Makaya McCraven: Improvisando el mensaje
El concierto inaugural de la trigésimo quinta edición del Festival Jazz en la Costa resultó un feliz ejercicio de improvisación ante los imponderables. Pero es que precisamente ese término, la improvisación, es la esencia del Jazz, si no existiera hablaríamos de envarada música clásica. Por eso aquí no hay dos noches iguales, aunque la de ayer, los implicados no la olvidarán fácilmente: lo que se presentaba como el combo del baterista Makaya, terminó siendo más bien el estreno del trío del guitarrista Matt Gold. ¿La causa? Que el descontrol aéreo dejó en tierra al trompetista Marquis Hill, reduciendo las voces solistas prácticamente a una en un combo que además también suele sonar con saxo. Así las cosas, lo que debía ser una rutinaria prueba de sonido a media tarde se convirtió en un ensayo a tres bandas, para rehacer el repertorio. Y reducirlo, ya que el concierto apenas sobrepasó los 80 minutos.
A Makaya los programas de edición un estudio de grabación le gustan con locura, no hay más que ver su liosa discografía con mezclas y remezclas, suyas, ajenas y ‘mixtapes’ variadas. Sin embargo en directo no hay añadidos ‘de bote’, optando por lo más orgánico y, en su caso sudoroso. Apenas un patrón que pudiera recordar la escena House de su Chicago, varios solos en espiral repetitivo y nada de efectos especiales ni espaciales que no tuvieran tracción manual sonaron.
Comenzó y terminó con ese disco de reorganización de clásicos que le ha traído por aquí ‘Deciphering The Message’; descifrando el mensaje de los antiguos y (en disco) revolviendo los músicos de cuerpo presente con los ausentes. En Almuñécar no había mucho margen de maniobra y el ‘Franks Tune’ (original de Jack Wilson, 1968) dejó salir su swing con absoluta pureza, como la otra cita a sus sabios ancestrales: ‘Sunsets’ (Kenny Dorham, 1961).
Sin ecos ni tratamientos, el baterista recoge la funcional marcialidad de Art Blakey, eficaz y nada disruptora, que, a pesar de un par de solos efusivos y rotundos, de los de partir baquetas, juega en equipo aunque no tuviera suplentes. Así las cosas, Matt Gold se llevó la parte del león. Guitarrista de notable capacidad de abstracción, paisajes sonoros variados y espaciosos, florituras innovadoras de improvisación con rica armonía, tiene un timbre de voz que trajo a la memoria a Larry Coryel (por cierto: tiene carrera propia como ‘cantautor’). El concierto fue suyo directamente.
Tras presentar varias piezas no grabadas aún, la noche tendía al paisaje y los momentos templados, por momentos parecía el concierto de plácido Smouth, con unas dinámicas infinitas hacia abajo, sobre todo, hasta rozar el silencio. Se despidieron volviendo de nuevo a sus mayores, con un circular ‘Autumn in N.York’ de Kenny Burrell (1958).
En ‘sesión golfa’, como todas las noches, el grupo Costa Jazz continuó la velada, convirtiendo cada una de sus apariciones en una Jam, en este caso junto con los músicos de Mulatu Astatke que se subieron a tocar.