La debilidad de la Ilustración. En homenaje a Passolini
«Pero el saber es mucho más débil que la necesidad» (Esquilo, Prometeo).
Soy una fuerza del pasado. Solo en la tradición está mi amor. Vengo de las ruinas, de las iglesias, de los altares, de las aldeas olvidadas en los Apeninos y los Pre-Alpes donde han vivido los hermanos,… Vago por la Tusculana como un loco… o miro los crepúsculos y lasmañanas de Roma, del mundo, como los primeros actos de la post-historia que contemplo por privilegio al borde de cualquier aldea olvidada. Yo, feto adulto vago,moderno más que los modernos,en busca de hermanos que ya no están. (P.P. Pasolini, Mamma Roma).
La modernidad ilustrada es una tradición plural que presenta al menos tres dimensiones: la modernización científica, tecnológica y económica, es decir, industrialismo y capitalismo; la modernidad propiamente dicha, ético-política, es decir los derechos humanos y la democracia; y el modernismo, estético y vital, es decir la experimentación artística libre de toda traba y la liberación de las costumbres. Sousa Santos habla en otro sentido de dos pilares de la modernidad: el pilar de la regulación y el pilar de la emancipación, cada uno desplegando tres lógicas. El pilar de la regulación se basa en el Estado, el Mercado y la Comunidad, es decir, en Hobbes, Adam Smith y Rousseau. Por su parte, el pilar de la emancipación despliega los tres tipos de racionalidad que distinguía Max Weber: la racionalidad cognitiva instrumental que está detrás de la ciencia y la técnica moderna; la racionalidad práctico-moral de la ética universalista y el Estado de derecho; y la racionalidad estético-expresiva del arte y la literatura modernos. Modernización, modernidad y modernismo se articulan de forma diferente según las culturas, las clases sociales, los géneros, etc. dando lugar a una amplia gama de combinaciones. La modernidad es recibida y asumida de forma selectiva en cada ocasión. Por ello al definirse como postmodernos hay que precisar qué se retoma de la modernidad y qué se rechaza. Nadir rechaza la modernidad en general. Incluso los movimientos contemporáneos más antimodernos, como los diferentes integrismos religiosos, desde el islamista hasta el sionista pasando por el protestante y el católico, no rechazan toda la modernidad, sino que admiten su aspecto económico, el capitalismo, y sus aspectos científicos y tecnológicos, eliminando las consecuencias ontológicas de la ciencia moderna y quedándose solo con sus aspectos pragmáticos; mientras que restringen su alcance ético y político, al someter las costumbres al peso de la tradición y limitando el alcance dela democracia en nombre de un pretendido derecho natural interpretado desde sus creencias religiosas; por último ,se rechaza el experimentalismo y la libertad expresiva tanto en la vida cotidiana como en el arte, impidiendo la crítica de los valores religiosos tradicionales.
Una postmodernidad consecuente ha de precisar su crítica dela modernidad para evitar caer en el simple antimodernismo no ya conservador sino directamente reaccionario y retrógrado. En ese sentido un postmoderno es un moderno lúcido respecto a los límites y costes de la propia modernidad, que admite ciertos progresos aunque denuncia otros que pueden ser negativos; que es consciente de la interna conflictividad y ambigüedad dela modernidad que al priorizar unos de sus elementos sobre los demás generan ideas y prácticas muy diferentes dela propia modernidad. Hay que poner de relieve, por ejemplo, que la lógica capitalista dominante en los procesos de modernización es incompatible con los esfuerzos de democratización política y social, lo que genera conflictos entre la modernización capitalista y la plasmación política delos ideales ilustrados de libertad, igualdad, fraternidad y solidaridad. El modernismo artístico y la liberación delas costumbres puede entrar también en conflicto con las necesidades de la producción e incluso con algunos valores morales tradicionales.
Esa complejidad del propio proceso moderno ha conducido a que su distribución y profundidad sea muy desigual según los tiempos y las culturas. Concretamente en nuestro caso, en España,la modernidad ilustrada desde sus inicios en el siglo XVIII ha sido un fenómeno muy superficial que apenas ha afectado a amplias capas de la población y grandes extensiones del territorio. Especialmente el medio rural y campesino se ha mostrado hasta hace muy poco tiempo muy refractario respecto a los valores modernos, no solo económicos y tecnológicos, sino especialmente los ético-políticos y los estético-expresivos. La modernidad esun fenómeno urbano y en países rurales, como el nuestro e Italia, por ejemplo, no ha penetrado en el camp ohasta hace muy pocos años.
Aprovechando el centenario de Pasolini que estamos celebrando podemos ponerlo como ejemplo de un moderno antimoderno, un artista y una persona que conjugaba el experimentalismo de las vanguardias artísticas y la libertad de costumbres de la bohemia con el mantenimiento de unas raíces campesinas y populares, primero en su Friuli natal y luego en los suburbios de Roma. Raíces que surgían de su preferencia por el mundo pre o paleo-industrial de los pequeños pueblos y por el subproletariado romano de los años sesenta, base de su obra poética, narrativa y cinematográfica. Su comunismo y su homosexualidad nunca pudieron ocultar su fascinación por las costumbres primitivas de las capas italianas tradicionales que solo muy tardíamente y siempre de forma parcial se fueron acercando a la modernidad en la forma, monstruosa para Pasolini ,del consumismo. Su ateísmo militante y su marxismo se acoplaron , no sin fricciones, aun catolicismo primitivo, rural y campesino. En la línea de Gramsci, (a quien dedicó uno de sus primeros poemarios, “Las cenizas de Gramsci”, publicado en 1957 por Garzanti), Pasolini dio una gran importancia a “la cuestión meridional”, es decir a la supervivencia en Italia de amplias masas campesinas controladas por el clero y los poderes clientelares, primero, fascistas y luego democratacristianos , que permanecían refractarias a la modernización capitalista pero también a la modernidad ético-política y al modernismo artístico y vital. El neorrealismo italiano, paralelo al cual se desplegó en los mismos años y respondiendo a situaciones parecidas el neorrealismo español, expone en sus películas el duro proceso mediante el cual las masas campesinas se fueron convirtiendo en proletariado y subproletariado urbano, o mejor dicho suburbano, resaltando los conflictos y los costes afectivos y culturales de dicho proceso de aculturación forzosa y rápida que para Pasolini se presentaba como una auténtica mutación antropológica que cambiaba el tipo humano dominante en nuestras sociedades.
Pasolini desde el principio de su vida intelectual defendió la importancia delos dialectos, especialmente el friuliano que dominaba en la región de la que era oriunda su madre, dialecto en el que escribió sus primeras poesías, elevando dicho dialecto al nivel de la lengua escrita y literaria que nunca había tenido. Para el autor de Teorema defender el dialecto era oponerse al fascismo uniformizador y centralista y además rechazar el capitalismo como un elemento depredador y destructor de las economías tradicionales campesinas. El se sabe “una fuerza del pasado” que sitúa su amor en la tradición; una tradición campesina y suburbana rápidamente eliminada por el capitalismo desarrollista de los años sesenta. Frente al capitalismo uniformizador, destructor de la variedad, nuestro autor busca y defiende esas culturas preindustriales que descubre no solo en Italia sino también en países del tercer mundo como Marruecos, Yemen, Etiopía, Afganistán, Irán y Nepal donde buscó los exteriores para sus películas, y en cuyas culturas tradicionales ve una igualdad esencial y una relación armoniosa con la naturaleza. Esta búsqueda de lo prístino se hace desde el convencimiento de que para la modernidad capitalista “nada es más terrible que la diversidad”, nada más inasimilable.
En un poema de Las cenizas de Gramsci, el IV, se puede leer: “A Italia le queda/ su marmórea muerte, su yerma/ e interrumpida juventud…”, es decir, sus ruinas imperiales y una juventud interrumpida hecha estéril por el desarrollo capitalista. En el poema VII recuerda a los jóvenes pobres que permanecen bárbaros desde los tiempos originarios, excluidos del cristianismo, “de la necesaria sucesión de los siglos”, exhibiendo “una risa dialectal”, irónica,“que ni provincia ni ciudad lleva grabada”, productos de un mundo popular que con gran dificultad se funde “en civil forma”. Esta juventud , primigenia, temperamental, bronca, que fue siempre la atracción, fatal, de Pasolini, está formada por individuos que siguen siendo bárbaros, paganos en el sentido religioso y en el sentido cultural, previos y exteriores a la ciudad. Magma humano primitivo, inocente, incontaminado, pero también violento, primario y autodestructivo, incapaz de insertarse en la familia y el trabajo tradicional como se ve en su filmografía desde Accatone. En sus análisis de la sociedad italiana nuestro autor no muestra ni una nostalgia que fije el pasado para siempre en una sempiternidad fuera del tiempo, ni el presentismo dominante que vive en el despliegue plano del tiempo, sino el futuro anterior, es decir, una visión desde un futuro considerado como algo ya pasado, como la idea en el presente de lo que ya ha sido, de una concepción que considera “la historia como profecía”. Una historia a la que Pasolini nunca se adaptó del todo, con la esperanza de poder adaptarse a “la tierra futura cuando la Sociedad retornará a la Naturaleza”.
Pasolini ejemplifica el paso de una sociedad campesina y paleo industrial a una sociedad urbana y consumista con la constatación de la desaparición de las luciérnagas sucedida en los años sesenta por la contaminación del agua y del aire. Esta desaparición de las luciérnagas es indicio de una gran mutación económica, social y antropológica que ha transformado al pueblo italiano de una manera más profunda que el fascismo histórico. Para nuestro autor el nuevo fascismo demócrata cristiano basado en la sociedad de consumo es mucho peor que el fascismo clásico, ya que éste fue meramente superficial para amplias capas dela población italiana, mientras que el fascismo presente, uniformizador y destructor de toda cultura popular y tradicional, ha transformado de forma profunda la subjetividad y las formas de vivir y de juzgar de todos los individuos: burgueses y proletarios.Fue el fascismo de su época precisamente el que está detrás de su muerte, producida cuando, a raíz de su última novela, inacabada, Petróleo, investigaba las turbias tramas que ligaban los poderes económicos, los políticos corruptos y los servicios secretos. A la dualidad entre cultura populary cultura burguesa ha sucedido la unidad del consumo de masas que uniformiza a todos los individuos. En el artículo sobre la desaparición delas luciérnagas Pasolini habla de un vacío de poder político, producido en unas instituciones que son nada, ya que les falta la fuerza, “la fuerza, hija de la Revolución”.
El amor hacia las culturas primigenias se une en Pasolini con el desprecio hacia las clases dirigentes, hacia la burguesía que identifica en sus Poesía mondane de 1962con la hipocresía y con el odio, incluso con el diablo que quiere comprar nuestras almas. Y dice que el pueblo italiano es el más analfabeto y la burguesía italiana la más ignorante de Europa, cosa en la que creo que se equivocaba ya que nosotros mismos ocupamos también un lugar destacado en analfabetismo e ignorancia. Pasolini muestra aquí una antimodernidad centrada en los aspectos económicos , culturales y vitales de una burguesía que para él, como para nuestro insigne novelista murciano Miguel Espinosa, no puede ser más que fea. En esta consideración Pasolini pone entre paréntesis los logros estéticos y vitales de otras capas de la burguesía, ilustradas,progresistas ,a las que él mismo, artista bohemio y experimental,pertenecía. La antimodernidad de nuestro autor es , pues selectiva: rechaza los aspectos masificadores, uniformizadores, destructores de culturas, de formas de vida, de cuerpos, de la modernidad capitalista, pero recupera y utiliza sus aspectos ético-políticos desde su comunismo y su moral abierta, y sus aspectos culturales de vanguardia en su propia producción artística. Para nuestro autor el fin del mundo ya ha sucedido, y “el sagrado Novecientos” es “una región del alma/en la que el Apocalipsis es un acontecimiento ya viejo”. Nuestra época está próxima al fin y es “el inicio de la Nueva Prehistoria”, paralela al nuevo “Barroco del Neo-Capitalismo”. Un Barroco que vuelve a descender para “dar irrealidad a los hombres”. Aquí Pasolini, con gran agudeza , considera nuestra época como barroca en tanto que irreal, en tanto que “alternancia de libídine y de santidad, de servilismo y de radical rechazo”.
Pasolini presentó un aspecto premoderno en tres episodios significativos de su época relacionados con el referéndum sobre el aborto, el aspecto físico y la vestimenta de los jóvenes en su época y la actuación de la policía frente a los estudiantes que se manifestaban. En enero de 1975 Pasolini escribe un artículo titulado “El coito, el aborto, la falsa tolerancia del poder, el conformismo de los progresistas” donde defiende su postura contra el aborto por considerarlo “la legalización del homicidio” y pensar que “la vida es sagrada”. El aborto supone una comodidad más para la mayoría y libera así completamente el coito de cualquier traba. El fomento de la sexualidad libre la ve Pasolini propulsada por el consumismo, ese “nuevo fascismo”, promocionada como una obligación y un deber social, mientras que al mismo tiempo se rechaza y persigue todos los demás tipos de sexualidad. Nuestro autor critica esa “falsa tolerancia” de la sociedad consumista. El consumismo apoya la pareja no como generadora de prole sino como consumidora, y además fortalece la idea de normalidad sexual y cultural. Ya antes, en 1968, cuando se produjo un enfrentamiento entre los estudiantes y la policía, cerca de la Facultad de Arquitectura, Pasolini haciendo una interpretación estrechamente clasista de la situación se pone al lado de la policía, por su origen popular, contra unos estudiantes burgueses. De igual manera nuestro autor critica la vestimenta y los comportamientos de los jóvenes, especialmente los burgueses y pequeño burgueses, porque “este nuevo fascismo, esta sociedad de consumo, ha transformado profundamente los jóvenes, los ha tocado en su intimidad, les ha dado otros sentimientos, otros modos de pensar, de vivir, otros modelos culturales”, mientras que el fascismo histórico solo afectó de forma superficial las ideas y los comportamientos de las clases populares..En enero de 1973, en un artículo sobre “El ‘discurso’ de los cabellos”. Pasolini se separa del nuevo lenguaje corporal de los jóvenes, de su “lenguaje de la presencia física”, ejemplificado con las melenas, que es considerado una expresión de la Nueva Izquierda, muy contaminada por la ideología burguesa. La preeminencia del lenguaje de la acción sobre el razonamiento verbal es para el comunista Pasolini muestra de un carácter subcultural y sustancialmente de derechas. La juventud de la época no se distingue en su aspecto según la ideología ya que se ha producido una uniformidad en el aspecto y las acciones. El poder ha absorbido la subcultura de la oposición y se la ha apropiado.
Como conclusión podemos decir que Pasolini, como la poesía para Ungaretti, ha estado siempre contra la corriente en una búsqueda incesante delos orígenes perdidos. Prefiriendo el grito a las imágenes, no rehuyendo el patetismo del poder. Aceptando la experiencia humana en su totalidad, en la línea de Montaigne y Shakespeare , y no como la línea jansenista de Racine, por ejemplo, que rechaza la parte debida al pecado original en su consideración de la humanidad. Nuestro autor muestra más nostalgia por el paraíso perdido que anhelo de una tierra prometida, de la que de nuevo en palabras de Ungaretti “solo conocemos el nombre”. Hay una voluntad de mirar el mundo más allá del optimismo progresista, que no distingue el progreso del mero desarrollo cuantitativo y que no es consciente de las limitaciones y los costes de dicho progreso. Las querellas de nuestro autor, su denuncia incesante de su tiempo, su crítica “ingenuamente obstinada” se presenta como un “monstruo de razón y de pasión”, con lo que se vuelve a mostrar como un racionalista que no reniega de la pasión y como un ser apasionado que retiene, sin embargo, siempre la razón como un elemento esencial de su actuación.