Hartazgo
La paciencia tiene un límite y desconozco como andará la vuestra, la mía está a punto de llegar a él.
Si me baso en el flujo de opiniones vertidas en las redes sociales, podría concluir que somos mayoría, pero soy consciente de que en ese espacio no interactúa una muestra representativa de la sociedad, aunque a veces los que andamos por ahí nos creamos lo contrario, yo la primera. ¡Y menudas sorpresas cuando hablan las urnas!
A qué me refiero, os preguntaréis. Pues ni más ni menos que al hartazgo de todo cuanto acontece desde que se celebraron las elecciones generales, autonómicas y locales. Entre los pactos y no pactos; las disputas por los sillones, el dos años tú y dos años yo; socios de ultraderecha que mecen la cuna, auténticos recortadores de derechos y libertades, con influencia en gobiernos y parlamentos de instituciones que no reconocen y con iniciativas que suponen incumplimiento flagrante de leyes autonómicas y de la propia Constitución; gobiernos del cambio que son más bien del “recambio” y que llaman regeneración a hacer borrón y cuenta nueva a la corrupción que hemos venido soportado durante años; populismos que no dejan de alimentar debates sobre problemas que lo son sólo porque los han convertido en su arma para vivir de la política, a costa de crear crispación y división social; la utilización política de las víctimas del terrorismo sin pudor ninguno; el patrioterismo y sus banderas, cuanto más grandes mejor, como la que acaban de poner en el Ayuntamiento de Madrid;… y por si todo esto fuera poco, la mentira sistemática y la falta de respeto a los votantes que algunos políticos se han empeñado en normalizar.
Y para que no quepa ninguna duda, todo esto los expreso con muchísimo dolor. No quiero pensar que mis palabras puedan interpretarse como un ataque o un desprecio a la democracia o a quienes se dedican a la noble tarea de hacer política, ya sea en el ámbito local, autonómico o nacional. Al contrario, creo profundamente en el poder transformador de la Política, así con mayúsculas, y en la Democracia, así con mayúsculas también, como el mejor sistema para poder ejercerla en libertad.
A ver si me explico. Es que yo no voté para todo este circo que han montado, sino para que los políticos que nos representan dediquen todo su esfuerzo y energía a lo importante, consensuar o sacar adelante un proyecto de país, de autonomía o de ciudad, centrado en el bienestar de las personas en el más amplio sentido de la palabra.
Y todos los días una bofetada de realidad me remueve las entrañas. Una de las que más me duele, aunque no la única: La tasa de pobreza severa en España duplica la media europea y es la segunda más alta de Europa, tan sólo superada por Rumanía, según EUROSTAT. Uno de cada cinco españoles vive en riesgo de pobreza o exclusión social, a pesar de la recuperación económica, según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2018, elaborada por el INE. Y un año más, crece el número de trabajadores pobres, de pensionistas pobres y de desempleados pobres. ¿Hay alguien ahí para ocuparse de esta emergencia social?
Cierto que en el último año, algunas de las medidas adoptadas por el Gobierno de Sánchez para abordar esta situación han sido importantes, pero ojo, no suficientes. Tampoco han sido suficientes las adoptadas a nivel local o autonómico. A las pruebas me remito. La realidad es tozuda y los datos estadísticos contundentes.
Para quienes sufren pobreza, ya sean trabajadores, jubilados o desempleados, o están en riesgo de exclusión social, el tiempo de la inacción política corre en su contra porque la suya es una emergencia vital. Así es que luego no se extrañen si no acuden a la llamada de las urnas o si lo hacen con tanta rabia que deciden votar por partidos cuyo objetivo es destruir la democracia misma.
Un ruego pues a los partidos de izquierda que nos representan mayoritariamente en el Congreso y el Senado: Dejen los juegos de estrategia partidista y pónganse de acuerdo cuanto antes. Convocar nuevas elecciones sería una falta de respeto a sus votantes, un tremendo error político y, lo que es más importante, una pérdida de tiempo precioso para rescatar a las víctimas de la crisis y mejorar la vida de las personas más vulnerables.
No dejen escapar esta oportunidad. Si nos dejan en la estacada, digan lo que digan esas encuestas que manejan, quizás no tengan otra en mucho tiempo, aunque sea peor para nosotros.