Frozen
Empezamos un nuevo trimestre. En realidad, eso no es noticia, ya que es algo natural en nuestro devenir educativo. Que seguimos en mitad de la pandemia, con una tercera ola de contagios acechándonos tampoco es noticia de actualidad, llevamos asomándonos al abismo desde inicios del mes de diciembre. Entonces, ¿qué hay de nuevo? El frío.
Pues menuda novedad, pensarán ustedes. Estamos en enero, corresponde a la estación de invierno, y obviamente, hace frío, por lo tanto, están en lo cierto. La única novedad es que, si unimos frío, COVID y aulas, nos hace una ecuación tan compleja que no es capaz de resolverla ni el mismísimo Gauss.
Cuando se diseñaron los protocolos COVID en los centros educativos, allá por los meses de verano, se sabía que el invierno, como el resto de las estaciones, llegaría. Todos los protocolos diseñados instan a tener bien ventiladas y de forma constante las aulas, para renovar el aire, evitar contagios… Sobre el papel, todo esto era llevadero. Una vez que lo hemos puesto en práctica, la realidad ha sido totalmente distinta.
En una ciudad como Granada, el invierno nos trae, como bien saben, temperaturas realmente bajas a primeras horas de la mañana. Si a eso le tenemos que sumar la ventilación contra el COVID, nuestras aulas se están convirtiendo en auténticas neveras en las que bien se podrían guardar las vacunas de Pfizer. La gran diferencia es que, en lugar de vacunas, tenemos que guardar nuestros tesoros más preciados, nuestros alumnos y alumnas. Supongo que cualquiera de ustedes ha comprobado lo incómodo que es hacer cualquier tarea habitual con un chaquetón puesto, pero a eso nos estamos viendo abocados cada día. Pero añadamos una variable: se pasan cinco horas sentados en sus pupitres, totalmente quietos. El frío empieza a colarse entre sus pantalones de forma constante. ¿Nos llevamos la manta de la abuela para mitigarlo? Y, por último, ¿han pensado en las manos? Una extremidad tan distal y con tan poca irrigación sanguínea hace que las puntas de los dedos se entumezcan y sea realmente complicado escribir. ¿Escribir con guantes? Recuerden el dicho popular: Gato con guantes, no caza ratones.
Les aseguro que no estoy exagerando, es una realidad, la realidad del alumnado y de los docentes. Ha habido tiempo más que suficiente para valorar la compra de máquinas HEPA-14 (purificadoras de aire), donde sería compatible tener las ventanas cerradas y ventilar en momentos puntuales, además de tener la calefacción de las aulas encendidas. Otra opción, por la que vengo apostando desde que empecé a escribir estas columnas, es la bajada de ratio en las aulas. El frío obviamente iba a ser el mismo, pero se reduce el tiempo de ventilación necesario al tener la mitad del alumnado exhalando. Pero claro, para eso hace falta inversión económica. Dirección prohibida. No queda otra que volver a vencer al adversario pasando frío, resfriados, mocarreras, estornudos y toses sospechosas, pero con nuestras maravillosas mascarillas y las pistolas de hidrogel. Quizás para compensarnos, nos envíen el DVD de Frozen y un karaoke para cantar a voz en grito, en los gélidos recreos, aquello de: “Hazme un muñeco de nieveeeee, o lo que sea me da iguaaaaal”. A estas alturas, cualquier cosa me espero.
Con Filomena sobre nuestros cielos y las temperaturas bajo cero, nuestras aulas se han convertido en habitáculos más hábiles para la criogenización que para llevar a cabo los procesos de enseñanza-aprendizaje en condiciones dignas. Mientras tanto, el Consejero de Educación y demás gerifaltes político-educativos (sindicatos incluidos), estarán en mangas de camisa en sus despachos, eso sí, bien calefactados.