Presidente ¿Bonilla?
A tenor de cómo trata el presidente de la Junta a los andaluces, habría que plantear un referéndum para rebautizarlo. Tal vez un nombre acorde con el tratamiento de mierda que da a la Sanidad y la Educación Públicas, acorde con las heces que publica el BOJA y las que aguardan en el tintero, acorde con las excreciones ambientales perpetradas en Doñana, los Guájares, Coín, Trebujena, Sierra Nevada y ciudades donde el PP ha sentenciado carriles bici y arboledas, acorde con el detritus corrupto de su partido.
Moreno Bonilla se cree un político de nivel y gusta de pavonearse con el colorido plumaje de su cola desplegado cual pavo real en el palo de un gallinero: todo glamur, pero con patas y cola llenas de excrementos y podredumbre. En el PP, cada dos por tres, las conjuras malolientes elevan al poder a cualquier mindundi como él, presidente por accidente y fiel exponente de la realidad de un partido que, analizando las últimas décadas, va de mediocre en mediocre: Rajoy, Casado, Cifuentes, Almeida, Ayuso, Mañueco, Feijóo.
Moreno Bonilla es el gran beneficiado de la nueva anormalidad que vive Andalucía. No es un líder que haya destacado en nada, simplemente se ha subido a la tabla, cogido a las sucias manos de Ciudadanos y Vox, y ha aparentado surfear las olas como un campeón, aunque con manguitos en los brazos y encastrada la cintura en un patito hinchable. Dada la permisividad de que goza el PP en cuanto a mierda corrupta, en los primeros meses de gobierno en solitario ha dado muestras de porquería como para botarlo.
El electorado andaluz anda preso de una ola de coprofilia y gusta retozar en los purines y detritus que atufan hoy la geografía de Al–Andalus. Sólo así se explican sonados casos de corrupción como los de Marbella y Estepona donde se han premiado las prácticas execrables con mayorías absolutas. La flamante alcaldesa de Granada, llegada tras dejar un rastro de hedor a chanchullo delictivo en Fomento, sigue pudriendo instituciones como el Consejo Escolar de Andalucía donde se reparten cargos sus amigos.
A la Junta de Andalucía, ventilada la fetidez de los ERE, ha entrado el persistente tufo a Gürtel, Kitchen, sobresueldos, privatización, pelotazos, sectarismo y a todo lo que apesta en Madrid, Galicia, Murcia o Castilla y León desde que gobiernan. El PP apesta a azufre, por mucho que se bañe en el incienso de la Conferencia Episcopal, por mucho que la patronal lo perfume con esencias neoliberales y por mucho que los medios lo aromaticen con unas gotas de terrorismo vasco y un chorro de independentismo catalán.
La sonrisa de Moreno Bnilla es cínica, simbiosis de alegría y escupitajo, algo en apariencia dulce para blanquear el extremismo ayusista de Bendodo primero y de Sanz ahora, por fin compensado con una paguita tras décadas cruzando el desierto con Arenas. Sonríe para decir que se carga Doñana, que suelta millones a las empresas de sanidad y educación porque él lo vale con el aval de una mayoría absoluta. Por todo eso, se propone el nombre de Presidente don Juan Manuel Moreno Boñiga.