Medio pan y un misil

En 1931, Federico García Lorca hacía un discurso en Fuente Vaqueros, con motivo de la inauguración de la biblioteca del pueblo, donde pronunció la frase “Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”. Estas palabras tienen una colosal carga revolucionaria, al colocar la cultura en la base misma de la pirámide de Maslow.

A lo largo de la historia, el control de la cultura y el conocimiento ha sido objetivo prioritario de las minorías dominantes para imponer sus dictados y sus pensamientos desde el ejercicio del poder. Cuando ese ejercicio ha sido absoluto, y violento, el control de la cultura y el conocimiento ha consistido en alimentar hogueras con libros y personas disidentes.

A lo largo de la historia, se han empleado diferentes palabras para aludir a esta forma de poder: cesarismo, absolutismo, totalitarismo, dictadura, fascismo… y todas han llevado aparejado el desprecio, la animadversión, la persecución y la destrucción de las expresiones culturales y del conocimiento.

A lo largo de la historia, en periodos democráticos (en contraposición a los totalitarios), se ha constatado que las sociedades progresan en todos los ámbitos. Pero se da la circunstancia de que la Historia compendia las luchas entre fuerzas contrarias y favorables a la cultura y el conocimiento, bien de forma incruenta (pugna entre fuerzas progresistas y conservadoras en democracia), o cruenta (imposición por las armas: guerras y golpes de estado).

En tiempos de crisis y de pandemias, asoman las hambres en forma de carestía, especulación, subidas de precios, ansiedad…, saltan los resortes que generan agresividad y se eleva el ardor guerrero de la ciudadanía. En situaciones de crisis prolongadas (llevamos así desde 2008) la guerra es postulada como solución por aquellos que precisamente provocan las crisis y son partícipes a título lucrativo de la industria de la muerte y la devastación: los poderes económicos.

Desde 2014 hay problemas de armas e intereses en Ucrania y no hace un mes que se le han puesto nombres al problema: guerra, invasión… En menos de un mes han vuelto los fantasmas de la Historia: muerte, sufrimiento, dolor, destrucción, devastación, carestía… negocio, especulación, armas, dinero… y fuego, hogueras.

Es indudable que los bombardeos de Rusia son hogueras donde arderá buena parte de la cultura y el conocimiento de Ucrania. Como también es indudable que muchas de las medidas adoptadas por EEUU y Europa contra Rusia son asimismo hogueras donde están ardiendo la cultura rusa y el conocimiento ruso. ¿Aporta algo castigar a rusos y rusas, no a Putin, relacionados con las artes, el deporte, la educación, la ciencia…? Cancelar conciertos, cerrar exposiciones, expulsar a estudiantes y profesores, vetar a deportistas… es una forma de hacer arder la cultura y el conocimiento en nombre de la ¿democracia?

Es sospechoso que, hace pocos años, Trump fuese amigo del alma de Putin, enemigo de China y que exigiera invertir en armas a los socios de la OTAN. Sospechoso, y peligroso, porque es lo que se está haciendo a tres semanas del inicio de esta guerra. El PsoE, en su línea «OTAN, de entrada no», ofrece a la desvalida y hambrienta sociedad, como el resto de Europa, medio pan y un misil, con el aplauso conservador de las derechas incendiarias, la radical y la fascista.

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