Movimiento constante
Ojeaba hace unos días la prensa escrita mientras desayunaba en una cafetería, a la vez que desviaba mi atención hacia el mudo televisor que emitía la guerra de Ucrania en directo, donde titulares de lo más diverso se deslizaban en el inferior de la pantalla. Tuve que desechar el diario y hasta las noticias que un par de horas antes había escuchado en la radio. La información, veraz o no, circula de un modo tan frenético que recordé una frase oída en cierta ocasión: Eres más inútil que el periódico de ayer.
La manipulación mediática es tan ancestral como la tradición oral, la literatura o las leyendas, pues todos los cronistas en sus diferentes épocas estuvieron al servicio del gobernante de turno y recogieron los hechos desde su perspectiva e interés.
A finales de la década de los 70 del siglo XX se nos alertaba de la escasez de petróleo, las reservas mundiales se agotaban, se sobrevenía un apocalipsis. En agosto de 1990 Irak invadió Kuwait y se contaba que tan diminuto país, una mosca en el mapamundi, albergaba bajo su suelo lo suficiente para abastecer a todo el planeta durante cien años. Qué quieren que les diga, ni lo uno ni lo otro.
Como el casus belli que en 2003 sirvió para bombardear Irak y derrocar a Saddam Hussein, las armas de destrucción masiva, tan válido como en los que se ampararon romanos y cartagineses para iniciar cualquiera de las tres guerras púnicas, o el que haya expuesto Putin, si es que lo ha hecho, para invadir Ucrania. Todo conflicto bélico encierra en su origen un deseo de poder y riqueza, de satisfacer la codicia, de apropiarse de lo ajeno y someter al que de pronto señalamos como rival o enemigo. Es la triste realidad y después de milenios matándonos unos a otros, seguimos haciendo bueno el homo homini lupus, no aprendemos.
Hablando entre amigos hace poco mostraba uno de ellos su incredulidad ante los acontecimientos: ¿Tú te crees, lo que está pasando en pleno siglo XXI…? Pues sí, está pasando eso y más, lo que ocurre es que no se cuenta todo ni todo lo que se cuenta es cierto. Todavía vive gente que sufrió en Aushwitz las penurias del holocausto, eso que nos han recreado en el cine o hemos contemplado en blanco y negro a través de documentales. Hemos visto en televisión el devastador hongo nuclear y hasta hemos tarareado la canción de OMD, Enola Gay, alegato antibelicista del mismo título que el nombre del bombardero B 29 que dejó caer la primera bomba atómica sobre Hiroshima. No queda tan lejos la guerra de Vietnam, la de Afganistán, y eso por no enumerar la cantidad de territorios que permanecen en conflicto, destacaré tan solo a Siria, 10 años de guerra civil y suma y sigue. Soy optimista por naturaleza, pero debo decir que esto pinta feo, solo le estamos ahorrando trabajo al meteorito, vamos a dejar el planeta como un queso, pero la cosa es que lo dejamos y las especies que sobrevivan se van a quedar en la gloria.
Pero mientras llega el anunciado Apocalipsis podemos entretener el tiempo dándonos bocaditos unos a otros, o dentelladas, según anhelos u odios. Para no perder la costumbre, sigamos debatiendo nuestras irreconciliables diferencias, esas que nos presuponen mejores que el que tenemos al lado o nació en otro lugar, así lograremos que nuestro credo sea el único verdadero, nuestra tierra la mejor y nuestra raza la superior, por supuesto… Esto me lleva a pensar que tanta reivindicación no solicitada debe ser una demostración de fuerza generada por inseguridad propia, tal vez a causa de una amenaza fantasma, no sé, quizá como el maltratador que propina una paliza a su pareja para enarbolar una virilidad que nadie ha puesto en duda. O como el presunto espionaje que Pablo Casado, también presuntamente, no vaya a ser qué… Ordenó se efectuara sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid para obtener datos con los que atacarla en el supuesto de que ella iniciara hostilidades hacia su persona y su cargo. Que por cierto, qué habrá de cierto en todo esto. Qué mal estratega es usted, señor Casado, sentirse amenazado por una figura tan mediocre es para hacérselo mirar. Y qué suerte ha tenido España al liberarse del eterno aspirante a estadista que ya se postulaba para presidir el Gobierno, o no, ya se verá más adelante, que el movimiento es constante y el futuro incierto.