Fútbol 0 – Corrupción 3

En 1906, escribía Unamuno: “Que inventen ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones”. Es, tal vez, el más fiel retrato de la burguesía y la aristocracia hispanas, afectadas por la indolencia y la abulia que ha gobernado España desde la expulsión de árabes y judíos. A partir de ese momento, la gran pasión de sus gentes y dirigentes ha sido descubrir la pólvora como seña de identidad de la Marca España. Se calcula que al menos un español o una española descubren la pólvora cada semana.

El pasado día 15 estalló un escándalo que ha eclipsado al de los beneficios de la banca, las energéticas y la alimentación, al del sueldo de Garamendi y los banqueros o al del empeño de la Iglesia Católica en ocultar su pederastia. Poco importa que Ayuso, Feijóo y Moreno Bonilla privaticen la Sanidad ante el último descubrimiento de la pólvora: un club de fútbol ha pagado millones a la empresa del vicepresidente de los árbitros. A partir de ahí, el país, experto en cualquier tema, se ha echado al monte con las escopetas cargadas.

Saltarse las reglas, hacer trampas y alterar la normalidad está en el ADN de la españolidad cuya mayor aportación a la sociedad fue la invención, esta vez sí, de la picaresca como estilo de vida. El fútbol patrio tiene genuinos cromosomas picarescos y corruptos que hacen del hecho de pagar a los árbitros, o a funcionarios, o a sicarios, algo más que una sospecha. Del siglo XIV viene “Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar, al torpe hace discreto y hombre de respetar, hace correr al cojo y al mudo le hace hablar…”.

En el fútbol, tapadera para turbios asuntos económicos y políticos, es evidente que los equipos más ricos parten con doble ventaja en cada liga, al poder fichar a los mejores jugadores y contar con diez o doce puntos más por “errores” arbitrales. Nada nuevo. Los palcos del Bernabéu, Camp Nou o Calderón son hervideros de negocios y conspiración política, además de apetecibles photocalls para quienes buscan proyección mediática. ¿Ahora, en el siglo XXI, se descubre que el fútbol es un deporte amañado?

A través de los medios deportivos se utiliza el fútbol como trebejo pedagógico para modelar a la audiencia. El formato tertulia menoscaba al fútbol y crea hábitos en la afición que, extrapolados a la vida cotidiana, generan conductas contrarias a la cordial convivencia, llegando a presentar el odio y el sectarismo como valores superiores al diálogo y la razón. Millones de personas, lejos de paladear este deporte, acaban consagrando sus vidas al odio, a ser antimadrid o antibarça, a negarse el disfrute de Pedri o de Modrić.

El fútbol es una mascota malcriada y plagada de garrapatas de la que más de medio país anda encaprichado. Garrapatas que chupan la sangre con las entradas al estadio, con los productos “oficiales” del club, con el coste de la plataforma para ver el partido en casa. Garrapatas que infectan a la hinchada con lujos, tatuajes o vicios patrocinados por los ídolos. El fútbol hace tiempo que es más negocio que deporte, pero es sobre todo escuela de vida, de actitudes, de maneras de pensar, y no todas son recomendables.

En la grada se mezclan amantes del deporte, gourmets de la táctica, sibaritas del regate, fans de la chilena, forofos del remate y otras especies. Junto a ellos y ellas, se sientan el odio, la violencia, el racismo, el machismo, la homofobia… hasta el fascismo. Es habitual que, en partidos de categorías benjamines o infantiles, los banquillos exhorten a los niños a partir piernas o que, desde la grada, un padre incite al hijo a hacer trampa a la vez que grita al árbitro “hijoputa”, jaleado por otros padres. Esto también es corrupción.

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