de sus lamentos y sus peticiones de clemencia, cada vez más débiles, propinándole entonces repetida e indiscriminadamente toda suerte de golpes con el bate y patadas sobre la cara, la espalda, las piernas y el pecho, todo ello mientras le exigían que les dijera dónde estaba el dinero con la advertencia de que le iban a matar. La nueva agresión fue de tal magnitud que E.G.A. llegó incluso a saltar repetidamente sobre el tórax del anciano y le pisoteó la cara sin piedad.
Como tampoco consiguieron nada, cada cual siguió con su tarea de registrar, llegando la mujer, M.R.M.C., a buscar entre las ropas de la víctima, bajándole incluso los pantalones y subiéndole el jersey que vestía, de nuevo, sin resultado. El registro de la casa se prolongó durante bastante rato aún y extendió por todas sus dependencias produciendo un gran desorden general con el vuelco de cajones y armarios, esparcimiento de enseres y descolocación del mobiliario.
En un momento A.S.C. subió las escaleras hasta la planta superior y en una de las dos habitaciones que allí había, encontró debajo del colchón de una cama una escopeta de caza marca Lanber Ibargun, modelo SP, calibre 12, que estaba cargada. Bajó con la escopeta hasta el dormitorio donde estaba el anciano para intimidarlo con el arma y persuadirle una vez más para que colaborara. Llegó a efectuar un disparo sobre una de las paredes de la habitación impactando los proyectiles sobre esa pared y la contigua con la que hacía rincón, pero la víctima ya no reaccionó, porque de hecho ya había fallecido.
Se deshicieron de la escopeta y el bate
Comprobaron que estaba muerto y para asegurarse de que lo estaba, uno de los asaltantes, J.S.C. con gran fuerza le apretó el cuello con sus manos para estrangularle, tratando de procurarle la muerte caso de no haber fallecido aún. En ese momento, ya inquietos por el ruido del disparo y comprendiendo que en esas condiciones no podrían encontrar el dinero que buscaban, decidieron abandonar el lugar, antes de lo cual A.S.C., decidió como cabecilla que era y para borrar las posibles huellas que pudieran conducir un rastro hasta ellos, decidió incendiar la casa. Entonces subió a la dependencia donde había encontrado la escopeta y prendió fuego en una esquina del colchón de la cama. Decidieron llevarse la escopeta para después venderla o cambiarla por droga, siendo A.S.C. quien la portaba.
Una vez en el vehículo y cuando ya circulaban por la carretera, frenaron violentamente y volvieron al lugar del crimen al advertir que habían olvidado dentro del cortijo el bate de béisbol, que fueron a buscar E.G.A. y J.S.C. y lo recuperaron, cuando la casa ardía vigorosamente. Montaron en el coche y emprendido a toda velocidad la fuga. Cuando bordeaban el pantano, A.S.C. y E.G.A. discutieron sobre la conveniencia de deshacerse de la escopeta o de quedársela, optando finalmente por lo primero, para lo cual detuvieron el vehículo y entre los dos arrojaron el arma al agua, que la policía posteriormente no pudo recuperar.
Al regresar a Cenes de la Vega sobre las 3’30 de la madrugada, E.G.C. y M.R.M.C. se hospedaron en el hotel Calderón de la localidad para pasar el resto de la noche a lo cual les invitó A.S.C., que, también, a la mañana siguiente, en compañía de su compañera sentimental, que según parece no sabía la dimensión de lo ocurrido, los llevó de vuelta a Marbella.
Un día después, y aprovechando una excursión familiar a la costa en compañía de otro hermano que había venido a visitarles, A.S.C. decidió deshacerse del bate de béisbol que dicho hermano, a su petición, arrojó por la ventanilla del vehículo sobre la maleza de la cuneta cuando circulaban a la altura del Km. 174’100 de la carretera N-323, de donde fue recuperado días después por la Guardia Civil gracias a las indicaciones de la pareja sentimental de A.S.C.
Remordimiento y confesión
Una vez en Marbella y para evitar ser descubiertos, M.R.M.C. y E.G.A. se trasladaron al cortijo familiar de éste en Campohermoso (Almería), durante cuya estancia surgieron graves desavenencias entre ellos al sopesar la mujer la posibilidad de entregarse, marchándose ella tres días después pese a la resistencia de E.G.A., quien llegó incluso a agredirla para impedírselo por temor a que pudiera delatarle. Fue auxiliada durante su huida por unos transeúntes y por la propia Policía Local de Níjar (Almería) cuando en dirección a esta localidad marchaba por la carretera. Al día siguiente de su marcha, 14 de septiembre, M.R.M.C. se presentó espontáneamente en Comisaría de Policía de Málaga y manifestó su deseo de declarar sobre los hechos sucedidos en el cortijo el Ripio y la muerte de su morador, lo cual motivó la inmediata intervención de los Agentes de la Guardia Civil en Granada que habían tomado la investigación, como ya he advertido más arriba, sin ninguna pista posible acerca del autor o autores del que sin duda era un crimen.
La mujer prestó declaración en el curso de la cual reveló la identidad de las cuatro personas que habían participado en los hechos, ella misma incluida, y las circunstancias en que tuvieron lugar, aunque trató de exonerarse con su versión de los hechos a medida que iba narrando la fechoría, tratando al final de exculparse y de exculpar también a su compañero sentimental, E.G.A. Seguidamente se inició la búsqueda de los compinches. Siendo detenidos los dos hermanos, A.S.C. y J.S.C. casi inmediatamente, no así E.G.A. que no fue capturado hasta dos años después, el 27 de marzo de 2007, cuando fue localizado por la Guardia Civil en Pechina (Almería), su localidad natal.
Daños y dinero
El fuego iniciado en la habitación del piso superior del cortijo se extendió hasta la habitación existente al otro lado de la escalera en la misma planta cuyo techo se derrumbó, y a través de las escaleras descendió hasta la dependencia donde se encontraba el cadáver de A.S.G., calcinando a su paso muebles y enseres, fracturando cristales y quemando paredes y puertas, destruyendo casi por completo la vivienda.
La víctima, A.S.G. guardaba en el armario de la habitación donde murió, dentro del bolsillo de un pantalón, 205 euros en efectivo y se cree que mayor cantidad en billetes en el interior de una pequeña caja de caudales portátil en la habitación contigua a aquélla donde se desató el incendio, dinero éste último que, según las pesquisas se quemó resultando inservible y no cuantificable.
Las lesiones de la víctima
A.S.G., la víctima, sufrió numerosos traumatismos en la cabeza y el tórax como consecuencia de los golpes recibidos; así, se le produjo luxación de ambas articulaciones mandibulares, fractura nasal abierta, herida contusa en zona frontoparietal derecha, heridas incisas de menor consideración en la mano derecha, múltiples focos contusivos en ambos pulmones, fisura del tercio medio del esternón, y múltiples fracturas dobles en las costillas, siendo ese traumatismo torácico severo el que le produjo un shock hipovolémico que le causó la muerte, según los forenses del caso. Como consecuencia del intento de estrangulamiento que se produjo brutalmente cuando ya estaba muerto, además, sufrió el cadáver la fractura del hueso hioides y del cartílago tiroides.
La celebración del juicio oral
Las sesiones del juicio oral dieron comienzo en medio de una gran expectación y un profundo estado de consternación en la localidad de la que era vecino la víctima, Quéntar, el día 14 de septiembre de 2007, exactamente dos años después de sucedido el brutal asesinato. El juicio se extendió durante tres sesiones y en su curso los acusados, 5 en total puesto que acusada de encubrimiento se sentó la pareja sentimental del principal cabecilla e implicado, A.S.C., trataron de exculparse culpándose los unos a los otros. Especial mención merece la declaración de M.R.M.C. que destapó el suceso ante la policía y que pretendió en todo momento exculparse ella y a su pareja E.G.A.
Primeras condenas
Al final la sentencia del asunto instruido por el titular del Juzgado de Instrucciónnúmero 5 de Granada, Josep Solá Fayet, en la que actuó como ponente el magistrado Aurora González Niño, en la Sala formada en la sección 2ª de la Audiencia Provincial, por Eduardo Rodríguez Cano que la presidió y por el magistrado José Juan Sáenz Soubrier, impuso duras condenas a cuatro de los procesados y determinó la libre absolución de la mujer de A.S.C., acusada como encubridora.
A.S.C., su hermano, J.S.C., ambos de Cenes de la Vega (Granada), E.G.A., de Pechina (Almería) y M.R.M.C., la mujer que remordida la conciencia compareció ante la Policía confesando el crimen, natural de San Fernando (Cádiz), fueron condenados a más de 110 años de privación de libertad y accesorias, a razón de veinticuatro años de prisión por el delito de asesinato, cuatro años y nueve meses de prisión, por el delito de robo con violencia, quince meses de multa a razón de una cuota diaria de 10 euros (4.500 euros en total), con una responsabilidad personal subsidiaria de un día de privación de libertad por cada dos cuotas impagadas, y por el delito de tenencia ilícita de armas, nueve meses más de prisión.
M.R.M.C., por la concurrencia de la atenuante de confesión, fue condenada a veinte años y seis meses de prisión por el delito de asesinato y tres años y siete meses de prisión por el de robo con violencia. A todos solidariamente se le impuso la condena del pago de la indemnización a los herederos de la víctima de 180.000, y pagar el importe de la escopeta sustraída y el daño de causado en la vivienda a la que prendieron fuego.
El Tribunal Supremo
Como ya he señalado, la sentencia fue recurrida en casación ante el Tribunal Supremo que casó la sentencia y emitió un pronunciamiento contundente sobre los elementos que configuran la agravante de ensañamiento, modificando su doctrina al respecto. La sentencia 690/2009, de 25 de junio, que se estudia hoy día en los manuales de procesalística y Derecho Penal, atenuó levemente las condenas.
El crimen del cortijo del Ripio había quedado definitivamente sentenciado.