El virus neoliberal mata
El colapso del comunismo, y el fin de la guerra fría serían el último obstáculo para la implantación en el mundo del paraíso neoliberal, con democracia política limitada y economías de libre mercado. Habríamos llegado al fin de la historia, tal y como señalara en su célebre ensayo el gurú del pensamiento neoliberal Francis Fukuyama.
En efecto, todas las clases dominantes de todos los países de la tierra nos prometieron que las políticas económicas desreguladas nos harían vivir en un crecimiento permanente de la economía y sus beneficios llegarían a todos los rincones de nuestras sociedades para felicidad y prosperidad de toda la población. Grave error de los clases populares al dejadnos subyugar por estas cantos de sirena. Olvidamos como Ulises atadnos al mástil de la izquierda.
En estos días de confinamiento obligado de toda la ciudadanía, los voceros oficiales de una derecha instalada todavía en el espíritu de la cruzada, acusan al gobierno de no haber sabido hacer frente a las consecuencias de una pandemia de connotaciones bíblicas.
No dejan de manifestar su sorpresa porque el Covid-19 haya llegado a la puerta blindada de sus hermosas casas y a la alfombra mullida de sus hermosos despachos. Las pandemias conocidas hasta ahora eran cosa de negros, amarillos e indios. Siempre los pobres de estas etnias claro , los iguales a sus clases no pertenecen a esta categoría .
Son ellos, los mismos que hasta ayer nos hablaban de la bondad del mercado, de la libre empresa, del obstáculo para el desarrollo que significa el estado y sus reglas, de lo oneroso y poco eficaz del gasto público y sus instituciones, de la necesidad de desprendernos de los límites que para el progreso suponía la servidumbre de la democracia .
Estos mismos sacan sus cuernas y tocan a arrebato, embistiendo contra un gobierno y sus políticas, que más allá de la presencia de comunistas en él, socavan los cimientos de su sociedad diseñando políticas sociales y de justicia redistributiva que contienen, según ellos, las bases de un cambio de sistema. (casado y Aznar dixit).
De nada les servía, ni siquiera por compasión, la denuncia y el lamento de tres cuartas partes de la población del planeta, acerca de la desigualdad en la distribución de la riqueza que generamos todos, en el hambre y desesperación de millones de seres humanos y en la destrucción de la vida en la tierra.
Pero hete aquí que un virus ha conseguido poner patas arriba un sistema global de especulación financiera y de generación de recursos que esquilmaba por igual a los trabajadores, a las clases populares y a los recursos naturales que son de todos.
Quien iba a decir a esta caterva de desalmados, que llorosos, acudirían a pedir ayuda a un estado que no han parado de socavar y boicotear. Quien iba a decirles que los aviones no volarían, que los barcos no surcarían los mares, que no podrían utilizar sus yates ni sus jets privados.
Que no íbamos a poder mostrar nuestro tronío y señorío en las manifestaciones ornamentales y de clase (no hablo de los creyentes de buena fe) de nuestra semana santa.
Quien iba a decir, que de una u otra forma iban a asistir al rescate de sus empresas, que la estatalización de la economía se convertiría en tabla de salvación de lo privado, que la globalización neoliberal se agotaría a la sombra de un virus.
No fue el comunismo, ni siquiera la socialdemocracia, y menos todavía un gobierno de izquierda radical quien ha puesto al descubierto las vergüenzas del dogma neoliberal: ha sido la Covid-19 quien ha podido con el paradigma extendido en el mundo por Reagan y Thatcher en forma de virus antidemocrático.
Conocemos que en aquellos países de capitalismo salvaje, donde hay mayor desigualdad de clase, hay menor protección social y mayor desigualdad de género, es donde ha habido mayor dimensión destructiva de la pandemia, en su aspecto sanitario y ya en sus costos socioeconómicos.
Venimos asistiendo a una ofensiva de ultraderecha y del fascismo en Europa y en España. En Europa negándose a compartir el costo de la crisis. Y en nuestro país, de una parte como estrategia defensiva por la conciencia que tienen de ser los responsables de las políticas de recortes sociales que dejaron desguarnecida al sistema nacional de salud y en general sin financiación la protección social. Son conscientes que deberán responder por ello.
Y de otra han diseñado toda una ofensiva ideológica y política para impedir una salida de esta crisis en clave de igualdad. Si lo consiguen viviremos un periodo de regresión en materia de bienestar y libertades solo comparable al periodo de entreguerras.
Nunca como ahora fue necesaria en nuestra vida la constitución de un bloque de progreso de fuerzas políticas, sociales y culturales que sean la base de una salida igualitaria y democrática a esta crisis. Bloque que deberá tener en la defensa de lo público, de lo común su eje central: Sanidad y educación pública y bien financiadas y blindadas jurídicamente. Regulación por el estado de la economía que nos libre del lado salvaje del mercado. Reforma tributaria auténticamente redistribuidora de la riqueza. Y un gran impulso a las políticas culturales, científicas y audiovisuales sostenidas `por estos valores.
El futuro será distinto, cambiará el mundo y deberemos conseguir que la tolerancia hacia las coordenadas de valores y poder existentes se debilite hasta desvanecer.
Cambiar el paradigma en el que se había asentado hasta ahora la sociedad neoliberal se constituye en el objetivo del bloque de progreso. Deberemos trabajar por construir una nueva hegemonía social, política, cultural y moral que sustituya el egoísmo insolidario de esta sociedad por una escala de valores que sitúen la igualdad, la solidaridad y la justicia social como piedra angular de este nuevo bloque social.
La pregunta pertinente sería ¿es posible hoy, en el contexto actual algún pacto global (ej. Moncloa) con esta derecha echada al monte? Estoy convencido de que no. De otra parte el PP y no digamos el independentismo catalán de derecha, huyen de esta posibilidad como de la `peste.
Acuerdos más o menos generales que tengan en la defensa de lo público su hilo argumental, sí. Acuerdo con los sindicatos, organizaciones sociales y empresariales para desarrollar la democracia en la empresa, sí. Acuerdo con las organizaciones empresariales para acabar con la desregulación laboral y los contratos precarios, sí. Acuerdos con las organizaciones políticas y sociales para el fortalecimiento de un modelo autónomo de desarrollo productivo que limite nuestra dependencia exterior y sea respetuoso con el modelo ambiente, sí. Acuerdos para evitar la fuga de capitales, lucha contra el fraude fiscal y acotar o eliminar los paraísos fiscales, sí. Esto estoy seguro entusiasmará a la derecha.
El Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha señalado: “El neoliberalismo ha estado socavando la democracia desde hace 40 años “. Se trata de esto, de defender la democracia y dar el protagonismo a la ciudadanía. Esta fue la filosofía de fondo de los pactos de la Moncloa (que por cierto no firmó el PP, como tampoco votaron la Constitución: ver el papel de Aznar ) superar el dilema fascismo o democracia y sentar las bases de una constitución que en el contexto actual es bandera de progreso.
Sabemos que no es problema de recursos. Hay dinero para hacer frente a la pandemia y resolver los problemas económicos derivados. No es problema económico, sino político. Los países del norte de Europa nos lo recuerdan continuamente con su actitud egoísta y cicatera.
En el modelo implantado en la UE los recursos fluyen del sur al norte mientras que la solidaridad del norte al sur, no. En actitud que de no reconducirse condenaría casi definitivamente a la Unión.
El bloque social progresista no puede olvidar que la pandemia y las consecuencias económicas que ha puesto en evidencia de forma dramática son un fenómeno global y la respuesta debe ser global o al menos regional. La colaboración solidaria, no egoísta requerirá la cooperación entre estados para enfrentar mancomunadamente los retos científicos y económicos que el éxito de esta empresa requerirá. Esta tarea no es una opción, es un imperativo moral, de vida y nos está convocando de forma imperativa.
Como señalamos más arriba el futuro será distinto, o no será. Cuando volvamos a la normalidad el mundo será otro. Estamos asistiendo al fin de una era. El fin del neoliberalismo y sus consecuencias económicas nos señalan la necesidad de levantar una nueva correlación de fuerzas en favor de un nuevo paradigma político, social, moral, cultural y científico para alumbrar en clave de igualdad y solidaridad la sociedad post-neoliberal.
Los enemigos son muchos y poderosos, disponen de grandes medios a su alcance. Las fuerzas del progreso disponen de la evidencia moral que señala que los mismos que generaron la crisis climática, la pandemia y sus secuelas económicas, no pueden liderar el momento político y social que solo superaremos si sabemos situar el interés general y el bien común como base de este programa.
Los recortes en el gasto social, las agresiones esquilmadoras del medio, la explotación del ser humano en pos del beneficio desmedido, la disminución interesada del estado, la anulación de las políticas públicas de salud , educación y asistencia social. Las relaciones laborales precarias y el socavamiento sistemático de la democracia, matan. Los trabajadores, la ciudadanía, los sectores populares no deberíamos olvidarlo.
El virus del neoliberalismo mata.