La Toma de Granada

Como cada 2 de enero desde el año 1516, fecha en la que se institucionalizó la celebración de esta fiesta por deseo del Rey Fernando El Católico dictado en su testamento, se ha celebrado esta fiesta este año.

En una colorida ceremonia, el concejal más joven del Ayuntamiento de Granada grita tres veces «¡Granada!» y la gente responde cada vez: «¿Qué?». A esos gritos coreados, le siguen las palabras del ritual que solemnemente proclama el concejal: «Por los ínclitos Reyes de España don Fernando V de Aragón y doña Isabel I de Castilla. ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva Andalucía! ¡Viva Granada!».

El ceremonial se mantuvo prácticamente sin cambios durante los siglos posteriores, pero durante el siglo XIX sufrió modificaciones según el cariz ideológico del gobernante de turno. Por ejemplo, en 1873 durante la República Federal, el edil Garrido Pérez introduce en la proclama nuevas consignas: «¡Por la ciencia, por la cultura, por la fraternidad, por la ilustración del niño, la emancipación de la mujer y la redención del obrero!». En el extremo opuesto tenemos la utilización de la Fiesta de la Toma por parte de la Dictadura franquista como un elemento propagandístico de la construcción de la Identidad Nacional española basada en la unidad indisoluble de la Nación con la Fe cristiana (nacional-catolicismo). Tras la restauración democrática, de nuevo el ceremonial ha vuelto a sufrir periódicas modificaciones para adaptarlo a los nuevos tiempos y mentalidades.

Sin duda, la toma de Granada es un hecho histórico de trascendencia no solo para la construcción de la actual España, sino para toda Europa. La conquista de la ciudad fue celebrada en toda Europa.

Este año como en otros anteriores desde los años 80 del siglo pasado, junto al grueso de las asistentes al acto, más interesados en el acto festivo que en cuestiones accesorias, se dispusieron grupos minoritarios de concepciones contrapuestas en cuanto al significado de esta conmemoración.

Por un lado, tenemos a los grupos de la ultraderecha nacionalista españolista que sueñan con la reinstauración de la obscura España Imperial del Nacional-Catolicismo.

En el extremo opuesto, tenemos a los grupos de la extrema izquierda independentista andaluza que promueven la abolición de la celebración. Llegan a decir que “los pueblos no deben celebrar sus derrotas”.

Hay que señalar también la existencia de colectivos dentro de la izquierda granadina que se oponen a la celebración del Día de la Toma, identificándolo con un acto xenófobo y fascista, y piden cambiar este día de fiesta por el día de Mariana Pineda.

Sinceramente, la Toma de Granada es un evento histórico mucho más importante que la figura de Mariana Pineda, con todos mis respetos hacia ella.

Tal y como he señalado anteriormente, independientemente de la interpretación sesgada que se haga del significado de la conquista de la ciudad de Granada, la Toma fue un hecho histórico de enorme trascendente para lo que posteriormente ha llevado a construir la actual España y Europa. Por eso, creo que se debe de conmemorar y celebrarlo festivamente, sin torticeros y tendenciosos planteamientos extremistas.

Es verdad, que tras la conquista del Reino de Granada se produjeron las injustas expulsiones de judíos y musulmanes de estas tierras, y la persecución de los “nuevos” cristianos. Pero no podemos juzgar el pasado con nuestra moderna perspectiva de los derechos humanos y la democracia.

Es algo absolutamente inadmisible desde nuestro actual punto de vista (al igual que las actuales limpiezas étnicas y religiosas que sufren los cristianos en África y Oriente Medio, los musulmanes rohinyas y uigures en Myanmar y China, los budistas tibetanos,…), pero en aquella época era una práctica relativamente habitual (recordemos como los almorávides y los almohades deportaron al norte de África a los mozárabes cristianos durante los siglos XI y XII).

Desde aquí manifiesto mi total repulsa por estos hechos.

Respecto a identificar esta fiesta con la celebración de una derrota del pueblo andaluz, estoy completamente en desacuerdo. Los granadinos actuales procedemos fundamentalmente de las repoblaciones de cristianos “viejos”, que vinieron a estas tierras a buscar una vida mejor. En mi caso, mis orígenes familiares estarían unidos a personas procedentes de León y de Aragón que se asentaron en el Valle del Padul, Lecrín y la Contraviesa en el siglo XV.Y al igual que los granadinos en su conjunto, los actuales andaluces procedemos de las repoblaciones de cristianos venidos de más allá de Despeñaperros, pero no somos descendientes de los expulsados moriscos o judíos que habitaron estos lares previamente.

Finalmente, quisiera referirme a las actuales peticiones de perdón por hechos sucedidos en el pasado. Creo que es puro postureo, más destinado a tranquilizar los pensamientos atormentados de las buenas almas que a una efectividad real, si no va unido a la reparación directa social, económica y de derechos del daño infligido a la persona afectada, el cual en la inmensa mayoría de las ocasiones es imposible de realizar.

Además, creo que los hijos no son culpables de los pecados de los padres. Yo no soy culpable de lo que pudieron haber hecho mis antepasados.

A este paso, los Homo Sapiens deberemos pedir perdón a los Neandertales por su extinción.

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