Nacer en tiempos de Covid
Si nacer es un paso hacia lo desconocido, un salto al vacío que la vida nos está pidiendo, sin que nos quede otra posibilidad que responder a ese impulso, sin que nadie nos asegure nada respecto de lo que vendrá, hacerlo en tiempos del COVID, es añadir incertidumbres a la incertidumbre que ya de por sí es venir a este mundo.
Pensarán ustedes que esta columna pretende reflexionar sobre los interrogantes que una situación como la que nos azota, plantea a quienes nacen en estos tiempos. Pues no. Lo que a estas líneas líneas aspiran, es a describirles la situación en que vienen a este mundo los bebés que están naciendo en Granada en esta segunda ola de pandemia.
Las matronas y técnicos en cuidados auxiliares de enfermería del Hospital universitario materno infantil Virgen de las Nieves ya no pueden más. La planta de obstetricia, compuesta por 18 habitaciones, destina doce de ellas para mujeres covid negativo, y cinco para mujeres covid positivo, dejando una habitación como control de enfermería, sala de trabajo, almacén y aseo del personal encargado de la atención del área covid. ¿Saben ustedes cómo se separan parturientas COVID de parturientas no COVID? ¡Con biombos! Unas barreras que, como todo el mundo sabe, son la mar de efectivas, para detener el virus.
Pero hay más. En el turno diurno solo hay un equipo compuesto por una matrona y una técnica en cuidados auxiliares de enfermería, responsables de atender a mujeres covid positivo; dicha matrona puede pertenecer a las áreas de paritorio o gestantes, con el riesgo de infección que ello supone.
Esta situación responde a que la planta de gestantes, es considerada zona de adaptación del puesto de trabajo, lo que se traduce en que si la matrona/auxiliar que realizan los cuidados de las mujeres covid positivo están de turno en la sala de gestantes, solo otra matrona y auxiliar asumen toda la carga asistencial del resto la planta, ya que el equipo de mañana solo consta de dos matronas y dos auxiliares.
Si la matrona que realiza los cuidados de las mujeres covid positivo procede de paritorio, las tres matronas restantes asumen toda la carga asistencial del área de partos. En el caso de que en paritorio haya una situación de sobrecarga asistencial, la matrona del área de urgencias subiría a la planta de gestantes a prestar los cuidados de las mujeres covid positivo, dejando a la compañera matrona de urgencias sola y exponiéndose a la posibilidad de un contagio.
En el turno nocturno disminuye, aún más, la plantilla en la sala de gestantes, quedando exclusivamente una matrona y una auxiliar que deben hacerse responsables de todos los cuidados de las mujeres ingresadas, ya sean covid positivas o negativas. Aunque excepcionalmente ha habido algunos turnos que han sido cubiertos por dos matronas, nuevamente ha podido darse la situación de matronas de otras áreas realizando cuidados a pacientes covid positivo … Una auténtica ruleta rusa para la infección de las profesionales.
Este preocupante panorama se agrava aún más, ya que hay personal de riesgo, catalogados por el servicio de Salud Laboral, trabajando en la sala de gestantes, sin poder atender las necesidades de tales pacientes, por lo que tienen que ser cubiertos por el resto de personal ubicado en otros servicios, lo que supone dejar en precario sus áreas de trabajo, generando situaciones en las que las profesionales se ven forzadas a trabajar, muy por encima de sus posibilidades.
Con ser muy grave semejante panorama, no es nada menor lo inadecuado de las infraestructuras, ya que no se dispone de habitaciones suficientes, en las que no se vea comprometida la seguridad de las demás mujeres ingresadas covid negativo y a la luz de lo que sabemos, no parece que sea una buena idea la proximidad entre embarazadas y parturientas infectadas y no infectadas.
Ante este estado de cosas, las profesionales no piden la luna, solo un poco de sentido común, como sería habilitar una planta de hospitalización específica para pacientes covid positivo, donde fueran atendidas por un equipo de enfermería independiente y se les pudieran prestar los cuidados necesarios con la seguridad requerida.
Lo curioso del caso es que, en la primera fase de la pandemia, se habilitó la quinta planta para atender a las pacientes COVID positivo, adaptando habitaciones con duchas y monitorización fetal centralizada. Sin que nadie ofrezca una explicación razonable ese sistema se ha cambiado, con lo que que supone de riesgo de contagio, ya que al no ser una planta covid no cuenta con las medidas de protección requeridas para tal fin. Porque convendrán conmigo que un biombo en el pasillo, no es el aislamiento más efectivo para garantizar la seguridad del personal y resto de gestantes ingresadas en la unidad.
Estas y otras consideraciones han sido planteadas por las profesionales del Materno a las autoridades sanitarias, sin que hasta el momento hayan recibido otra respuesta que la del eco, lo que nos confirma aquello de que el «sentido común es el menos común de todos los sentidos», al menos para los responsables de nuestra política sanitaria.
Seguramente este relato es solo la punta del iceberg de la pesadilla que nos ha tocado vivir, que está llevando al límite de sus fuerzas a nuestros profesionales y al de la incompetencia a nuestros gobernantes. Para justificar
la anterior afirmación basta echarle un vistazo a los escalofriantes datos que arroja Granada, cuya provincia superaba el martes los peores números de la primera ola de la pandemia, alcanzado el 1 de abril, cuando llegábamos a los 541 enfermos covid en los hospitales, mientras que antes de ayer registrábamos 543 hospitalizados, 71 de ellos en cuidados intensivos, con tasas de incidencia que en la provincia superan los 900 casos por 100.000 habitantes y en la capital se disparan por encima de 1.100, lo que nos coloca entre las cinco peores provincias de España, con 41 municipios con una tasa superior al millar.
El 15 de agosto «Richelieu» Bendodo presumía de que el coronavirus estaba «bajo control» en Andalucía y hace solo 20 días aseguraba, sin torcer el gesto, que habíamos entrado en «fase de estabilización». Lo que el virrey malagueño nos ocultó convenientemente, es que la Junta no ha hecho los deberes y que, aunque presumieron de contratar a 6000 rastreadores, apenas lo hicieron con 300, lo que se traduce en que nuestra comunidad autónoma sea de lejos, la que peor ratio presenta de población por rastreador, nada menos que 14.529 andaluces por cada rastreador, casi el doble que la media del país.
En definitiva, vista a la Andalucía a la que vienen y vistas las condiciones en que van a ver la luz, no es de extrañar que hoy por hoy, nacer en Granada sea una auténtica heroicidad, solo posible gracias a la profesionalidad y la generosidad en el esfuerzo de nuestros profesionales. No les pidamos además que se jueguen la vida a la ruleta rusa del COVID.
PD.- Las quejas de las profesionales parecen haber dado resultado y se ha incrementado el personal con dos matronas por turno de mañana tarde y noche.