La soberanía europea
El próximo 9 de mayo se celebra el Día de Europa.
Como ya he señalado en otros artículos anteriores, en estas décadas se ha avanzado mucho en el proceso de integración de los estados europeos, de forma que en la actualidad hemos conseguido construir una estructura de tipo confederal (la soberanía sigue residiendo en los estados).
Pero la Guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de que todo el bloque actúe unido frente a las amenazas externas que nos acechan.
En este contexto se ha producido la “Declaración de Versalles”, en donde se reafirma la necesidad de alcanzar nuestra soberanía como medio de asegurar nuestro futuro y nuestro modelo de vida y convivencia.
Esta soberanía se basaría en tres elementos principales: defensa, energía y economía.
Parece claro que es necesario una Unión más fuerte y más capaz en el ámbito de la seguridad y la defensa, incrementando nuestra capacidad de actuación autónoma, en defensa de nuestros legítimos intereses en el mundo. En ningún caso se pretende sustituir a la OTAN, sino complementarla, puesto que sigue siendo el pilar de la defensa colectiva de Europa. Seguimos necesitando a Estados Unidos a corto y medio plazo.
Para ello, los estados se han comprometido a incrementar el gasto militar para modernizar nuestros ejércitos y el nivel tecnológico de la industria armamentística europea. Se abren nuevos tipos de guerras (drones, misiles balísticos hipersónicos, guerra espacial, ciberataques, etc) a los que hay que hacer frente.
Otro elemento importante es la soberanía energética.
Como se ha puesto de manifiesto, no podemos depender del exterior para nuestro abastecimiento. Esto va a provocar una aceleración en la transformación de nuestro modelo productivo hacia la eliminación del consumo de combustibles fósiles, el cual se proyectaba conseguir completamente en 2050 y ahora el objetivo parece ser para finales de esta década, empezando por una diversificación de las fuentes de suministro (adiós Rusia)y un incremento de las energías renovables, el uso del hidrógeno y la interconexión energética.
El tercer pilar de la soberanía se refiere a la economía, con la reducción de nuestra dependencia estratégica en áreas de suministro de materias primas (litio, cobalto, etc.), telecomunicaciones y nuevas tecnologías (semiconductores, inteligencia artificial, redes 5G,…), sanidad (muy importante como se ha puesto de manifiesto con el COVID) y alimentación.
En el caso de la alimentación, no se va producir desabastecimiento (la Política Agraria Común genera algunas situaciones de desequilibrio, pero asegura el abastecimiento alimentario de toda la población europea), como desgraciadamente le está pasando a los países en vías de desarrolla, pero sí tiene consecuencias en la capacidad económica de las familias europeas.
En el orden geopolítico mundial, los estados miembros de la Unión Europea tenemos un peso muy limitado de forma individual (unos más que otros), pero el conjunto conforma una potencia de nivel mundial, capaz de influir y actuar en las relaciones internacionales, siempre en defensa de nuestros legítimos intereses. En este sentido, es necesaria esta fuerza para poder tener capacidad de “diálogo” con las otras grandes potencias mundiales (Estados Unidos, China).
Como consecuencia del conflicto bélico de Ucrania, previsiblemente se producirán cambios en el orden mundial, como una cierta desglobalización económica, el crecimiento de China como potencia mundial en detrimento de Rusia (China “acogerá en su seno” a muchos estados que antes eran protegidos por Rusia), o un incremento de la cooperación de todo el mundo occidental (Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Sudamérica, …).
En resumen, si queremos seguir siendo el ámbito geográfico mundial en donde se alcanzan los mejores niveles de calidad de vida colectivos (políticos, sociales, económicos), debemos asegurar nuestra soberanía, y esta declaración es un buen paso en ese sentido.
Ahora solo queda que no pase como en otras ocasiones, que tras una situación de grave crisis se prometan grandes cambios que se van diluyendo con el tiempo según disminuye la intensidad del problema.