La vida sigue
Hace tan solo unos días no hubiera imaginado que comenzaría mi columna dedicando un par de párrafos a Almudena Grandes, ignoraba que padeciera cáncer y su muerte, como a tantas personas que la admirábamos, me ha impactado de tal modo que me cuesta asimilarla. Pero las implacables Parcas se han llevado su cuerpo y aunque nos nieguen así nuevas historias suyas, su alma y su pensamiento han quedado impresos para siempre, por eso seguirá latente entre nosotros, como Cervantes, Quevedo o Machado. Que la tierra te sea leve, buena mujer.
Pero como decía aquella canción de Julio Iglesias:… las obras quedan las gentes se van, otros que vienen las continuarán… No, no seré yo quien dé continuidad a la obra de tan insigne escritora, no voy a pecar de pretencioso, pedante y mucho menos de apócrifo. Pero me pregunto, y es sobre lo que tenía en mente escribir hoy, qué hubiera opinado acerca de los acontecimientos que se han desencadenado en este país y que al menos yo de alguna manera relaciono, y creo no ser la excepción. Me refiero, no solo a la huelga de los trabajadores del metal en Cádiz, sino a la posterior respuesta policial, al apoyo de la gente a los manifestantes, a las distintas perspectivas que los tertulianos de las ondas ha dedicado al asunto, a la utilización política por parte de los mezquinos próceres y a la demonización de los obreros desde algunos medios de esos que ya nos tienen acostumbrados a la manipulación de las noticias, y cómo no: a las protestas de Jusapol por la reforma de la llamada Ley Mordaza y el posicionamiento de algún que otro líder político al lado de las “fuerzas del orden” y enfrente, se me antoja, del populacho, del vulgo, de la “chusma”, entre la que por defecto me incluiré para decir que llevamos clamando por esta ansiada reforma; me gusta más derogación, para que la balanza de la ciega Justicia recupere en parte el necesario equilibrio que precisa todo estado de derecho que aspire a conservar ese título.
Vamos por partes, que estoy tardando lo indecible en redactar y a medida que lo hago se suceden hechos y crece mi indignación. Sobre la huelga, llamaron mucho mi atención unas palabras de Pablo Iglesias acerca de la intervención de cierto cuerpo policial y la tanqueta que pusieron a patrullar las calles:… «Antes cuando estaba en el Gobierno no lo podía decir, pero ahora sí que puedo…» Perplejo y atónito quedé, cómo pueden las situaciones alterar tanto un discurso, qué fue de aquel estudiante de Políticas que a cada momento insertaba la palabra “casta” para definir a nuestros gobernantes.
Más tarde, algunos medios tendenciosos mentían vilmente sobre una parturienta a la que los manifestantes obligaban a parir en la calle. Además, apoyado el bulo por el consejero de Sanidad, deleznable. Tanto como algunas imágenes en las que se podía ver a la Policía aporreando con saña a unos huelguistas que solo trataban de defender sus derechos laborales, tan legítimo acto, e idéntico, al que unos días después esos mismos policías, se daban a reivindicar, sin que por ello nadie; tendría que ser un compañero, claro, los golpeara o mantuviera a raya a fuerza de escudo y empujones. Legítimo, repito, salvo por llevar apareada la demanda de seguir conservando, lo que a mi juicio, son una serie de privilegios que dejan en muchos casos a la ciudadanía indefensa de esos que se arrogan nuestra defensa, paradójico.
Y qué decir de Casado, Abascal y compañía, haciendo uso una vez más de su aprehendida estrategia para valerse de esa sarta de esbirros, granjearse su voto, dividir al electorado más de lo que ya está y sacar su rédito político. Entre tanto barullo he leído a algún miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, desmarcarse con orgullo de esta reivindicación, por este y otros como él me quito el sombrero, que un funcionario está para servir al ciudadano y no para aupar al poder a estos eternos aspirantes a estadistas; recuerdan a los pretorianos que tras matar a Calígula nombraron emperador a Claudio.
Y en este maremágnum de sucesos, una variante del Covid, el volcán de La Palma, la frontera bielorrusa y qué sé yo cuánta catástrofe más en todos los informativos. Y para acabar, le niegan a Almudena Grandes el título de hija predilecta de Madrid, con los votos en contra de la derecha, claro, alegando, según el alcalde de la Villa, ese mismo que como todos sus conmilitones se sigue sirviendo de las víctimas del terrorismo para hacer su asquerosa política, que no está bien servirse de los difuntos para fines meramente políticos. En fin, la vida sigue.