Granada no funciona

Aunque alguna literatura clásica otorga a un selecto grupo de seres, casi siempre divinos, la posibilidad de crear cosas o la realidad al completo con el simple hecho de nombrarlas; la luz, el agua, los pajaritos del cielo o el mismo cielo, la verdad es que la literatura científica suele poner en entredicho esa versión nominativa de la cosmogonía y resulta que no, que parece que está demostrado que falla la metodología y que no suele ocurrir eso de decir -hágase un ático en la costa del sol- y que el ático aparezca con las llaves puestas y las escrituras a tu nombre y, si no ocurre con las groseras cosas tangibles y materiales, con las más etéreas que no lo son, tampoco es fácil. No se da el amor o la felicidad porque se requiera en voz alta con serena voz de barítono o atiplada voz de contralto. Por mucho que repitiera usted en su adolescencia, convencido y seguro, que Manoli le amaba, la verdad, la realidad pura y dura, es que Manoli no le amaba o, igual sí, pero no porque usted lo dijera sino porque a ella le parecía oportuno y, si no ocurren estas cosas es porque la realidad es muy suya y suele responder a sus propias leyes, caprichosas unas y bien determinadas otras, y no al deseo expresado en voz alta, por mucho que se desee y por muchas veces que se exprese.

Este principio básico de nuestra relación con la realidad asentado en la experiencia y convertido en norma de conocimiento, desde el más vulgar empirismo positivista hasta el más selecto materialismo histórico, es algo que sirve para todo el mundo, salvo, al parecer, para los políticos que han acabado por convertir la realidad en un juego de voluntades y de ficciones que se expresa de forma continuada y repetitiva en los infumables boletines de sus gabinetes de prensa , y será por eso que no me extraña lo más mínimo leer en los medios que Paco Cuenca, una y otra vez repite a quien quiere oírle y a quien no, que Granada funciona. Repetición que a mi me suena unas veces a hágase la luz y otras a Manoli me ama. Aunque de luz en Granada y, si es en referencia a la zona norte, mejor ni nombrarla.

Y es que no, que por mucho que el señor alcalde repita una y otra vez que Granada funciona, la terca realidad demuestra lo contrario y basta con hacer o intentar hacer esas cosas que parecen normales al común de los ciudadanos de otras ciudades para descubrir que lo que el señor alcalde afirma es un mantra reiterativo, la expresión de un deseo, la advocación divina a una ficción en la que lo divino inexistente se mezcla con lo humano existente, o sea, un mito como el de la creación de cielo y de la tierra o el de que Manoli me ama.

Intentar usar un transporte público ineficiente, caro, sin recursos y que contamina más que toda la industria minera de la cuenca del Nalón y el polo químico de Huelva juntos, alquilar un piso en el centro que no sea turístico, ir a un mercado que no sea una gigantesca taberna o a una tienda que no sea para turistas, pasear por una calle, una plaza, un jardín que no esté repleto de mesas de bares, andar por una acera sin que te atropelle un segway, dormir una noche en verano sin que te despierten las despedidas de solteros, respirar sin ahogarse en el Realejo o en cualquier parte de la ciudad, encontrar un trabajo que no dure una semana y que no sea de camarero o de dependiente en una tienda de recuerdos o de guía turístico a comisión debajo de un paraguas amarillo o azul, ver las calles limpias, evitar los atascos, … Esas cosas y muchas otras, sin importancia al parecer, funcionan mal o no funcionan y si eso no funciona, lo siento amigo, Granada no funciona.

CATEGORÍAS
ETIQUETAS

COMENTARIOS

Wordpress (0)
Disqus ( )