Granada-Tinduf
He de reconocer que he hecho trampa para el título de esta columna, pero cuando explique las razones creo que ustedes serán indulgentes conmigo.
En estos días de movilizaciones globales para introducir la emergencia climática en la agenda política, de concentraciones y manifestaciones juveniles y de actos de resistencia pacífica de Extintion Rebellion me han llamado la atención ciertas declaraciones de los líderes negacionistas del calentamiento global. Puedo entender que poner el foco en una amenaza difusa, invisible y transnacional sea para personas cerradas de mente crear alarmismo. Esas llamadas a cambiar las formas de relación de los seres humanos con el planeta son consecuentes con las investigaciones de diversos paneles de expertos climáticos y ambientalistas en su gran mayoría patrocinadas por instituciones públicas poco dudosas de connivencia con el radicalismo antisistema. Inmediatamente se me ha venido a la mente la «ley de hierro de la oligarquía» de Michels pues dada la predisposición de los poderes estatales más pendientes de su reelección periódica y pervivencia del régimen que del bienestar general de los súbditos-a ignorar los temas más conflictivos, a abstenerse ante situaciones real o potencialmente generadoras de confrontación social y económica, se interviene cuando suceden acontecimientos catastróficos. Es decir, tenemos autoridades reactivas ante lo concreto y lo inmediato, que responden a las tendencias mayoritarias del mercado electoral. Para colocar en el primerísimo primer plano de la actualidad social y política la crisis sistémica y multicausal en la que estamos inmersos han irrumpido con empuje diversos movimientos sociales que coinciden en señalar que es necesario actuar ya y de forma disruptiva para atisbar unas condiciones de vida futura, al menos, tolerables.
En este punto, si han llegado hasta aquí, se preguntarán a dónde quiero llegar. Permítanme otra breve digresión, en este caso cinematográfica que explica el origen del título de esta columna. París, Texas es una película de WimWendersrecordada por la envolvente música de Ry Cooder y París-Tombuctú es la última película dirigida por Luis García Berlanga en 1999. En cada caso, me seduce la chocante combinación de ambos nombres. Las previsiones es que para el año 2050 Madrid tendrá un clima similar al que actualmente tiene Marrakech así que me pregunté cuál sería la traslación de esa previsión para la ciudad de Granada. Trasladando la distancia a vuelo de pájaro entre Madrid y Granada al mapa de África surgían distintas alternativas y, pese a que se encuentra unos cuantos kilómetros más al sur, elegí Tinduf por evidentes razones; la primera, porque es una ciudad cuyo nombre es fácilmente reconocible y, sobre todo, por su carga simbólica: allí en el desierto sahariano viven muchas personas que hasta 1975 fueron nuestros compatriotas.
Puede argumentarse que comparar la Granada de 2050 con laTinduf de 2019 es tomar por acertados unos augurios muy negros que nos situarían en un escenario al límite de lo distópico. A favor de mi tesis, tengamos en cuenta que el papel atemperador que ejercen las nieves de la Sierra y las aguas del Mediterráneo sobre el clima general de nuestra provincia está desapareciendo. La nieve es un buen termómetro del proceso de calentamiento acelerado ya que al mirar la sierra a partir de finales del mes de mayo comprobamos que ya no quedan neveros además de que investigaciones de la Universidad de Granada han constatado el deshielo del permafrost, el suelo de las altas cumbres que llevaba congelado desde la última glaciación.Es más, el Mediterráneo se ha convertido, a su pesar, en objeto paciente y sujeto acelerador del cambio global. El Mare Nostrum, un mar con una única y estrecha conexión con las aguas oceánicas, se comporta como un gran barreño que se calienta al sol de un verano cada vez más largo y en el que acaban concentrados los residuos de muchos millones de ribereños, de Algeciras a Estambul. Aguas más calientes durante más días suponen elevar la temperatura media del ambiente. Aguas más calientes e insolación suponen más evaporación, lo que de por sí no implica lluvias más regulares. Como hemos empíricamente comprobado en nuestro propio tiempo biológico, el régimen de precipitaciones se ha transformado y los cambios irán a peor hasta el punto de no tener asegurado el equilibrio hídrico que permita continuar con el actual modelo de explotación agropecuaria y nivel de consumo. Al mismo tiempo, las gotas frías –prefiero esta denominación tradicional a la de DANA- y las tormentas de convección como las que hemos sufrido en los finales de verano y en otoño estos últimos años tendrán carácter torrencial y recurrente.
Son peligros intangibles, difícilmente identificables por su naturaleza imprecisa y difusa, aunque acumulativa, en el tiempo. No son tanques de un ejército hostil las que están en las puertas de nuestras ciudades. Por eso son más peligrosas, pues son una amenaza mundial, no hay un enemigo identificable y no son percibidas como urgencias ante las que es obligado reaccionar con una movilización general como durante tiempos de guerra. En lo que coinciden todos los científicos es que la vida continuará con o sin presencia humana. Si se afirma que asistimos a la sexta extinción de especies global, es que la vida ha superado cinco grandes cataclismos con anterioridad. Y la especie humana y su auto justificación en forma de antropocentrismo, causa última del más reciente ciclo de pérdida de biodiversidad, a diferencia de otros animales tachados de inferiores, no tiene ninguna garantía de conservar su modo actual de vida y socialización.
Una parte de la población del planeta, con la juventud al frente, desde África a América pasando por Europa, ha decidido pasar a la acción y estar presentes en las calles porque, frente al inmovilismo de las instituciones, es consciente de que la emergencia climática no va a desaparecer por mucho que la neguemos y cuanto más tarde despleguemos actuaciones valientes, innovadoras, rápidas, flexibles, incluyentes y contundentes peores serán los efectos.
Granada no es ajena a este proactivo despertar de la energía de supervivencia innata a toda forma de vida. Pero si nuestro conformismo nos lleva a delegar en otros, sean los poderes públicos, sean los avances tecnológicos, sean los activistas por el clima, nuestras propias responsabilidades, Tinduf está cada vez más próximo en el tiempo y en el espacio.