¿Habrá algo más bonito que quererse?

Me niego a hablar en este artículo sobre aquello que estamos escuchando en la radio, viendo en la televisión y leyendo en los periódicos y móviles durante las 24 horas. Y sí, confieso que hay muchos momentos en los que me encuentro agotado. Agotado de ver crispación en las redes sociales, debates innecesarios entre amig@s e, incluso, entre componentes de la misma familia; transmisión de bulos sin contrastar que constituyen un conglomerado que absorbe toda nuestra energía.

Con estas humildes palabras quiero dirigir vuestro pensamiento y vuestra atención hacia un oasis donde, durante 5 minutos, os ayude a evadiros de la realidad en la que vivimos desde hace un mes. Y para ello, lo haré de la mano del recuerdo de un gran compañero y amigo de IU y del PCE, Ernesto Noguerol, el cual nos dejó hace ya casi 3 años.

Ernesto siempre decía esta frase: “¿Habrá algo más bonito que quererse?” Y razón no le faltaba, porque, ante cualquier debate y conflicto, ponía en el centro el valor humano y personal en sus relaciones humanas.

Así que coge un saquitillo (porque después refresca) y vamos a comenzar a dar un paseo para llegar a ese lugar que haga que nuestros miedos se transformen en alegrías, que nuestra desesperación se convierta en una oportunidad y nuestra lectura en un viaje sin necesidad de tomar la calle, y donde volvamos a disfrutar de esas acciones que creíamos rutinarias y mundanas y que, hoy día, se han convertido en una auténtica odisea el poder realizarlas.

Hace justo un año los árboles de hoja caduca, las flores y numerosas especies de flora autóctona granadina empezaban a florecer dando muestras de que, pase lo que pase, la fuerza de la naturaleza es tan majestuosa que siempre sale indemne ante cualquier adversidad. En estas fechas se empezaba a notar el bullicio de la gente en las calles de Granada, donde podías pasar de disfrutar de un buen chocolate caliente con churros a degustar los primeros helados del año. ¡Ay! ¡Los maravillosos contrastes de la primavera! Es esa fecha en la que cualquier cosa puede ocurrir en un día: puedes ir en manga corta por la mañana, que te diluvie por la tarde y que te hieles por la noche.

La manifestación del 1 de mayo y el Corpus constituyen, en pleno esplendor de esta estación, dos efemérides en las que se unen no solo actos, celebraciones y reivindicaciones, sino un conglomerado de momentos, de vivencias y de recuerdos que permanecen perennes en nuestros sentidos. Cierras los ojos y tienes la imagen de los cabezudos golpeándote con la vejiga, el paso de los gigantes y el sonido de las charangas que preceden a La Tarasca, los gritos de la calle del infierno en todas las atracciones, el olor del caramelo de las manzanas o los encuentros, las fotos y abrazos con esas amistades en la puerta de feria para ir a las casetas.

Ver como caen las primeras hojas del otoño, cruzar el puente romano y caminar por el Paseo de los Tristes, el olor de las “calenticas” y de las “perdices” junto a la Fuente de las Batallas, contemplar Sierra Nevada cubierta del manto blanco tras un caluroso verano, sentir el empedrado de las calles del Albayzín… forman otro sinfín de momentos únicos de los que hemos disfrutado en numerosas ocasiones.

Emplazamientos tan bonitos que hacen que se eclipse el elemento que los hace irremplazables e irrepetibles; ese elemento es el “quién”. Porque claro, es muy importante el “dónde”, pero aún lo es más el “con quién” que hace que el lugar sea solo un elemento anecdótico.

Sin lugar a dudas, volveremos a saborear con todos nuestros sentidos esos instantes donde pondremos en el centro de las preferencias su vivencia con total plenitud dándole el valor que merecen y el disfrutarlos con las personas que consideramos importantes en nuestra vida porque, ¿habrá algo más bonito que quererse?

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