La mentira cotidiana

El próximo año se cumplen los 50 años de la muerte del dictador Franco. Son 50 años de libertad, según explica el presidente del gobierno Pedro Sánchez. «No hay concordia cuando se equipara a víctimas con verdugos, ni cuando se perpetúan mentiras históricas, y no hay concordia cuando se pactan leyes con los enemigos de la libertad y la igualdad», añadió el presidente.

El 15 de octubre de 1977 se promulgó la Ley de Amnistía que significaba la renuncia a la venganza. No fue una autoamnistía de la propia dictadura, sino la primera ley aprobada por las Cortes democráticas salidas de las elecciones de junio de 1977, a iniciativa de los grupos políticos que procedían del antifranquismo. Se impuso el deseo colectivo de garantizar la restauración y la posterior consolidación de la democracia, renunciando a la venganza. La transición a la democracia sin otro conflicto civil fue posible gracias a una negociación entre los elementos más progresistas de la dictadura y la oposición democrática de izquierdas…” (Paul Preston en El Gran Manipulador).

El periodista Miguel Muñoz explica esta celebración en su artículo en Público “Los 50 años de la muerte de Franco, un nuevo eje de batalla ideológica entre el Gobierno y las derechas”. Además de las razones que ha dado el presidente del Gobierno, relata las reacciones de la derecha y ultraderecha española al respecto. Así Isabel Díaz Ayuso acusa a Pedro Sánchez de haber enloquecido. También se autonombra defensora de la libertad, una vez más, y nos dice que no va a colaborar con el Gobierno central. Ella llama a estos actos el “guerracivilismo”.

A estas reacciones hay que sumar la proliferación de discursos de Vox que justifican la dictadura, nos explica Miguel Muñoz. El más reciente, el del diputado de la formación ultraderechista en el Congreso Manuel Mariscal. El pasado 26 de noviembre negó que el franquismo fuese una «etapa oscura» y lo calificó «de reconstrucción, de progreso y de reconciliación para lograr la unidad nacional». Todos compiten por lanzar el mayor bulo o la mentira más rebuscada, para que su líder, Santiago Abascal, se fije en ellos.

Están documentadas las atrocidades cometidas por Franco y su ejército golpista durante la Guerra Civil española. También está documentada la indiferencia de Franco hacia la pérdida de vidas humanas, así como su deseo de “realizar la tarea, necesariamente lenta, de una ocupación progresiva ligada a una redención moral para limpiar en las zonas rurales toda raíz izquierdista o anarquista”. Según Paul Preston, la clase de redención moral que tenía en mente se traslucía en las matanzas que siguieron a la conquista de Badajoz en agosto de 1936 y de Málaga en febrero de 1937. “Para Franco, redención significaba sangrientas depuraciones políticas que continuarían mucho después de ganada la guerra…”. De esta forma se garantizaba que no hubiese vuelta atrás, no solo mediante la eliminación física de miles de liberales e izquierdistas, sino también aterrorizando de manera duradera a los demás para que lo apoyaran políticamente o se mostraran, al menos, apáticos. Esta es la etapa de “reconstrucción y progreso” a juicio de los miembros de Vox.

Todo este ruido ha sido acompañado por vergonzosas proclamas de jueces, que salieron de sus despachos ataviados con sus togas, para manifestarse de forma patética, y sospechosamente parcial, en reclamación del respeto a la separación de poderes. Pero, también se ha acompañado de algaradas callejeras a las puertas de las sedes socialistas de toda España. Algaradas callejeras que han sido seguidas de graves insultos y acusaciones al presidente legítimo Pedro Sánchez. Y todo, porque se están tramitando en sede judicial denuncias falsas, alargadas innecesariamente, que son difundidas en prensa, pese al deber de secreto que acompaña a las causas judiciales.

Como nos recuerda Paul Preston en su magnífico libro El Gran Manipulador, “treinta y ocho años de dictadura, con un control casi totalitario de los medios de comunicación y del sistema de enseñanza, además del lavado de cerebro masivo deliberado, crean muchos hábitos. En este sentido, dos de los vestigios del franquismo son la corrupción dentro de la política municipal y el ambiente de crispación que proviene de tantos años de división deliberada del país en vencidos y vendedores…”. Y continúa, parafraseando al historiador Gabriel Cardona: “La Guerra Civil ya es historia, pero muchas de sus grandes cuestiones aletean todavía en nuestro entorno como sombras maléficas. La peor herencia de las guerras civiles es el odio y, aunque para la mayoría de los españoles, todo es agua pasada, todavía subsiste una minoría empecinada en revivir las antiguas maldiciones”.

Por tanto, cabe preguntarse, como hace el autor, si el llamado revisionismo tiene la finalidad de aclarar el pasado o de hacer resurgir sus odios para fomentar aquellos en los que tanto esfuerzo invirtió Franco.

La conclusión, para los que defendemos la democracia y la concordia, no puede ser otra que alegrarnos de la decisión de Pedro Sánchez de celebrar los “50 años de libertad”, tras la muerte del dictador Francisco Franco.

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