Granada homenajea a Chucho Valdés y hoy recibe a la gran Cécile McLorin Salvant
Chucho Valdés abrió la segunda semana del Festival Internacional de Jazz de Granada. Que se presenta llena de estrellas como Cécile McLorin, que actúa esta noche, Andrea Motis y Myles Sanko.
El gigante cubano había sido el primero en llenar todo el aforo del teatro en la presente edición, y es que el pianista de Quivicán es garantía absoluta de una noche de virtuosismo y ‘sabor’.
Hombre de pocas palabras y mucho tocar, Valdés mostró una versatilidad asombrosa. Durante la actuación, tomó prestado generosamente del melodismo directo de Keith Jarrett, el palpitar de las polonesas de Chopin vía Lecuona, el alma de Monk y una miríada de otras fuentes de la cultura americana, yoruba y española. Y todas pueden habitar la misma canción. Estas influencias pixeladas no dominan su estilo, sin embargo, sí lo hace el sonido masivo que del piano contrastando su volcánica forma de tocar con la sensibilidad minimal más absoluta.
El impulso rítmico de Valdés es la base de sus actuaciones. En un momento toca una figura impresionista en su mano izquierda y luego toca simultáneamente un montuno en su mano derecha. Ese tipo de bipolarismo rítmico delata su exhaustiva experiencia, de sesenta años, tocando jazz latino.
El concierto lo abrió con un clásico como ‘Caravan’, en una noche que pudiera ser entendida como de homenajes, así recordaba al comenzar al dúo de Ellington y Tizol, a los que seguramente su padre escuchó en varias ocasiones, a él va dedicada ‘Son XXI’, una pieza inédita en el repertorio de Bebo y que él rescató para su centenario. A nadie sorprende que tocara un ‘Concierto de Aranjuez’ por aquí, pletórico de swing por cierto, que sin duda hubiera gustado al maestro Rodrigo más que la adaptación de Miles Davis, a la que se opuso. El dios negro de la trompeta le prestó su ‘Solar’ para ser deconstruido en directo anoche. Como hizo también con la melodiosa ‘Caridad Amaro’ que lleva el nombre de su abuela. Y qué decir de su ‘Manisero’, que nunca le falta, y que parece que Moisés Simón se la hizo a él. Más extraño es encajar una pieza francesa ‘Molinos de mi corazón, en este esquema, pero quizás fuera el momento más intenso de la noche a mayor gloria de Michel Legrand.
Tras dos bises la velada se cerró recordando a los clásicos del son, a don Miguel Matamoros y sus siempre emocionantísimas ‘Lágrimas negras’. Memorable.
Un concierto exquisito que puso al público de pie, aplaudiendo el esfuerzo de un hombre, que como su padre, al que pudimos escuchar también en este mismo Festival en su momento, se caracteriza por hacer una música para todos los públicos, se sea aficionado o no al jazz, por poca sensibilidad que se tenga.
Momentos antes de comenzar su actuación recibió de manos del Alcalde, Francisco Cuenca, la medalla oficial del Festival, con la que la ciudad homenajea su larga y fructífera carrera.
Esta noche Cecile McLorin Salvant
«Tiene una comprensión magistral de exhibir un amplio rango emocional en su música. Sus azules son azules. Sus oscilaciones oscilan, tiene una amplia gama, casi operística». Fred Kaplan, The New Yorker.
Desde que con solo 20 años, ganara el Concurso Internacional de Jazz Vocal Thelonious Monk, su carrera ha sido meteórica alimentándose de un talento como el jazz vocal no ha visto en décadas mostrando una gran curiosidad por las conexiones entre el jazz y el voudeville, el blues y el folk y casi de manera vertiginosa se ha ido ganando el reconocimiento y admiración con magníficos conciertos por Europa y Estados Unidos. Ninguna vocalista del panorama jazzístico internacional ha obtenido más premios y honores: “Mejor Cantante de Jazz” para la revista Down Beat, en 2014 su segundo álbum, Woman Child es nominado a un Grammy. En 2016 el disco For One To Love recibe un Grammy al Mejor Álbum de Jazz Vocal. Y solo un año más tarde, con Dreams and Daggers donde resalta su enfoque fresco e intrépido recibe otro Grammy al Mejor Álbum de Jazz Vocal. Nadie, en los 64 años de historia de los Premios Grammy, había logrado semejante hazaña.
El sonido de su voz cubre la gama de transpirable a audaz, profunda y ronca a aguda resonando a blues, con una claridad y riqueza casi inigualable. Cuando irrumpió por primera vez en la escena del jazz, muchos oyentes se sorprendieron por su capacidad para recordar el sonido de Bessie Smith, Sarah Vaughan o Betty Carter. Sin embargo, con cada nuevo álbum, la voz de McLorin Salvant se ha vuelto más suya, más singular
Su irónica, interpretación de canciones explora la compleja interrelación del sexo, el género y el poder. Sus números de blues son obscenos, vibrantes y emancipadores. «Quiero acercarme lo más posible al centro de la canción», explica McLorin Salvant. «Cuando encuentro algo, hermoso y conmovedor, trato de acercarme a él y compartirlo con la audiencia».
La vocalista es un huracán artístico que no deja un solo aspecto de su carrera sin cubrir de forma brillante, empezando por su exquisito repertorio, que no cae en obviedades y que denota la riqueza del sustrato sobre el que se asienta su formación, pasando de Bob Dorough a Kurt Weill, resucitando viejos blues de Ida Cox o Spencer Williams, y varias gemas, algunas muy inesperadas, de George Gershwin, Rodgers & Hart o Irving Berlin.
Cecile es una artista global que trasciende la figura del vocalista de jazz: no solo canta, sino que interpreta las canciones como quien cuenta una historia personal, con una sofisticación y una capacidad narrativa que evoca la de cumbres del género como Frank Sinatra o Billie Holiday. Jazz vocal puro, genuino, sin cortar.
Para entender el fenómeno Cécile McLorin Salvant hay que escucharla y si es en directo, mucho mejor. El público granadino tendrá la oportunidad de disfrutar del mejor jazz vocal, será la primera vez que Cecile McLorin venga al Festival Internacional de Jazz de Granada y el único concierto que ofrecerá en Andalucía.
Banda: Cécile McLorin Salvant, voz. Glenn Zaleski, piano. Keita Ogawa, percusión. Alexa Tarantino, saxo alto. Marvin Sewell, guitarra. Yasushi Nakamura, contrabajo.