La estación en Andaluces

Si el bueno de Homero hubiera conocido esta bendita tierra, es muy probable que en su «Odisea», en lugar de Penélope, deshaciendo por la noche lo que tejía durante el día, sería Granada la protagonista que daría tres pasos para atrás por cada uno que diera hacia adelante. A los muchos ejemplos que esta ciudad nos ha brindado sobre su incapacidad a la hora de fijar una hoja de ruta de futuro y mantenerla contra viento y marea, hay que añadir ahora la posibilidad de sacar la estación de ferrocarril de su privilegiado emplazamiento en el corazón de la ciudad, para exiliarla a la Vega. Al menos es lo que parecen barajar los redactores del nuevo PGOU.

Lo que ahora parece plantearse es trasladar la estación de Andaluces a terrenos municipales en el entorno de Méndez Núñez, desviando a ese punto la llegada de trenes con pasajeros y concentrando las mercancías en una futura área logística, junto a MercaGranada.

Pues bien, sacar la estación de su actual emplazamiento en la avenida de Andaluces, sería un retroceso imperdonable, en lo que al concepto de alta velocidad se refiere. Llegar al centro de la ciudad es una de las grandes ventajas de los trenes y tenemos muchos ejemplos: Atocha, Sants, Santa Justa, Córdoba. Zaragoza, Murcia etc. etc. Trasladar la estación a la periferia y poner una lanzadera para conectar a los viajeros con el transporte urbano, desnaturalizaría el propio concepto del AVE y sería un error del que esta ciudad difícilmente se recuperaría.

Ese posible traslado sería lo que le faltaba a Granada para que su infernal movilidad, acabara convirtiéndose en un sudoku con autobuses en la zona norte, tren en un lado, metro en otro y aeropuerto en el más allá.

Sacar la estación de tren más allá del cinturón de la circunvalación -como cordón que soporta y dificulta el crecimiento urbano hacia la vega, concebido en los años 90 en Granada- y acercarla a ese frágil espacio, con las tensiones urbanísticas que esto comportaría conlleva, supondría un riesgo especulativo de incalculables proporciones.

Ójala y esta amenaza de los redactores del PGOU sea solo «un globo sonda», porque desde luego se aparta, y mucho, de lo que debe ser un planteamiento de una ciudad moderna, sostenible, sin coches, sin contaminación, con calidad de vida… Difícilmente conseguiremos hacer de Granada una ciudad atractiva para las empresas, con semejante maremagnum en su movilidad, concepto este que está más que asentado en las ciudades con mejor calidad de vida del mundo.

La solución que se propone en el avance del PGOU, olvida el trabajo de tanta gente ha hecho durante tantos años. Muchos equipos redactores de los planes generales de esta ciudad se hicieron un planteamiento disruptivo de la actual estación, pero todos llegaron a la misma conclusión: que Granada gana y la ciudadanía aún más, manteniendo la estación en su actual emplazamiento, considerando ese extremo como una posición irrenunciable.

Y añadamos una cuestión política que va más relacionada con la estrategia: Estamos a solo unos meses de las elecciones autonómicas y a tan solo un año de las municipales de mayo de 2023. El debate de una propuesta de semejante calado, debería plantearse de forma sosegada al comienzo de una legislatura y no en el tiempo de descuento, ya que puede suponer un desgaste brutal, para un equipo de gobierno que no debería pisar demasiados charcos.

Semejante planteamiento en este momento, solo tendría sentido en un ámbito previo interno, de cara a plantear una oferta electoral para el próximo mandato. Que hayamos conocido un tema de tan profundo calado, por una filtración en un medio de comunicación, ya lo puede desvirtuar. Hay gente que está atónita con la propuesta a estas alturas, no ya por el contenido, que también, sino por las formas, que en política son tan importantes.

Y lo de «justificar» el traslado para acabar con la «cicatriz» que suponen las vías a su paso por la Chana, es de una pusilanimidad política incalificable, porque esa «cicatriz» se evita con el soterramiento de las vías, algo que siempre ha sido un compromiso del PSOE y que ya ha demostrado sus bondades en ciudades como Córdoba o Murcia, donde no solo se eliminó el problema, sino que generó nuevos espacios urbanos que han transformado esas ciudades, generando además plusvalías millonarias.

El AVE llega a Córdoba soterrado, lo que ha supuesto la mayor transformación urbana de la ciudad en el último siglo. Las vías de ferrocarril -al igual que en Granada-, se habían convertido desde hacía décadas, en una muralla que rompía la continuidad entre el norte y el sur de la ciudad.

¿Por qué lo que se ha podido hacer en Córdoba no se puede hacer en Granada? El soterramiento de 2,5 kilómetros en la ciudad califal, fue el inicio de un proyecto que rescató para el corazón urbano, un espacio de 423.000 metros cuadrados, viviendas, oficinas, lugares de ocio, además de un amplio aparcamiento subterráneo que ha dado respuesta a los problemas que existían en esta zona de la capital cordobesa. Su ciudadanía, sus agentes sociales y los partidos políticos, fueron una piña en su lucha para conseguir aquel soterramiento, algo que lamentablemente en Granada parece no estar pasando y cuyas consecuencias, en caso de abandonar la estación en el centro, las pagaremos durante décadas.

Veintidos años después de que el entonces todopoderoso vicepresidente del Gobierno y ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, presentara el Plan de Infraestructura 2000-2007, en el que se incluía la llegada del AVE a Granada, lo que nuestra ciudad ha “conseguido” son más de dos décadas de obras y cuatro años sin tren, para adecuar un tramo de 126 kilómetros de una línea ¿AVE? entre Antequera y Granada, que es la más lenta del país, superando incluso a la que conecta Madrid con Alicante, que hasta ahora ocupaba el primer puesto, con una velocidad media de unos 200 kilómetros por hora; una estación impropia de una ciudad como la nuestra; escasísimas frecuencias de trenes y precios abusivos. Si rematamos la «faena» con el abandono del soterramiento y el traslado de la estación a la periferia urbana, habremos convertido, una vez más, una enorme oportunidad en la nada con sifón.

En resumen, sacar la estación del centro sería un error histórico e imperdonable, que ya para siempre condenaría a Granada a la segunda división en materia de transporte de pasajeros por ferrocarril

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