Los Reyes Magos no son los padres
Dicen que revelar a la infancia la verdad sobre los Reyes Magos es someterla a la peor de las crueldades, asesinar sus ilusiones y su inocencia, poco menos que destrozar sus vidas irremediablemente. Encaja mal esta creencia con la bondad intencional de educar a la ciudadanía alejada de la mentira, grave conducta castigada por la ley humana, artículos 458 a 462 del Código Penal, y la divina, octavo mandamiento. Educar en la mentira de los reyes magos es un delito y un pecado amnistiados socialmente por tradición.
En los aciagos tiempos de pobreza y hambre que trajo el golpe de Estado de Franco, los Reyes Magos eran una mentira piadosa con la que casi todas las familias justificaban la imposibilidad no ya de adquirir regalos, sino de servir una comida decente en sus mesas los días más señalados de las fiestas navideñas. Los padres hacían magia para convertir cualquier objeto cotidiano en regalo inesperado y agradecido. El lujo, cuando era posible, se limitaba al papel del envoltorio que era retirado con cuidado para ser reutilizado.
El aprendizaje del engaño a tan temprana edad acaba haciendo que forme parte de la mochila que cada individuo cargará a lo largo de su vida. La mentira está ahí, agazapada y atenta, como las camisas que las serpientes renuevan anualmente. A veces se instala de tal manera que la propia persona afectada por ella no es consciente de que miente cuando habla, normalmente porque miente cuando piensa. De ahí derivan la perturbación de la convivencia entre las personas y numerosos daños morales y materiales.
Los Reyes Magos blanquean la mentira y de pronto las personas educadas en ella ven normalizados los bulos y las noticias falsas como instrumentos preferentes de la acción política. Igual que la infancia da por hecho que los Reyes Magos son reales, así una parte de la ciudadanía adulta da por hecho que ETA sigue en activo, que el PP no es corrupto o que un seguro médico privado le atenderá algo más que un resfriado o una diarrea, ya sea anal o mental. Apostar por un Rey Mago de derechas es apostar por el carbón como regalo.
La infancia, inmersa en las pantallas desde los 0 años, sabe que los reyes magos son Amazon, AliExpress, el centro comercial o el hipermercado más cercano, sabe que los padres juegan el mismo papel de toda la vida: atender el capricho y pagar. Y han descubierto el bonus de que abuelos, titos, padrinos, amigos de la familia y el sursuncorda hacen exactamente lo mismo. Con la saturación de regalos de Reyes, a la que se suma la mentira de Papá Noel, niños y niñas son los auténticos reyes y reinas de las casas.
Otrosí, la mentira viene acompañada de un narcisismo personal e intransferible que deriva durante la adolescencia en la idea autocomplaciente del “porque yo me lo merezco”. En casos cada vez más frecuentes, esta falsa concepción individualista del mundo lleva a la violencia contra los progenitores, contra el profesorado y contra cualquiera que cuestione los caprichos de la juventud. Es el caldo de cultivo ideal para lacras como el acoso escolar, la violencia pandillera, la violencia de los hinchas o la violencia machista.
Mire usted al niño o la niña que tenga más a mano entre sus familiares y amistades, anote en una lista los regalos que ha recibido en Nochebuena y Reyes, sorpréndase de la cantidad, calidad y cualidad de los mismos, calcule por encima el dineral gastado, observe cómo disfrutan los destinatarios más pequeños con las cajas de los juguetes y hágase una idea de porqué actuarán de mayores de forma déspota, egoísta, consumista, capitalista. Piense que los padres no son los Reyes Magos: son el último mono.