Palabras pervertidas
El DRAE despacha la palabra “Ideología” como el “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.”. Conviene tenerlo presente cuando se escucha a los de Abascal y Ayuso utilizarla de forma despectiva para desacreditar las propuestas sociales y políticas contrarias a los intereses de su propia ideología neoliberal reaccionaria. Personas sin ideas y colectivos sin ideario es el escenario distópico ideal para desarrollar el pensamiento único.
Jugar con las palabras es un ejercicio ideológico en sí mismo que el populismo de extrema derecha utiliza para imponer sus ideas a personas que renuncian al pensamiento como herramienta para el análisis y la interpretación de la realidad, cada día más numerosas. Es una consecuencia del deterioro y del subsiguiente descrédito de la Escuela Pública, garante del pensamiento crítico como base de la libertad individual y del bienestar común. Sin ideas ni pensamiento, no es posible hablar ni disfrutar de la democracia, tampoco de la libertad.
Presentar la ideología como una amenaza es algo propio de pensamientos autoritarios y totalitarios, enemigos de debates y dialécticas que no sean la de los puños y las pistolas (“El que pueda hacer que haga”). Afirmar, por ejemplo, que el feminismo (igualdad) es ideología, lleva implícita la afirmación de que el machismo responde a un statu quo de naturaleza divina y/o biológica que bajo ningún concepto ha de ser alterado. Lo mismo ocurre con otras ideas básicas del progreso social que la ideología conservadora etiqueta como ideológicas.
Las derechas, valiéndose de un imponente aparato mediático a su servicio y utilizando los métodos propagandísticos de Goebbels en las redes sociales, se han adueñado de las palabras como paso previo para apropiarse del Estado. Expertas en manipular realidades y crear neologismos ideológicos, han fabricado una palabra a partir del acrónimo M.E.N.A., dotándola de una carga semántica deshumanizante y criminalizadora de todo un colectivo de menores de edad a quienes niegan la presunción de inocencia del Estado de Derecho.
No es casual que el término “Política” sea otra víctima de estas ideologías populistas que practican la antipolítica, el autoritarismo, la dictadura. La ciudadanía compra su vocabulario falaz sin analizar significados ni pensar en los efectos secundarios y los daños colaterales de esta perversión léxica eminentemente ideológica. De pronto, quejarse del deterioro de la Sanidad Pública, de la criminal gestión de la DANA por Mazón, de los 7.291 cadáveres de Ayuso o de la Justicia militante, es política. Pensar y opinar es política, y delito, y pecado.
De nuevo, en el DRAE se define Política como la “actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo”, incluida la abstención en las elecciones como forma de hacer política que busca la antipolítica para optimizar el voto de sus afines que nunca fallan. El neoliberalismo del PP y el liberalismo del PSOE, ambos corruptos, han prostituido la política posibilitando que extremistas de Vox y los Alvise amenacen al Estado de Derecho como hicieron Hitler, Franco, Mussolini y Stalin.
Pocas palabras se han devaluado en la última década como “Justicia”, a partir de un insano ejercicio de praxis ideológica y política por parte de un gran número de sus señorías, hasta funcionar como sinónimo de sublevación, golpismo, rebelión, alzamiento o asonada. La objetividad está dejando de ser sinónimo de imparcialidad, neutralidad, ecuanimidad, integridad, rectitud, o moralidad. La contribución de sus señorías va dirigida a mancharla, a fijar en ella otros siniestros significados y a restarle el esplendor por militancia ideológica.