El declive de la mentira del PP Andaluz
Ha declarado recientemente el suavón del presidente andaluz Moreno Bonilla que entró en política «porque no le gustaba la Andalucía socialista dominante de los años 90 del siglo pasado», así que se levantó del sillón y se afilio al PP. Han coincidido tan enjundiosas manifestaciones con las Sentencias del Tribunal Constitucional anulando las sentencias de previas instancias judiciales sobre el asunto de los EREs. Sentencias que, aparte de su profundo rigor técnico, en modo alguno no ya desacreditado, sino ni tan siquiera puesto en duda por ningún actor político, jurídico o mezcla de ambos, vienen a dejar en solfa el relato político que ha venido sustentando el PP sobre la gestión socialista en Andalucía. Relato político, al que aún se aferran con desesperación, que sin duda contribuyó a que, hoy, detenten el poder en la Junta de Andalucía.
Sinceramente, no creo que quede ningún andaluz o andaluza, que no vislumbre algo o mucho de certeza en lo que he manifestado. Se puede (y se debe, es lo democrático) tener motivos de crítica política a lo realizado por los gobiernos socialistas en nuestra Comunidad Autónoma a lo largo de los muchos años de ejercicio del poder. Pueden no compartirse determinados modos de gestionar los asuntos públicos, no en vano, los muchos años de gobierno seguramente dan para que no todo se hiciera correctamente, incluso algo se hiciera incorrectamente. Incluso, el mero hecho del largo tiempo en que democráticamente el PSOE gobernó en Andalucía, pudo determinar que el deseo o el anhelo de «cambio» se instalara legítimamente en sectores de la población. Lo que no es menos cierto es que el citado «relato» construido por el PP, pesó como una losa en las expectativas electorales socialistas y allanó, indudablemente, el camino para la llegada al gobierno de nuestro actual suavón y sonriente presidente menguante.
Basta con ver y oir el discurso de la dirigencia popular andaluza, incluso de la nacional. El «informe caritas» es infalible. Gestos, rictus y muecas no mienten. Silencios atronadores entremezclados de alguna frase incoherente y soez son la más auténtica muestra de lo que pasa por sus cabecitas. Lisa y llanamente, se les ha caído el entramado. Se ha terminado la función y lo saben. El agarradero o asidero al que unieron su discurso, su propuesta y su programa acabó. Sin más. Ni se han preocupado de disimularlo. Cuando se carece de proyecto, cuando no se tiene propuesta política que no sea el recurso al pasado y la sonrisa profiden cautivadora que envuelve el palabro «moderación» como único argumento político, pasa lo que pasa. Que no hay agarre posible a nada solvente. Que el declive ha comenzado, al acabarse el argumento mentiroso que, no lo negaremos, ha tenido su época de éxito. Pero nada es eterno, y menos en política.
El propio recordatorio que ha hecho Moreno Bonilla de las circunstancias en las que «vio la luz» viene a ratificar la sensación de que sin recurso al pasado no hay futuro para el PP andaluz. Se les parece olvidar a nuestra derecha que el pasado es ya y también cosa de ellos. Que son ya 6 años, 6, los que llevan ejerciendo el poder. Y que el pueblo andaluz tiene memoria. Que en aquella «Andalucía socialista dominante» de los años 90 del siglo pasado, si bien es cierto (y yo no voy a negarlo) que algunos chorizos y chorizas se pudieron colar en el entramado de la Administración, la atención sanitaria estaba garantizada a toda la población en todas las estaciones del año, y no como ahora, en la «Andalucía popular no sé como llamarla». Que igualmente pasaba con la educación pública, con todos sus problemas posibles.
Que levantarse del sillón está muy bien, pero para ello se precisa estar previamente sentado en él, y seguramente con escasos réditos académicos y profesionales, a la luz del exiguo currículo laboral de nuestro suavón presidente, que no sabemos a que se dedicaba en aquellos años 90 del siglo pasado que, al parecer, tan negativos le debieron parecer, para provocar en su ánimo tan radical reacción, que aún hoy le perdura. Que la Andalucía del futuro requiere preocupación por las líneas estratégicas que marcarán el mismo, y no por el eterno regreso a un pasado que se les desmorona, pedazo a pedazo, delante de sus atónitos ojos.
Esa es, en mi opinión, la verdadera realidad de la política andaluza hoy, 24 de julio de 2024. Ese es el verdadero panorama al que enfrentarse, y conviene que también la oposición política andaluza lo afronte de esa manera. Hay cosas que no tienen vuelta atrás, por más que se intenten retorcer. Lo que es, es, y lo que no es, no es, por más que se vocifere. Tomemos nota en esta semipausa agosteña que se aproxima.