Indiana y el camión del tapicero
Este mes me he leído Indiana, de George Sand. Yo no sé porque me pongo a leer estas cosas si luego acabo enfadada yo sola con una señora que lleva muerta trescientos años… Vaya, unos cabreos que me pillo que me tiro sin hablarme dos días. El caso es que a Indiana nos la venden como a una muchacha bondadosa, casta, abnegada… en fin, todo lo que una señorita debía de ser; pero claro es que es mentira, porque para empezar estaba casada con un señor que le sacaba treinta años solo por el dinero y la protección de un hombre… si eso es ser bondadosa, casta y buena que baje Dios y lo vea. ¿Cómo llamáis vosotros a una chavala que se casa con un señor mayor por dinero? Pos eso.
Luego claro, como está aburrida y amargada cual mona de feria se enamora perdidamente de un, a ver cómo lo defino sin ofender a ningún Rubiales, pues de un… de un… gilipollas, para qué vamos a andarnos con rodeos. El gilipollas en cuestión se pasa todo el libro jodiéndole la vida, acostándose con sus amigas, engañándola cada vez que habla, forzándola para meterse en su cama; y ella enamoradísima y sufriendo lo más grande mientras que su marido y su primo le soportan todas las tonterías y el marido hasta se le muere del disgusto, pero que ella de casta y pura todo el libro…Total, un desaguisado ahí de cuatrocientas páginas cuando a la muchacha lo que le hacen falta son dos tortas como dos panes desde el primer capítulo.
Total que cuando terminé de leer lo cerré, me enfadé y me bajé a preguntarle al del camión del tapicero porque huevos solo llama a las señoras: «Ha llegado a su localidad el camión del tapicero. Tapizamos todo tipo de muebles, sillas, tresillos, descalzadoras… Atención, señora, ha llegado a su localidad…» Pero, señora ¿por qué? ¿Los señores no tapizan? ¿Si baja un señor y les pregunta precios sin compromiso no le contestan?
Yo es que de verdad que no entiendo nada, entre Indiana, el tapicero y el Rubiales estoy yo apañá, menos mal que este mes somos campeonas del mundo.