Opera bufa
Asistimos en estos días a todo un espectáculo de la confusión de los representantes del partido más corrupto de nuestra democracia, el Partido Popular, y de sus racistas y xenófobos socios de gobierno (aún), en muchas instituciones, VOX, a propósito del espectáculo montado por Puigdemont. Pataleta de adolescente mal criado, porque no lo iban a investir President de Cataluña. Pero la gracieta no ha estado en lo que ha hecho Puigdemont, que ya podía esperarse, sino en lo que han dicho los de Feijóo. Ahora resulta que el culpable de todo es Pedro Sánchez. Y ¿por qué no Rajoy, o el Juez Llarena, o incluso Isabel la Católica?
La ópera bufa es un subgénero de la ópera, normalmente con un tema cómico y que mediante sus recitativos más extensos y escritos en lenguaje más popular, pretendían hacerlos más inteligibles y cercanos al gran público. Según se explica en las enciclopedias, se desarrolló en Nápoles en la primera mitad del siglo XVIII. Lo que estamos presenciando en estos días, a propósito de la situación en Cataluña, es una especie de versión política de la ópera bufa, que pretende hacer más comprensible una situación que ya empieza a cansar a la ciudadanía. Pero también denota los intentos por seguir construyendo una realidad paralela, inexistente, tanto por parte de los políticos de la derecha española, como por parte de los políticos de la derecha nacionalista catalana.
Circulan por las redes declaraciones de políticos de esta derecha española, que si no fuera por las fechas en las que se pronunciaron, serían un síntoma claro de que habríamos vuelto a la normalidad democrática. Por ejemplo, el 28 de noviembre de 2016, Feijóo pedía claramente un Concierto Económico para Cataluña como el vasco. Pero también Juan Manuel Moreno, cuando aún no era presidente de la Junta de Andalucía, pedía que no se confrontara con el Gobierno de España, sino que se dialogara. Según él, esto es lo que debía caracterizar a la política del siglo XXI (cuando gobierna su partido, se le olvidó decir). Y lo más sorprendente fueron las declaraciones de la entonces líder de los populares en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, que sin complejos defendía mejorar la relación de Cataluña con España, incluso cambiando la Constitución, para establecer un nuevo cupo para Cataluña, que reconociera su singularidad.
Bueno, pues unos años más tarde, esto es justamente lo que se está haciendo en Cataluña. Comprender su singularidad e intentar darle forma en las leyes. Y además, dialogar con todos los grupos, para conformar un gobierno estable en esta parte de España. E incluso, el Partido Socialista quiere ir más allá y pretende andar los pasos para iniciar un proceso de federalización de nuestro país. Evidentemente, nada de esto será posible si no se organiza un amplio consenso político que posibilite la aprobación de las leyes necesarias. Pero esto es la política. Dialogar y buscar consensos. Es lo que el pueblo español quiere y ha expresado en las urnas, no dando la mayoría absoluta a ninguna formación.
Cada día que pasa, los catastrofistas de todo tipo se quedan con menos argumentos. Cada vez les quedan menos instituciones que manipular. Aunque se siguen aferrando al nombramiento de un presidente conservador en el Consejo General del Poder Judicial, pronto esto también se habrá solucionado. Es inadmisible que después de cinco años de bloqueo, sigan insistiendo en que los “suyos” controlen el poder judicial, quizás con la esperanza de que el tortuoso viacrucis que aún les queda por los juzgados les sea más liviano. O con el anhelo también de rapiñar, a cambio, alguno de los nombramientos que quedan por hacer de instituciones importantes como el Banco de España o la Comisión de la Competencia.
La normalización de las instituciones catalanas es la antesala de la normalización de la política española. Por esto están tan nerviosos y nerviosas los de la derecha. También porque ahora se empiezan a conocer contratos millonarios desde la Xunta de Galicia a familiares y allegados de Feijóo. Y estos son de verdad, no noticias falsas de portadas de tabloides digitales financiados por grupos de poder financiero. En septiembre nos volveremos a ver.