Privatización de la sanidad pública a toda vela

Dice el refrán que “el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra” y, sin duda, el aforismo se cumple a rajatabla, con mucha mayor frecuencia de la que sería imaginable en seres dotados con raciocinio y que supuestamente aprenden de la experiencia. Otro refrán igualmente ilustrativo es aquel que dice que «nadie escarmienta en cabeza ajena», o lo que es lo mismo, que solo somos capaces de aprender de nuestras propias experiencias y no de las de los demás, aunque los errores, las equivocaciones y las adversidades de otras personas puedan ser una fuente enorme de aprendizaje para nosotros mismos.

Sirva mi incursión en el refranero para volver sobre un tema como el la privatización de la sanidad pública andaluza, que cada día que pasa se me antoja más evidente y concita el rechazo unánime de nuestra sociedad, como quedó demostrado en las huelgas reiteradas de profesionales sanitarios, o en las masivas manifestaciones de hace tres semanas, que sacaron a la calle de nuestras ciudades a decenas de miles de andaluces.

Parece que Juan Manuel Moreno no ha escarmentado en la cabeza de su predecesora en la presidencia de la Junta y está decidido a tropezar con la «piedra» de la sanidad pública, que ya le costó a Susana Díaz y al PSOE, perder el Gobierno de Andalucía, por primera vez en 40 años.

No voy a volver sobre la «esclarecedora» orden de la consejería de Salud que pone precio a los diferentes servicios sanitarios y abre la puerta a que los mismos se presten por la sanidad privada, incluso en dependencias públicas; tampoco sobre el abuso de las contrataciones a dedo, valiéndose de la excepcionalidad de contratos covid, para derivar a empresas del sector privado varios centenares de millones de euros; ni siquiera a que a día de hoy, el Servicio Andaluz de Salud por vía de emergencia -sin publicidad ni concurrencia competitiva- haya prorrogado cuatro veces, desde enero de 2021 hasta junio de 2022, un presupuesto inicial para el sector privado de 70 millones, hasta llevarlo a los 243.

No voy a volver sobre nada de todo eso y aunque no suelo hacerlo, me voy a limitar a contarles mi caso particular, que demuestra clara y rotundamente que la privatización de la sanidad pública andaluza, avanza sin complejos, viento en popa a toda vela, como el velero bergantín de la «Canción del Pirata» de Espronceda.

Estaba un servidor esperando una cita quirúrgica y paralelamente otra para realizar una prueba diagnóstica, cuando, después de cuatro meses, sonó el teléfono para citarme al departamento de cirugía y comenzar así el proceso que debía conducirme a la esperada intervención quirúrgica. Mi sorpresa fue cuando dicha cita se produjo para realizar todo el procedimiento en una clínica privada, donde se me ha realizado el preoperatorio, la hospitalización, la intervención y el post operatorio.

Días después volví a recibir otra llamada telefónica, en la que se me citaba para realizarme la prueba diagnóstica previa a una revisión oncológica, y que al igual que en el caso anterior, se llevaría a cabo en otra clínica privada, algo que nunca había ocurrido en las cuatro veces anteriores, en que tuve que realizarme dicha prueba, que siempre se me prácticó en un centro sanitario público.

Es cierto que, en el caso de la intervención quirúrgica a la que tenía que someterme, se me pregunto muy amablemente si aceptaba ser intervenido en una clínica privada de nuestra ciudad; cuando pregunté qué ocurriría si prefería que la operación se llevara a efecto en un centro público, se me contestó que no ocurriría nada, salvo que no se me podía garantizar en qué fecha se produciría la intervención. En el segundo de los casos no hubo ni siquiera posibilidad de poder elegir la opción de que la prueba se realizara en el Hospital Universitario Virgen de las Nieves, como había ocurrido en las cuatro ocasiones anteriores.

Pensarán ustedes que podía haberme negado a que tanto la intervención quirúrgica, como el TAC al que debía someterme, se realizaran en la sanidad privada y que hubiera podido exigir que ambas fueran realizadas en un centro público. Llevan razón. Hubiera podido y quizás hubiera debido hacerlo, aunque eso hubiera supuesto seguir aguardando «sine día» a que se me citara por la sanidad pública, con lo que eso supone de incertidumbre para quien está poniendo en juego su salud.

Sirva mi ejemplo personal para ilustrar lo que es una realidad imparable en la privatización de la sanidad andaluza, porque convendrán conmigo que es muy difícil pedirle a alguno de los 172.000 andaluces que llevan esperando meses, incluso años, a ser intervenid quirúrgicamente o a realizarse una prueba de la que depende un diagnóstico importante, tenga la «heroicidad» de rechazar que, tanto la una como la otra, sean realizados en una clínica privada, en una fecha cierta y próxima, en lugar de seguir con la incertidumbre de cuando le llegará la cita de la sanidad pública.

Y así «tacita a tacita», la sanidad privada va aumentando su cuota de mercado en detrimento de la pública, hasta que llegue el momento en que la segunda quede tan herida muerte, que se convierta en un servicio residual. Aún estamos a tiempo de evitarlo… Tanto en la calle como en las urnas.

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COMENTARIOS

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    Pepe Morales 2 años

    Mafia. El chantaje y la amenaza son prácticas mafiosas que utiliza la derecha para imponer la privatización y hay que denunciarlas públicamente, haciéndolas constar en hojas de reclamación, medios de comunicación y juzgados si hace falta. Es el método que ha utilizado la banda del PP en Madrid, Galicia, Murcia y Valencia en su época de corrupción y privatización.

    Da vergüenza ajena el escasísimo seguimiento de las huelgas sanitarias en Andalucía y avergüenza el escuálido seguimiento de las manifestaciones ciudadanas.

    Andalucía se está suicidando, lo mismo que España, votando masivamente al verdugo. Volvemos a ser tierra de gañanes analfabetos, tierra de sumisión, tierra de limosnas y tierra de santos, vírgenes y otras supersticiones. Pensar es una actividad reñida con el andaluz, más proclive a dejarse guiar por el silencio y el miedo a señalarse.

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