Impresiones estivales
(Saavedra recuerda a los príncipes débiles que ponerse bajo la protección de príncipes poderosos puede conllevar la destrucción de sus reinos).
En recuerdo de Charlie Watts, batería de los Rolling Stones, como homenaje a todos aquellos que desde un segundo plano hacen el trabajo duro y sucio que permite la exhibición de los divos, generando el bajo continuo rítmico sobre el que se dibuja la melodía de nuestras vidas, individuales y colectivas.
Una serie de compromisos familiares y profesionales me ha llevado en los últimos meses a visitar Santander, Valladolid, Denia y Menorca, destinos variados en los que he podido constatar de nuevo la riqueza y complejidad de nuestra geografía y nuestra historia. El legado andalusí, el camino de Santiago, el Renacimiento en tierras de Castilla, incluso la herencia inglesa en Menorca.
Cualquiera aproximación por somera y superficial que sea a nuestra realidad hispánica nos enfrenta con un rico, variado y complejo mestizaje que convierte cualquier sueño identitario en un delirio falso y peligroso. (Por eso la actual deriva localista que están adoptado varias formaciones de izquierda de todo el Estado es muy preocupante; no solo porque rompe con la tradición internacionalista de la izquierda, sino porque se basa en una falacia histórica y cultural, y contribuye a enzarzar a unos territorios contra otros exaltando lo que les distingue en lugar delo que los une). Esa realidad variopinta y multifacética que constituye la España actual es un conglomerado de tradiciones y estratificaciones culturales que se superponen y entremezclan de forma abigarrada convirtiendo en una mera fabulación cualquier intento de definir identidades puras. Lo español, lo catalán, lo vasco, lo gallego, lo andaluz, lo castellano son productos históricos muy complejos resultado de una mezcla fecunda y creativa desde muchos siglos antes de que España surgiera como proyecto, más o menos unitario, en los albores de la Edad Moderna en el reinado de los Reyes Católicos. La Hispania romana y Al Ándalus fueron realidades históricas y culturales que constituyen el humus racial y cultural sobre el que se fue construyendo lentamente esa realidad plural desde el origen que han sido las Españas, articuladas como una Monarquía compuesta durante los Austria y en las que los intentos de uniformización borbónicos nunca fueron capaces de eliminar esa pluralidad constitutiva.
La geografía impone el marco en el que la historia tiene que desenvolverse de forma forzosa y la península ibérica es una zona de frontera, de encuentro, entre el Mediterráneo y el Atlántico, entre el norte y el sur, entre Europa y África. Y así España es mediterránea y atlántica a la vez, retoma tanto la herencia fenicia y griega, como se abre por Sevilla y Cádiz hacia el Caribe pasando por Canarias. Se defiende delos piratas berberiscos mediterráneos y ala vez gracias a los pescadores gallegos y vascos explora los mares del lejano norte.
No deja de ser curiosa la coincidencia en el tiempo entre la conmemoración de la batalla de Lepanto en la que una coalición cristiana derrotó a las armadas turcas con la apresurada retirada occidental de Afganistán recordándonos ,una vez más, tanto la proximidad del islán como su dualidad, ya resaltada por Ibn Jaldún en el siglo XIV: a las olas evangelizadoras islámicas, inflamadas por los ardores de la guerra santa, sucedían la sedentarización y el desarrollo de la cultura más refinada y rica que hubo durante la Edad Media en Europa, una Europa uno de cuyos primeros y principales factores de unidad espiritual se configuró a partir del camino de Santiago, ruta de peregrinación por la que circularon fermentos culturales esenciales que conectaban entre si los pueblos de la Europa naciente. La tradición griega llega a Europa traducida al árabe y contaminada con la tradición islámica y persa. La poesía árabe, mucha de ella de tema homosexual, es de una belleza arrebatadora y tiene una importancia decisiva para el surgimiento dela lírica en castellano a través de las jarchas, versitos en castellano puestos como estribillo al final de los poemas arábigos conocidos como las moaxajas. La otra gran fuente de lirica hispánica medieval, las cantigas galaicas, también muestran una gran influencia árabe.
La retirada occidental de Afganistán es el penúltimo episodio de la traición que desde la caída del Imperio Otomano ha perpetrado occidente, primero Inglaterra y Francia y luego Estados Unidos, respecto a las tendencias laicas, modernizadoras y socialistas del islam, impidiendo el sueño de Lawrence de Arabia del surgimiento de una nación árabe unida y plural. Una vez caído el Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial el imperialismo inglés diseñó la partición de esa incipiente nación árabe favoreciendo el surgimiento de dinastías fundamentalistas, corruptas y atrasadas en Arabia, Irak, Siria, Jordania, Egipto, etc., opuestas entre si y sometidas todas al imperialismo británico. El control del petróleo y de las rutas de comunicación con el extremo oriente han sido, y siguen siendo, los objetivos esenciales del imperialismo en esta zona. En el caso de Afganistán, tierra de enfrentamiento secular entre los imperios británico y ruso, solo hubo un corto periodo democrático bajo el gobierno socialista del Partido Democrático Popular de Afganistán, apoyado por los rusos en los años 80 y 90. Precisamente contra ese gobierno los Estados Unidos crearon e impulsaron el surgimiento delos talibanes explotando su integrismo contra los esfuerzos laicos y democráticos del gobierno socialista. No se puede olvidar que el integrismo islamista ha sido favorecido y a veces creado por Occidente como muro de contención de la Unión Soviética y de los regímenes socialistas árabes laicos de Egipto, Siria, Irak, etc. así como contrapeso del laicismo dominante en la resistencia palestina. Occidente ha usado el integrismo islamista, cuya cabeza fundamental sigue siendo Arabia Saudí ,como un muro de contención contra cualquier intento democratizador y laico en los países árabes.
El problema es que, como decimos los ontólogos, las causas segundas siempre muestran una cierta autonomía respecto a la causa primera, y una vez generada una fuerza , histórica, política, cultural, militar, no es fácil de dirigir completamente según los intereses de quien la ha creado e impulsado en sus comienzos. Y así el integrismo islámico, ariete útil contra los rusos inicialmente, se transformó paulatinamente en un sujeto histórico autónomo que explotó los sentimientos antiimperialistas de las masas árabes atrasadas en un sentido religioso antidemocrático, antimoderno y antioccidental. De todas formas hay que recordar que no se puede oponer alegremente el integrismo islámico a occidente como la barbarie a la civilización, ya que estos movimientos son muy complejos y tiene una relación matizada con la modernidad, recogiendo una versión parcial y sesgada de la misma. Concretamente, estos movimientos retoman los aspectos modernizadores, tecnológicos y económicos, de la modernidad, aceptando el capitalismo y la técnica occidentales; mientras que son muy reacios a la modernidad ética y política basada en la democracia y los derechos humanos, y rechazan de forma frontal el modernismo cultural y artístico. También en los aspectos dela vida cotidiana los movimientos integristas islámicos efectúan una recepción mediada y sesgada de la modernidad según el género: mientras que los varones adoptan costumbres occidentales en la vestimenta, la bebida, etc., recluyen ala mujer en el conservadurismo más atroz, dificultando su aproximación al estudio, al trabajo y ala forma de vida occidental.
No deja de ser triste, por la trascendencia nefasta que esos comienzos han tenido en la historia española, que el origen de la nación española, simbolizada en la toma de Granada, el mismo año del descubrimiento de América, está ligado a medidas excluyentes contra las otras dos religiones del libro; la judía y la musulmana, en beneficio de un cristianismo intolerante que pronto desoyó los consejos de Erasmo para reformarse en un modo antidogmático e incluyente y se configuró a partir de la conversión del Emperador Carlos y de Felipe II en los adalides de la persecución de los herejes a lo largo de toda Europa. El precio de esta intransigencia todavía lo estamos pagando, ya que la historia de España se desarrolló mediante una selección negativa que expulsó o marginó a las minorías más dinámicas, cultas y activas del país, en detrimento de sus capas más atrasadas, incultas y atávicas. Los judíos, los musulmanes, los herejes, los erasmistas, los moriscos, los ilustrados, los liberales, los socialistas, comunistas y anarquistas han sido las minorías que han sido marginadas, expulsadas o reprimidas a lo largo de nuestra historia, dificultando un desarrollo armónico en consonancia con el resto de Europa.
Los coletazos de esta intolerancia aún son visibles en nuestra realidad actual y no deja de ser tétrico que las imágenes de la victoria del fanatismo sectario talibán se hayan podido solapar en nuestra televisión con las películas que recordaron la detención y asesinato de García Lorca en los comienzos de la guerra civil española, guerra cuyos vencedores se resisten aun hoy a reconocer sus crímenes y a compensara los asesinados y exilados, como se puede ver por el rechazo que muestran hacia los intentos de reparar en lo posible aquellas atrocidades y en la alegría que exhiben por la reposición de los nombres de las calles en Madrid dedicadas a protagonistas del alzamiento asesino y fratricida del 18 de julio de 1936. Porque la verdadera anomalía política e histórica de la actual realidad española no es que estén en el gobierno ministros comunistas, cosa que ha pasado varias veces en Europa desde el final de la segunda guerra mundial, sino que el partido mayoritario dela derecha española no solo no haya condenado todavía al franquismo y se resista a todo intento de eliminar su exaltación histórica sino que no tenga reparo alguno en aceptar el apoyo de un partido de extrema derecha e incluso en mimetizar sus propuestas, cosa que ningún partido conservador europeo ha hecho ni hace en la actualidad.
Como conclusión, pero no en el último lugar, algunas alusiones a nuestro presente cotidiano todavía no postpandémico por mucho que las autoridades se esfuercen en expandir un falso optimismo acerca del próximo control de la enfermedad. Puede ser sugerente retomar el paralelismo que Aida Míguez Barciela ha desarrollado en uno de sus últimos trabajos sobre la relación entre la oración fúnebre en honor de Pericles y el relato de la peste en Atenas por parte de Tucídides (2.53) para entenderla pandemia como una metáfora realista de la crisis civilizatoria que asola nuestro mundo globalizado y que presenta ya no solo un aspecto económico, político y cultural sino uno también físico en la forma de los desastres producidos por el cambio climático, aumento de temperatura, sequias, aguaceros, incendios, etc. y en la forma que ha adoptado la pandemia. Ambos síntomas, el cambio climático y la pandemia, muestran los aspectos más físicos, más reales, de la actual crisis del capitalismo integrado que denunciaba Guattari hace ya muchos años y que hace presa ya no solo sobre las almas sino también sobre los cuerpos de los individuos. La oración fúnebre de Pericles describe el imperialismo ateniense que se hace global y desgarra los estrechos marcos dela polis rompiendo todo límite; por su parte, la peste se muestra como algo que “excede la capacidad de decir”, que supera el logos; la peste anula las diferencias, rompe las fronteras, produce devastación y negatividad; la peste destruye la continuidad del tiempo dejando solo la esterilidad del instante, rompe toda medida, interrumpe todos los ciclos vitales, todos los ritmos. La peste pone por encima de la ‘buena vida’, la mera vida; rompe el proyecto colectivo en beneficio de la mera supervivencia individual, hace que los individuos caigan en la idiotez en su sentido etimológico, de autismo aislado y excluyente. En conclusión: “Lo que la peste hace es traer a la superficie, poner al desnudo, darle un rostro al deterioro de Atenas”. El paralelismo con la situación actual es evidente. La desmesura, la ruptura de todo límite, que caracteriza el actual capitalismo globalizado, alcanza su paroxismo en la pandemia producida por el hecho de que el límite de los circuitos de los virus se ha roto y ello ha permitido su expansión planetaria fulgurante. Los equilibrios vitales y físicos del planeta se han visto interrumpido por la acción destructora del capitalismo impulsado por una desmesura tecnológica incontrolable. Solo la vuelta a la mesura, al límite en todos los sentidos: físico, vital, cultural, económico, político podrá permitir atisbar un mundo postpandémico habitable, democrático y solidario, donde la serenidad sustituya a la desmesura en el trato con la naturaleza y entre los propios hombres. Pero parece que no es fácil aprender ni siquiera en la propia cabeza y lo que la mayoría desea es volver cuanto antes a la carrera desenfrenada que llevábamos más que aprovechar la ocasión para detenerse, repensar la situación y poner, como decía el poeta: “sordina a los desvaríos”.