La estirpe de Caín
Cuando cada día mueren en España 300 ó 400 compatriotas por la COVID; cuando no escuchamos otra cosa que no sea la de «salvar la Navidad», aunque sea a costa de miles de vidas; cuando nuestros políticos convierten en irrespirable cada jornada, utilizando miserablemente a las víctimas y a quienes se están dejando la salud luchando por salvarlas, hay voces necesarias, imprescindibles y fundamentales para preservar nuestra salud mental. Una de esas voces es la del gran Miguel Ríos, que lejos de mantenerse en su más que merecida zona de confort, la ha alzado alta y clara, para denunciar una situación tan tóxica como peligrosa a nivel individual y colectivo.
Bajo el certero título de «la Estirpe de Caín», el rockero granadino reflexiona en su último trabajo, sobre esta catástrofe que de manera tan brutal está afectando al conjunto de la sociedad. «La primavera se estrelló en un hospital», dice Miguel en este tema sobre la crisis que ha puesto en jaque la libertad, la igualdad o la democracia. Nada más cierto en un país, en el que el secretario general de la segunda fuerza política afirma sin torcer el gesto, que el presidente del gobierno no tiene como prioridad salvar la vida de los españoles; en el que varios generales y altos mandos del ejército participan en un chat en el que se piden 26 millones de fusilamientos, o en el que la tercera fuerza política envenena cada día la vida pública con su negacionismo, misoginia, xenofobia, racismo y homofobia.
En su último single Miguel nos hace el relato exacto de este apocalíptico tiempo: «Año 20 del tercer milenio. Una pandemia confinó a la humanidad. Las costuras del sistema muestran su fragilidad, es la catástrofe y su ensayo general. Mes de abril creció el desasosiego, la primavera se estrelló en un hospital». Es difícil decir más y mejor en una canción, aunque se puede poner la guinda con el recuerdo de aquellas surrealistas manifestaciones de la pasada primavera, para las que también Miguel ha hecho un hueco de «honor» cuando canta aquellos de: «hay ricos en mercedes que gritan libertad, el ruido amplificado es un insulto a la verdad».
José Saramago, uno de sus referentes, le confesó a su compañera, la también granadina, Pilar del Río, que «cuanto más viejo, más sabio y cuanto más sabio más radical». Estoy convencido que al incombustible rockero le pasa un poco lo mismo que al Nobel luso y lo demuestra claramente con composiciones tan comprometidas como esta «Estirpe de Caín» y en las declaraciones públicas que han llevado aparejadas su lanzamiento y en las que Miguel no ha eludido ningún tema, llegando a asegurar que «La muerte de ancianos en residencias es la mayor tragedia que hemos vivido en democracia», o que «por primera vez nos damos cuenta, de verdad, que es la globalización. Nos damos cuenta de que la deslocalización tiene su precio en vidas. Que el desmantelamiento de lo público cuesta vidas. Que no teníamos la mejor sanidad del mundo, porque no invertimos en ella como los que sí la tienen, y eso costará un pastón y un retroceso de años, que volverán a pagarlo los que menos tienen y deben.»
Miguel se ha ganado a pulso poder elegir la comodidad, pero nada más lejos de su compromiso. Consciente del eco que pueden adquirir sus palabras, siempre opta por intervenciones preñadas de compromiso social y personal, con las que vuelve a alinearse con los más débiles y a sacar los colores a quienes, desde el poder, pretenden devolver a este país a tiempos pretéritos.
«La estirpe de Caín» describe la toxicidad ambiental y política provocada por la pandemia y sus consecuencias sobre los ciudadanos, la fragilidad de una doctrina basada en la desigualdad, la explotación suicida de los recursos del planeta en beneficio de unos pocos y la implantación de la verdad alternativa. Un panorama que inspira el desasosiego, tal y como reconoce su autor.
Su descarnado compromiso le ha valido un torrente de descalificaciones, provenientes de esa auténtica jauría que habita en las redes y se esconde en el anonimato y de esa legión de replicantes de consignas, que solo esperan que el fhürer de turno determine el objetivo, para lanzarse a degüello sin hacerse preguntas … Hubiera podido evitar ese trance con algo tan sencillo como no meterse en jardines, pero entonces no sería Miguel.
Quien nos hizo desear volver a Granada, aunque nunca la hubiéramos pisado, quien nos hizo soñar con aquel río distinto para cada uno de nosotros, quien hizo que muchos pensarán que Beethoven le había copiado, quien nos metió de golpe en el año 2000 y nos dio la bienvenida como nunca nadie lo había hecho, quien nos llevó a un parque sensorial con Santa Lucía, quien nos descubrió nuestros ángulos muertos con el gran Lapido y nos enseño a escuchar el ruido de fondo, quien le puso un blues a un autobús y un todo a pulmón a la vida, nos pide ahora que en estos tiempos turbios e inciertos, nos miremos al espejo y seamos capaces de decirnos honestamente si nos gusta lo que vemos en el … Porque para bien y para mal, somos «La estirpe de Caín».