La Famiglia

Sobre la familia existen diversas definiciones y teorías. El concepto más popular en la cultura occidental quizá sea el proveniente del mito de la Sagrada Familia, omnipresente en hogares, espacios públicos (incluidos colegios, hospitales o ayuntamientos) y privados en reproducciones variopintas del portal de Belén. Forma parte, junto a la veneración de ídolos, del acervo de muchos países, pero despierta lógicos recelos y suspicacias en el pueblo en cuanto a la paternidad de una criatura y plantea una maternidad virginal, lo que no dejan de ser dogmas antinatura predicados por la jerarquía, curas y monjas desde el celibato.

Ligado al anterior, la familia burguesa obedece a un concepto economicista que la considera unidad de consumo. La sociedad despliega un entramado político y jurídico, con derivadas sociológicas, para intervenir el espacio privado desde la regulación pública de las relaciones entre sus miembros. Éstos se constituyen en fuerza de trabajo para acceder a los productos y servicios necesarios para la supervivencia (alimentos, vivienda, sanidad, educación, luz, agua…) y otros que son accesorios aunque se oferten como necesarios (consumismo). El modelo burgués de familia es patriarcal y condena a la mujer a un doble trabajo productivo (remunerado) y reproductivo (no remunerado y derivado de la convivencia en familia).

En Occidente, existen conceptos de la familia en el imaginario colectivo, de andar por casa, con un sentido positivo o negativo según cada caso concreto. Es habitual considerar “de la familia” a quien cuenta con un grado de confianza extraordinario o cabe considerar en otros casos que “la familia y los trastos viejos, mejor cuanto más lejos”. Es recurrente comparar familiares y amistades, conceptos del entorno social más cercano al individuo cuyos límites se diluyen cuando los lazos adquieren gran fuerza o debilidad. Existen hoy en la sociedad nuevas formas de familia que las ideologías radicales conservadoras se niegan a reconocer.

Popularmente, la expresión “familia política» es de las de andar por casa y se aplica a personas y colectivos, sin lazos sanguíneos, que habitualmente mantienen algún tipo de relación estrecha motivada por un poco de afecto y muchos intereses entreverados. Se usa para denominar a quienes establecen relaciones con un miembro de la familia, normalmente por la vía del matrimonio, o a quienes desempeñan un alto nivel de convivencia con la misma. Son los casos de yernos, nueras, suegras, suegros, consuegros, cuñados, etc., o el de vecinos y otras personas con quienes se convive o se practica una relación afectiva sostenida en el tiempo. Dice el aserto popular “se puede elegir a los amigos, a la familia no”.

“Familia política» también se usa para referirse a la militancia de organizaciones dedicadas a la “res pública» que pertenece al mismo partido o a partidos de ideología afín. En este caso, el interés prima sobre otros aspectos y el afecto es excepción que confirma la regla, aunque se dan casos de parientes en distinto grado que militan en un mismo partido o, incluso, en partidos antagónicos. Se trata de la vil simiente del conocido y perverso nepotismo que afecta de podredumbre a las raíces y los frutos de la Democracia. Aunque se dan casos en partidos de todo el espectro político, los conservadores lo ejemplifican como ningún otro.

Al nepotismo que invade las instituciones de forma descarada, canalla y delictiva, resulta más apropiado aplicarle el término “famiglia», evocador de las prácticas y costumbres de la “cosa nostra» en Nueva York o Sicilia. Es el que mejor define a los Aznar, a los Baltar, a los Núñez Feijóo, a la familia popular gallega, a la madrileña o a la valenciana, donde una pléyade de hijos, hermanos, primos, cuñados y toda suerte de parentela, incluidos novios, medran del erario público vía subvención o anónima donación. ¡Ojo!: cuentan con matones.

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