¿Podría España ser comunista?
Cuando mucha gente se esfuerza en hablar alto y mal de algo o de alguien, conviene analizar ese algo y conocer a ese alguien. Pasó en la antigüedad con el pecado, tan denostado por tirios y troyanos que acabó excitando la curiosidad y suscitando el disfrute de no pocos vicios. Pasa hoy con el reguetón de Rosalía, denigrado al por mayor, sólo que en este caso, tras escuchar Motomami, coincido con quienes adolecen del cuestionable gusto lírico y musical que la encumbra en el dudoso Olimpo de los récords en la reventa.
Algo parecido, si la gente dedicara parte de su tiempo a pensar, milagro sería, podría ocurrir con el comunismo, atacado en tierra, mar y aire por las hordas de derechas. Pudiera suceder, cosa poco probable, que el personal leyera y descubriera que el maldito comunismo es sólo una teoría socioeconómica y no lo que sus detractores predican. Pudiera ser que alguien llegara a plantearse, con rigor y seriedad, pura utopía, si sería mejor o peor que el padecido dogma único capitalista.
Aducen los feligreses capitalistas menos fanatizados que el comunismo no ha triunfado en ningún país del mundo y suelen poner como ejemplo simplón la pobreza, la carencia de libertad y la falta de respeto a los Derechos Humanos en Cuba. Pudiera ser que alguien descubriera que tal pobreza tiene más que ver con el bloqueo yanqui y comparara esa libertad y esos DDHH con los del mundo capitalista. Pudiera ser que alguien cotejara la Sanidad, la Cultura y la Educación cubanas con las de países de la OCDE, mal asunto.
Adjudican los hooligans, adeptos, adictos, fanáticos y yonquis del capitalismo, los muertos habidos en Rusia, por diversas causas, al comunismo. Pudiera ser que alguien leyera la Historia y concluyera que en la Rusia zarista las hambrunas ya causaban estragos y que las personas aún eran siervos de la gleba medievales. Pudiera ser que alguien entendiera que la I Guerra Mundial, la guerra civil y la intervención de potencias extranjeras contra el comunismo, tras la revolución, destrozaron la economía soviética.
Alguien que estudie con imparcialidad la Historia de los siglos XX y XXI, conocerá los ingentes y tenaces esfuerzos económicos, propagandísticos y bélicos del capitalismo para evitar que el comunismo se postule como alternativa a su hegemonía. No hay región del mundo, ni periodo histórico, en que el capitalismo no haya metido mano, dinero y armas para promover golpes de estado, asesinatos selectivos o guerras en su beneficio. El capitalismo habita en el liberalismo, el neoliberalismo y, en su fase más salvaje, el fascismo.
La España liberal, neoliberal y neofascista, vitupera con furia al comunismo, y esto da que pensar. Tal ola de odio ataca a ideas y personas que apuntan al beneficio común, algo inédito desde hace más de ochenta años. Las derechas muestran en las crisis su desprecio por lo público y por los desfavorecidos, tildando de comunistas medidas que protegen al pueblo. Si Europa felicita al Gobierno y copia alguna de sus iniciativas, el capitalismo patrio se envuelve en la bandera y saca de paseo a ETA entre bulos y odios.
Pudiera ser que la gente se diera a pensar por sí misma, algo harto complicado, y analizara con honestidad a quienes odian al comunismo, gente mediocre y corrupta, pero con apoyo financiero, mediático, judicial y empresarial. Pudiera ocurrir que los y las comunistas pasaran de tener buenas valoraciones a obtener mejores resultados electorales. Para eso, cosa prodigiosa, ¡ojalá!, el personal debería usar la inteligencia y no dejarse embaucar. De suceder así, sería frecuente oír por doquier «Prefiero ser comunista”.