Gora Bildu

ETA no es más que un aciago recuerdo que las derechas se empeñan en mantener vivo 13 años después de que la banda terrorista que operaba bajo esas siglas anunciara el cese de su actividad. Cansa y asquea ver al Partido Popular y a Vox manosear a las víctimas y a sus familiares con el abyecto fin de rascar votos manipulando a la opinión pública. Regadas de dinero sus asociaciones, hay familiares, dotadas con una paguita política, que no dudan en prestarse a participar en los lamentables circos electoralistas montados por esas derechas.

Desde la radicalización del PP al exigir Aznar una derecha sin complejos, dando pie al engendro de Abascal y su banda, ETA se ha convertido en un comodín político junto al de Venezuela que se aplican sin pudor a cualquier persona, propuesta o evento de claro tinte progresista. Ambos partidos, su infantería mediática y su caballería judicial evitan así el debate de ideas, donde tienen claramente perdida la batalla, y optan por los bulos y las manipulaciones orquestadas, incluso para montar farsas judiciales sin ninguna base ética.

Las derechas no soportan lo vasco, como no soportan lo catalán. La Historia enseña que Euskadi y Catalunya ya eran ETA desde siglos antes de la aparición de la banda asesina. Cualquier cosa que no sea su España monolítica y autoritaria es ETA: sin ir más lejos, si usted valora en público positivamente este artículo puede ser acusado y encausado por etarra. Pero quienes más metralla reciben desde la trinchera españolista son los partidos políticos vascos y sus respaldos, incluida la derecha liberal y meapilas agrupada en el PNV.

Si hay algo que envidiar a estos territorios es la presencia residual de las sectarias derechas radicales carpetovetónicas en sus parlamentos autonómicos e instituciones como un signo de madurez histórica y cultural de los pueblos catalán y vasco que tienen claro cuál es su tradicional enemigo: el españolismo, no lo español. Bueno sería una Andalucía dentro de una concepción federal del estado español, al estilo de EE.UU., Francia, Alemania o Italia, aunque tachasen al todo el pueblo andaluz de terrorista etarra, amén de vago y analfabeto.

El fantasma terrorista ha tenido diversos nombres desde que, en 1975, hizo su aparición la Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS). Ahora es Bildu, un partido legal y demócrata con el grave problema de ser de izquierdas. Bildu es ETA, pida perdón por el daño infringido por la banda o no, acate la Constitución o no. Haga lo que haga, Bildu es ETA, un partido de izquierdas y, por tanto, terrorista, algo que no tiene cabida en la España rancia de Abascal, Aznar, Ayuso y Feijóo, la sempiterna España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía.

Si el voto a favor de Bildu sirve para suprimir el delito que castigaba a los piquetes en las huelgas, convalidar los decretos de medidas frente a la crisis de Ucrania, derogar el despido por baja médica o aprobar la Ley del Solo sí es sí, lo siento: gora Bildu. Si vota contra la reforma laboral por considerarla corta o se abstiene en la de las pensiones por considerar insuficientes las subidas, lo siento: gora Bildu. Si impulsa la Ley de Memoria Democrática y la de Vivienda o pacta la necesaria y tardía reforma de la Ley Mordaza, lo siento: gora Bildu.

Si Bildu practica la coherencia ideológica y deja de lado a la antípoda democrática que es la monarquía, lo siento: gora Bildu. Si defiende un estado laico y en consecuencia denuncia los privilegios predadores de la Iglesia Católica, lo siento: gora Bildu. Y si, por encima de todo, la alternativa son partidos que no condenan al régimen terrorista del general Franco, desprecian a sus víctimas y reivindican el mayor atentado sufrido por la Democracia en 1936, prolongado durante cuarenta años de miedo, silencio y terror, lo siento: gora Bildu.

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