Ninguna razón es tan poderosa como la emoción
“Ninguna razón es tan poderosa como la emoción”. Aunque no lo parezca la cita es del muy demócrata y promotor de la nueva “Reconquista”, Santiago Abascal. Por una vez estoy de acuerdo con él, aunque las emociones que yo siento, estoy seguro que son completamente opuestas, a las del jinete montaraz de las Españas.
Emoción. Enorme emoción me ha producido conocer cómo han sido las últimas horas de María José Carrasco; la enorme prueba de amor que ha demostrado su marido Ángel Hernández; la exquisita sensibilidad de la trabajadora del 112, dándole el pésame por teléfono, tras conocer el desenlace y el cariño del profesional del SAMUR acariciando sutilmente el cuello de Ángel, cuando abandonaba su domicilio.
Dudo mucho que cualquiera de esas emociones, hayan sido compartidas por el autor, de la cita que encabeza esta columna, o cualquiera de sus seguidores, para quienes Ángel seguro que merecería prisión permanente revisable, o cualquier otra barbaridad por el estilo.
Pero los hechos de hace una semana, también me han provocado otras emociones. Por ejemplo la indignación, al saber que Ángel salió esposado de su domicilio, o que tuvo que pasar esa noche en un calabozo de la policía; y es que la Justicia de este país, tiene un serio problema, cuando en lugar de terminar el día velando a su mujer, Ángel lo tuvo que terminar en una celda.
Estoy seguro que el autor de la cita que encabeza esta columna o cualquiera de sus seguidores, no solo no compartirán esa indignación, sino que de haber podido, habrían jaleado la detención de Ángel, a los acordes de cualquier himno patriótico.
Pero es que además la muerte de María José con las manos “prestadas” de Ángel, también ha sido capaz de despertarme emociones encontradas con respecto a mi profesión.
De un lado la más profunda náusea, hacia ese periodismo carroñero que siempre suele revolcarse en la peor condición humana; en este apartado Susana Griso se llevó la palma, al preguntar a Ángel, si había grabado los vídeos de las últimas horas de María José “para incidir en la campaña electoral”. Se puede ser más miserable, pero no se me ocurre como.
El amargo sabor de boca de la diva matinal, me lo quitó Gonzo, con uno de los reportajes más exquisitos, respetuosos y sensibles que se hayan visto, sobre un tema tan delicado como el que nos ocupa. Aquí se demuestra palmariamente que mientras algunos hacen periodismo, otr@s hacen cosas que nada tienen que ver con este oficio.
Estoy seguro que el autor de la cita que encabeza esta columna, o cualquiera de sus hooligans, disfrutarían enormemente con Susana Griso y … no saben quien es Gonzo.
Pero es que además, la muerte de María José pone de manifiesto, lo alejados que están nuestros políticos de la realidad de la calle. No hace mucho tiempo decía el “pimpollo” Pablo Casado, que el debate sobre la eutanasia no interesaba a nadie en este país, habitual recurso del cachorro de Aznar cuando habla de lo que ignora, que es casi todo. Ya hemos visto que vuelve a errar como acostumbra. Pero es que hace solo cinco meses, tanto PP, como Ciudadanos, bloquearon en el Congreso, la posibilidad de regular legalmente la eutanasia.
No sé a ustedes, pero a mi me llama poderosamente la atención que estos fervorosos defensores de la vida, lo sean tan solo para impedir el aborto y la muerte digna, pero no para garantizarnos una vida, merecedora de tal nombre, en todo el itinerario intermedio. A populares y ciudadanos, les importa un bledo nuestra sanidad, educación, dependencia o pensiones, el precio de la luz, o los salarios de miseria, siempre y cuando nazcamos y muramos como Dios manda.
No deja de ser también notable, que quienes cantan a voz en cuello “Soy el novio de la muerte”, pongan el grito en el cielo, cuando esa muerte de la que se dicen novios, sea invocada para poner fin a una vida que ya no merece llamarse como tal.
¿Ven como ninguna razón es tan poderosa como la emoción?