Las derechas de Sodoma y Gamarra
En el siglo XXI, las derechas hispánicas aún conservan su papel de reserva espiritual de Occidente. La leyenda de Sodoma y Gomorra cuenta que ambas ciudades practicaron la crueldad y la falta de hospitalidad con los extranjeros, como las derechas. También dice que los pecados de Sodoma se relacionaron con la propiedad, la riqueza… y el sadismo: usando la «cama de Sodoma» como medida amputaban la parte que excediera de ella a los visitantes más altos y estiraban a los más bajos hasta alcanzar la medida.
Cuenta el Génesis que el pecado en Sodoma y Gomorra fue de tal gravedad que Dios ofreció a Abraham no destruirlas si había en ellas diez justos. Cuando sus habitantes supieron de la llegada de dos ángeles como si fuesen extranjeros, los quisieron violar, por lo que los ángeles sacaron del lugar a Lot y a su familia antes de su destrucción. Ezequiel 16:49 dice que fueron destruidas las ciudades por su orgullo y por no ayudar al pobre y, en Mateo 11:23, Jesús dice que lo fueron por falta de hospitalidad.
Las derechas españolas cometen los citados pecados y todo el catálogo. En la anterior crisis, el PP utilizó la «cama de Sodoma» para recortar servicios y derechos a la ciudadanía a la vez que estiraba los beneficios de empresas y bancos. Andrea Fabra llegó a pedir, desde su escaño, sodomizar a los parados: «¡que se jodan!», dijo. Las derechas han dado muestras de trato inhumano al extranjero. Y al nacional. ¿Hay diez personas justas en el Partido Popular o en Vox, o debería ilegalizarlos algún dios justo?
Casado instaló a su corrupto partido en una estrategia apocalíptica con la seguridad de que el miedo da votos. Prestas las derechas a derribar las murallas del progreso, a falta de bíblicas trompetas, cuentan con la desafinada megafonía de Cuca Gamarra y el disco rallado de la derecha fascista. Feijóo no es orador, tampoco Rajoy, por lo que Alberto ha mantenido a Cuca en el puesto de pregonera para que vocifere en su nombre los bulos y la manipulación servidos desde la FAES de Aznar y la Puerta del Sol de Ayuso.
Mientras los de Ayuso y Abascal buscan usar de nuevo la «cama de Sodoma» para joder a España, a los españoles, a la Constitución y a la Democracia, Gamarra pregona el Apocalipsis, como el camión del tapicero o la voz electrónica que agradece la compra de tabaco. Es la perrita faldera a la que no le importa el cambio de dueño en la perrera con tal de tener hueso y pienso garantizados gracias a su destreza para modular y adaptar sus registros a ruedas de prensa, entrevistas o escaño del Congreso.
A pesar de lo que proclaman esta vendedora de crecepelo y el jefe de la clase empresarial, el dicho “siempre hubo clases” sigue vigente. Cuca es un exponente de cómo una burguesa de colegio privado y apellido compuesto escala sin esfuerzo en la casta política desde un escaño municipal hasta la cúspide corrupta y autoritaria de su partido. Hay que tener mucha clase para sostener el Vuitton mientras se observa con pasmosa calma el vuelo de navajas traperas y de sobres en B que hay en su partido.
La señora Cuca Gamarra niega las clases y su lucha, ella, que apuesta sin dudar por empuñar el megáfono en defensa de su clase, su casta, contra viento y marea. Cuca, altavoz sin mesura, ataca a quienes ella y su partido consideran personas de clase inferior: trabajadoras, parados, mujeres, pensionistas, personas LGTBi, rojos, ateas, emigrantes y extranjería pobre. Gamarra, vocinglera pertinaz, quiere hacer creer al mundo que España será la Sodoma 3.0 si los ángeles venidos del extranjero no son violados.