Pimpollos
En estos días previos a la constitución del nuevo Pleno municipal me traen a la memoria los prolegómenos del “Baile del Encantamiento Bajo el Mar” (véase el film de Robert Lee Zemeckis, “Regreso al Futuro” e interprétese en clave granadina), que se celebrará el próximo sábado día 15. Ni Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, Patrona de la Chana, cuya efeméride santoral se celebra precisamente ese mismo día, podrá impedir que el señor Pérez Ortiz, Sebas, sea el nuevo alcalde de Granada.
Mientras unos proclaman: ¡pero si Cuenca es con diferencia el candidato más votado y el triunfador del 26-M!, otros ya se preguntan: ¿volverá a repetirse la historia de hace 4 años cuando Paco se acostó siendo alcalde in pectore y se desayunó el día D apeándose del sitial edilicio apenas dos horas antes de la hora H? Mi respuesta a día de hoy es que sí, salvo que una intercesión poderosa de la Santa Protectora del barrio de Paco provoque al estilo de Zemeckis, una alteración en las coordenadas espaciotemporales.
Ante tal dificultad, pienso que lo más seguro es que la historia vuelva a repetirse. No porque en esta nueva ocasión lo quiera Luis Salvador, el principal implicado en el hacimiento del que haya de ser el nuevo regidor. El pimpollo de Ciudadanos podrá no querer, pero todo apunta a que se lo harán tragar desde las orillas del Guadalquivir o incluso desde más arriba. Esta es la razón por la cual es más que una probabilidad que Cuenca, el pimpollo socialista, se quede compuesto y desnoviado en el último momento, en lo alto de la escalinata de acceso al salón de baile. De este modo, el tercer pimpollo, el del Partido Popular, Sebas, será el elegido por Luis para ser elegido rey de la fiesta en la que tomará el cetro municipal y se tocará con el collar de primer regidor de esta muy noble, muy leal, excelentísima, nombrada, y celebérrima ciudad de Granada.
El pimpollo naranja (Luis), sabedor como lo es de que el momento del sortilegio está próximo a producirse, se habrá marcado su propia ruta. Lo ha hecho ya. Comenzó la noche electoral cuando comenzó a maniobrar para que sean otros por él los que tomen la decisión nupcial en la capital. Se ajustará disciplinadamente al guión, en especial el que le marque el gobierno autonómico. De este modo el pimpollo de Ciudadanos personalmente se ahorrará la dura escenita que le montaron los parientes del pimpollo rojo (Paco), hace cuatro años, cuando lo abandonó ante el mismísimo altar, en el instante preciso de prestar el consentimiento,
Lo que desde el pasado 26 de mayo hasta ahora hemos visto, solo son propuestas, juegos y escarceos de los tres principales pimpollos en liza, el rojo, el azul y el naranja, puesto que no caben más que dos posibilidades: una, o Sebas es alcalde; y dos, o Paco es alcalde. Cualquier otra proposición pasa por indecente además de improcedente y solo alcanzará el nivel de elucubración política sin visos de ser verdad jamás. Porque Luis no va a ser alcalde, por mucho que por la mente de alguien ruede la disparatada idea de que el pimpollo naranja se reparta el mandato municipal por mitad: dos años él y otros dos años el pimpollo elegido, el que sea, el rojo o el azul… ¿A qué no parece posible ni aquí sobre el papel que todo lo aguanta?
Así el estado de las cosas, el pimpollo “salvador”, nunca mejor calificado con su propio apellido, llevará ante el altar a uno u otro pimpollo pretendiente, pero él siempre será consorte en el mandato. Eso sí, la incógnita en este momento es saber cuál de los dos pimpollos alcaldables, el azul o el rojo, el rojo o el azul, será el elegido por el naranja. He ahí la cuestión.
El dilema de la decisión final entiendo que solo puede resolverse como ya he apuntado más arriba, en clave autonómica. Esto es, Juanma Moreno Bonilla y Juan Marín tendrán que demostrar cuánto de fuerte es su maridaje, y si lo es, que lo debe ser, dirán que aquí en Granada hay que arreglarse a la andaluza; que se acabaron los escarceos prenupciales; porque en cuestión de pactos, de Despeñaperros para abajo, esto ni es España ni es Alemania, es la Gran Andalucía. Así que los pimpollos azul y naranja o se arreglan o la persiana del negocio autonómico que se levantará todos los días con seis diputaciones provinciales y al cinco ayuntamientos grandes tirándole pedradas, caerá definitivamente más pronto que tarde. Así que a entenderse; y a entenderse a la andaluza, toca.
Que el pimpollo de Vox, el pimpollo verde, no le gusta al de Ciudadanos es cierto; pero no es menos verdadero que el cuarto retoño en pugna, el señor Miralles, no cuenta para nada que no sea sumar en favor de Sebas, por muchas reclamaciones que le meta ante la Agencia de Protección de Datos. Este vástago, este tallo nuevo y rosa por abrir, del partido de Abascal, está verde, pero que muy verde, como su lo está su cuadrilla de maletillas, hasta el punto que no podrían justificarse ante su electorado, que por sus remilgos hacia Sebas o por no saber lidiar las reticencias de Luis, permita por una vía u otra al pimpollo rojo, ser de nuevo alcalde.
Todo apunta a que aquí tendremos tripartito a la andaluza. Un gobierno “trifachito-trifálico” en deplorable argot de la ministra Dolores Delgado, que es como tildarán inmediatamente al ejecutivo que resulte de la triple alianza, PP-Ciudadanos-Vox, los otros dos pimpollos de la izquierda que se sentarán en frente. Y es que, aunque los tres tenores, los tres pimpollos, el azul, el naranja y el rojo no acaben de gustarse tanto como para un matrimonio para toda la vida, sí que celebrarán uno que dure hasta que la muerte los separe (nada tiene que ver que entre los contrayentes haya ya algún zombi).
¡Ah!, no crean que se me olvida el quinto pimpollo, que nunca hay quinto malo. El pimpollo morado, el de Unidas-Podemos, el señor Cambril que, en estos momentos previos a la celebración del “Baile del Encantamiento Bajo el Mar”, está demostrando cierta altura y buenos deseos, al haber pedido excusas por el resultado cosechado en los comicios, por guardar prudente silencio al no tener pretendiente que poder acompañar al tálamo nupcial y por hacer propuestas interesantes para una ciudad en cuyo futuro gobierno no va a rascar bola. O sí, solo si secundum lege al final gobierna la lista más votada, aunque lo veo muy difícil. Así que parece que aquí en Granada toca otra vez “regresar al futuro”.