No es pandemia para viejos
Por si centenares de muertos diarios no fueran suficiente horror, esta pandemia nos sigue arrojando a la cara, situaciones tan dramáticas que hace solo un año nos parecerían inconcebibles. Condenar a no acceder a una UCIs a quienes contraigan el virus y tengan más de 80 años, es la peor de todas ellas.
Antes de ayer el hospital Virgen de las Nieves de Granada saltaba a primer plano de la actualidad nacional, por la estremecedora denuncia del presidente del Sindicato Médico de que los mayores de ochenta años ya no tienen opción de ser ingresados en su UCI, en caso de necesitarlo. Así de duro, así de cruel y así de inhumano.
Hace un año, cuando la pandemia nos asoló sin que apenas supiéramos nada de ella, ya conocimos instrucciones, incluso por escrito, que ordenaban no trasladar a los hospitales a internos de residencias de mayores afectados por la COVID. Conocimos también las durísimas decisiones que en muchos hospitales debieron adoptarse y que la postre suponían quien viviría y quien moriría. Pero eso fue hace un año, cuando la explosión del virus nos dejó sin camas, sin respiradores, sin mascarillas, sin EPIs y sin apenas herramientas para luchar contra esta pesadilla.
Hace un año nos dijeron que de esta pesadilla íbamos a salir mejor, a aprender de nuestros errores, a valorar la sanidad pública que salvó miles de vidas y a los sanitarios que se multiplicaron para conseguirlo, a contratar a más profesionales y rastreadores, a realizar más test y a salvar el verano, los puentes del otoño y la Navidad. Nada de eso ha ocurrido.
Las administraciones públicas han fracasado, olvidándose vergonzosamente de los profesionales exhaustos, a los que despidieron por centenares en cuanto los números, o sea los muertos, empezaron a bajar; se olvidaron de pagarles decentemente y de que sus salarios de miseria llevaron a muchos de ellos a emigrar a otros países. Se olvidaron de todas sus lágrimas de cocodrilo, cuando los hombres y mujeres de las batas blancas, eran el último salvavidas a que aferrarnos y por olvidarse, se olvidaron hasta de que nos dieron mucho más de lo exigible y muchos de ellos, perdieron la salud, e incluso la vida por salvar las nuestras.
Pero si la «amnesia» de las administraciones públicas fue vergonzosa, no lo ha sido menos, la de todos y cada uno de nosotros. Porque apenas apagados los aplausos de las ocho y los acordes del «Resistiré», hicimos de nuestra capa un sayo y nos olvidamos de las más elementales normas de prudencia que no se cansaban de recordarnos aquellos a quienes llamábamos héroes, pero a los que empezábamos a escuchar, como agoreros empeñados en fastidiarnos el veranito en la playa, el puente en la casa rural y la cena de Navidad … Y de aquellos polvos, estos lodos.
Mientras nuestros políticos se seguían tirando los muertos a la cabeza y nosotros estábamos encantados de nuestras terracitas, «tardeos», fiestas y botellones varios, llegó la segunda ola y sin acabar de superarla ya tenemos aquí la tercera, con nuestros sanitarios agotados y desesperanzados, las capillas de nuestros hospitales convertidas en UCIs improvisadas, miles de ingresos hospitalarios y centenares de fallecidos diarios.
Ni con el milagro de la vacuna en marcha, hemos sido capaces de sacrificarnos mínimamente y quedarnos en casa unas semanas más. Lo que antes de Navidad eran advertencias, ahora son trágicas realidades que han vuelto a llevar a nuestros hospitales a situaciones límite, como la que, con toda crudeza, denunciaba el martes el presidente del Sindicato Médico, Francisco Cantalejo, quien advertía que en Granada: «Ya no se ingresan en UCI pacientes con más de 80 años y probablemente se irá bajando de esa edad dependiendo de la demanda que exista”. Un aldabonazo que a miles de nuestros mayores, les habrá sonado como una sentencia de muerte en diferido
No tenemos derecho y no tenemos vergüenza ¿Se imaginan lo que para nuestros padres o abuelos, habrá supuesto escuchar semejantes palabras? ¿El terror a contagiarse y saber que no podrán optar a una cama UCI que les pueda salvar la vida? ¿La impotencia de escuchar a nuestros políticos que hay que viajar en Semana Santa, en lugar de que se han contratado los médicos y el equipamiento suficientes para poder ser atendidos si enferman?
Ya no estamos en la primera ola y sabemos a que nos enfrentamos. Si los casos se han vuelto a disparar, ha sido por nuestra irresponsabilidad y la cobardía de nuestros gobernantes, a la hora de tomar medidas que lo hubieran podido evitar. Y si nos hemos quedado sin medios, los culpables son quienes presumen de superávit contable, mientras malpagan a sus médicos, enfermeras y auxiliares y nos mantienen como la tercera comunidad autónoma que menos invierte en sanidad por habitante.
En caso de que una sola persona mayor de 80 años muriera por no haber sido ingresada en una UCI, los responsables políticos de esa gestión sanitaria deberían acabar en la cárcel. Si su incompetencia llega a los extremos que se están denunciando lo tienen fácil: pidan ayuda, pídansela al Gobierno, a la UME, a la UE, o al lucero del alba, pero no cometan la canallada de dejar morir por falta de una cama, a quienes tanto sudor han vertido para levantar esos hospitales, esas universidades y esos despachos desde los que ahora se toman decisiones tan canallas.