La rebelión de los gusanos

En los últimos años se ha observado un aumento alarmante en la retórica deshumanizante utilizada contra los inmigrantes en los Estados Unidos y en otros lugares del mundo, por parte de partidos xenófobos y de extrema derecha. En este contexto, la secretaria de Seguridad Nacional de Trump se sumó recientemente a las redadas policiales de inmigrantes en Nueva York, intensificando aún más la situación. Todos pudimos escuchar sus declaraciones ante las cámaras de televisión, refiriendo que estaban limpiando las calles de estos «gusanos».

En 1924, durante la campaña de las elecciones presidenciales en los EEUU, Trump extendió el bulo, que pudimos oír en el debate con la candidata demócrata Kamala Harris, de que los inmigrantes clandestinos haitianos de Ohio robaban perros y gatos y se los comían. A finales de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller de Alemania y en abril de 1933 promulgó una “Ley contra la crueldad hacia los animales”. Era una ley pionera, que prohibía los experimentos médicos con animales, y toda clase de “dolor y sufrimiento innecesario”. En particular, proscribía el ritual que practicaban los judíos, que implicaba el desangramiento de la bestia.

Hitler era rigurosamente vegetariano, según nos cuenta Siegmun Ginzberg en su libro “Síndrome 1933”. Consideraba a los judíos como unos inmundos comedores de carne. Carroña que se alimentaba de carroña. En la propaganda nazi, la compasión alemana por los animales contrastaba con el horror que mostraban con la supuesta crueldad atávica y genética de los hebreos. El periódico Der Stürner, de tendencia nazi, publicaba artículos en los que se describía a los judíos del este (los inmigrantes de hoy) como sombríos individuos que sacrificaban a los animales, e incluso a inocentes niños cristianos desnudos, para aderezar con su sangre el pan ácimo del Pésaj.

Todo aquello venía a cuenta de la famosa frase de Goebbels de que una mentira repetida una y otra vez se convierte en verdad, pues lo que importa no es su veracidad ni su verosimilitud, sino las emociones que despierta. Por esto los nazis de entonces fueron maestros en el arte del control de las masas a través de la radio y de los grandes actos propagandísticos. Al igual que los nazis de hoy son maestros en este control a través de los algoritmos de las redes sociales, que buscan llamar nuestra atención, para engrosar los ingresos de sus propietarios a través de la propaganda.

Como nos explica Ginzberg en su libro, de manera casi profética, los acontecimientos actuales son casi una copia de lo que ocurrió en la Alemania de los años 30. Entonces Hitler era “el símbolo del cambio, de la renovación, de la revolución”. Al Hitler consagrado en 1933 no se le vio venir. En 1932 se celebraron las elecciones al Reichstad el 31 de julio. El Partido Nacionalsocialista obtuvo el mejor resultado en unos comicios que aún eran libres y democráticos. El centro y la izquierda sumaban más votos, pero se mostraron incapaces de ponerse de acuerdo.

Leon Blum, líder de los socialistas franceses, estaba convencido de que había en Alemania peores personajes y más reaccionarios que Hitler. Lo decía el 3 de agosto de 1932 en Le Populaire. En 1943, la república de Vichy lo procesó y entregó a los nazis, que lo encerraron junto a su mujer en Buchenwald. Es decir, lo que exponía este dirigente político socialista en 1932, como explica Ginzberg, eran los mismos argumentos que algunos esgrimen hoy para explicar el consenso en torno a Donald Trump.

George Lakoff es profesor emérito de la universidad de Berkeley. Y uno de los mayores expertos en lingüística y en comunicación política. En su día escribió un libro que se hizo famoso en todo el mundo: “No pienses en un elefante”. Es un demócrata convencido y, ante la victoria de Trump, ha escrito un manifiesto, muy práctico, sobre cómo podemos defender la democracia (y protegernos nosotros mismos) frente al autoritarismo, titulado “Cómo mantener viva la democracia en 2025”, que puede encontrarse fácilmente en internet, y que aconsejo a mis lectores. Los mensajes, cortos, pero contundentes, que lanza son muy pedagógicos e ilustrativos.

En general hace llamamientos a ser valientes, empáticos y proactivos. También a no perder de vista el panorama general o a fomentar las conexiones reales y evitar la intoxicación mental y las mentiras. Para ello considera esencial apoyar a la prensa auténtica. Pero lo más importante es su llamamiento para aprender de la historia, pues el autoritarismo, la oligarquía y la tiranía no son nuevos. También considera importante apoyar a los artistas y las artes. Y sobre todo, hace un llamamiento a cuidarnos, porque salvar la democracia requerirá mucha energía, pasión y resistencia.

Lo importante es tener en cuenta que los gusanos, para la extrema derecha, no son solo los inmigrantes. También los homosexuales, los rojos, o las personas trans. En general todos lo que ellos alinean dentro del denominado pensamiento woke.

Ante ello, es muy conveniente rebelarse, siguiendo para ello el último consejo de Lakoff: ¡Persiste! La persistencia es la mejor resistencia.

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