La maldición bíblica del empleo granadino
Entendemos por “maldición bíblica” aquella desgracia que se considera un castigo impuesto por una fuerza sobrenatural. Pues bien, a la luz de los datos, el desempleo en Granada parece haberse convertido en una auténtica maldición bíblica, ya que por mucho que “mejoren” las cifras, nuestros números en este terreno siempre nos colocan en el farolillo rojo de las provincias españolas y lo que es peor, nuestro diferencial con la media desempleo nacional y andaluz, sigue siendo absolutamente escandaloso.
En los últimos cincuenta años la clase política, empresarial y sindical de esta tierra ha sido incapaz de invertir esa tendencia que condena al desempleo a porcentajes vergonzantes de granadinas y granadinos, resignados a no encontrar un trabajo y tener que sobrevivir de subsidios.
Cincuenta años en los que ni la administración autonómica, ni la estatal, ni la europea, han conseguido disminuir los diferenciales de desempleo que presenta Granada con respecto a los de Andalucía, España y la UE y eso se debe a muchos factores, aunque uno de los más importantes, si no el que más, es la absoluta irrelevancia de nuestra clase política y empresarial, siempre sumisa ante sus mayores y nunca reivindicando las necesidades de la sociedad y al territorio al que representan.
Es incomprensible que una provincia con las potencialidades objetivas de Granada cierre 2024 con 90.100 personas sin trabajo, lo que supone una tasa de paro del 19,99%, la segunda más alta de entre todas las provincias españolas, solo superada por Cádiz (20,97%), casi el doble que la media española, del 10,61% y cinco puntos por encima de la andaluza, siendo como es Andalucía la comunidad española con mayor tasa de paro.
Sería impensable que un territorio que dispusiera del segundo monumento más visitado de España, una de las mejores universidades del país, la estación de invierno más meridional de Europa, una costa singular con el único microclima tropical del continente y una riqueza cultural e histórica comparable con la de las ciudades más renombradas del mundo, condenara al desempleo a uno de cada cinco de sus ciudadanos y a casi uno de cada dos de sus jóvenes. Créanme no se trata de una maldición bíblica, se trata de pura y dura incompetencia de nuestra clase dirigente.
Ahora bien, toda sociedad tiene a los dirigentes que se merece y si la incompetencia y la sumisión son las características principales de los gobernantes granatensis desde tiempos de Alhamar, solo se debe a la indolencia y la abulia de todos y cada uno de nosotros que somos quienes elegimos, consentimos y no penalizamos esas actitudes.
Que a estas alturas de la película, sigamos impasibles ante el ninguneo y el expolio de que ha sido y sigue siendo víctima esta provincia, explica perfectamente por qué estamos como estamos y por qué seguimos siendo uno de los territorios peor comunicados de España, por qué la administración autónómica acosa a la universidad más importante de Andalucía y secuestra la gestión de nuestras joyas de la corona como son la Alhambra y Sierra Nevada, por qué nuestros agricultores de la costa siguen sin disponer del agua embalsada en la piscina más cara del mundo que es la presa de Rules, por qué el Puerto de Motril es el único de la red de Puertos del Estado que no dispone de ferrocarril, por qué la capitalidad judicial que le otorgaba el Estatuto de Autonomía, ha sido desguazada a mayor gloria de Málaga y Sevilla, por qué en definitiva pintamos menos que Cagancho en Almagro.
La ciudadanía de esta tierra tiene muchas razones para sentirse agraviada y decepcionada, pero si quiere invertir este estado de cosas debe empezar por mirarse a sí misma y tomar cartas en el asunto, abandonar su zona de confort y reclamar en la calle y en las urnas lo que Granada y su provincia se merecen.