¡Qué tiempos aquellos de pandemia!
Había quedado con mis dos nietas para merendar en la cafetería del Parque de las Ciencias, pues esa tarde tenía una importante actividad que hacer allí. Laila, la mayor, acababa de cumplir la mayoría de edad y se había matriculado en el doble grado de ingeniería informática y matemáticas. Siempre había sido muy desarrollada en ambas disciplinas. Recuerdo cuando era pequeña, mientras hacía sus deberes, que en muchas ocasiones calculaba mentalmente las operaciones sin ayudarse de papel y lápiz. Y en temas informáticos, muchas veces me explicaba cómo salir de más de un entuerto. Aunque, lo que le gusta realmente es el diseño. Seguro que cuando acabe sus estudios hace alguna especialización al respecto. Este es mi último año como profesor en la Escuela de Informática, antes de la jubilación.
La otra, Elaia, es aún pequeña. Sólo tiene 10 añitos. Tenía mucho interés en que tuviésemos un pequeño encuentro los tres, pues lo que venía a plantearme era que quería volver a Canadá, el país de su segunda nacionalidad. Ella nació allí. Concretamente en Vancouver. Allí fue gestada, tras ser concebida con los óvulos de una donante anónima y el esperma de sus dos papás. Para asistir al parto acudió su abuela Rosa, junto a sus papás. Allí estuvieron hasta que fue posible el viaje de regreso a España. La niña conoce perfectamente todo lo que ocurrió. Sus padres elaboraron un pequeño libro ilustrado, en el que explicaban, paso a paso todo el proceso. Lo que la niña quería era volver allí, pero ahora, con sus dos abuelos y con su prima, para recorrer los lugares en los que vino al mundo. Para ello, tenía que negociar con nosotros la mejor fecha.
Mientras merendábamos estuvimos recordando aquél fatídico año de la pandemia. En estos 8 años había dado tiempo para que el temido COVID quedara reducido a un resfriado común. Ya habían adelantado los expertos que esto pasaría. Sin embargo, los estragos causados por el dichoso virus fueron terribles. En pérdida de vidas humanas y económicas. Sin embargo, también propició cambios importantes y beneficiosos para la humanidad.
El virus consiguió confinar durante largo tiempo a gran parte de los ciudadanos. Y esto llevó al desarrollo de una nueva forma de trabajo. El teletrabajo se abrió definitivamente paso entre nosotros. Para ello hubo que realizar grandes transformaciones tecnológicas. Y también, acostumbrar a las gentes a una nueva forma de relación. Pronto descubrimos que se podía trabajar desde las casas y que era posible volver a los pueblos y ciudades que, en el pasado, habían sido abandonadas a consecuencia de un desarrollo económico insostenible. La España vaciada comenzó a repoblarse poco a poco. Y las plazas de los pueblos abandonados comenzaron a llenarse de niños corriendo. Todo esto llevó a una disminución de los niveles de CO2 en la atmósfera y ayudó a combatir el cambio climático. Gracias a ello, en la actualidad estamos cumpliendo con las recomendaciones de los científicos al respecto.
Pero también hubo cambios importantes en el plano político. En ese año, el mundo se libró del presidente Trump, que tenía engañado a medio mundo. Desde que dejó la Casa Blanca, su vida judicial empezó a complicarse. Finalmente, como le pasó al famoso Al Capone, dio con sus huesos en la cárcel a consecuencia de sus deudas con el fisco. Poco a poco, el mundo volvió a tener algo de estabilidad y se pudieron deshacer los entuertos diplomáticos en los que metió a su país. China siguió adelante con su política interna de desarrollo constante y de eliminación de la pobreza, y también consiguió situarse a la cabeza en investigación y reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Si no hubiera sido por esto, el mundo hubiera sido inhabitable en pocos años.
La caída de Trump llevó consigo la caída de Bolsonaro en Brasil y la de Putin en Rusia. El famoso filósofo neonazi Dugin, asesor de estos dictadorzuelos, también cayó en desgracia. La nueva geopolítica internacional pasó de la guerra fría, a una cooperación constructiva entre países. Todo ello no hubiera sido posible si no se hubieran llevado a cabo revueltas importantes por parte de los jóvenes de las economías uberizadas de los países desarrolladas. Estas masas, pronto se dieron cuenta de que, en el fondo, no eran más que sujetos “hidropónicos”, sin raíces en ningún sitio. El teletrabajo también ayudó a que se organizaran y a conseguir mejoras importantes en sus condiciones de vida.
En el plano más doméstico, el gobierno de coalición español dio buenos resultados. No solo completaron la legislatura de la pandemia, sino que volvieron a resultar elegidos, esta vez con mayoría absoluta y sin el chantaje permanente de los independentistas catalanes, que perdieron el control de la Generalitat. De la misma forma, los partidos de extrema derecha perdieron fuerza en el mundo. También en España, que quedaron reducidos a la mínima expresión.
Descendiendo aún más, también a nivel local, el año de la pandemia supuso la toma de conciencia de muchos vecinos, respecto a los verdaderos intereses de los que venían gobernando el municipio desde hacía casi 20 años. Lo anterior y algunos problemas con la justicia de los anteriores alcaldes de esa formación, por turbios asuntos urbanísticos, llevó a que el último de ellos se retirara de la política, para dedicarse a su auténtica y secreta vocación. Se hizo misionero. El obispado lo envió a Etiopía, uno de los países más pobres de la Tierra. Allí, utilizó sus conocimientos de arquitectura para ayudar a construir viviendas asequibles para los más desamparados.
Y en el Parque de las Ciencias, por fin se llevó a cabo uno de sus viejos proyectos. La creación de un vivero de empresas sostenibles. Esto, que había sido una vieja aspiración, surgió con fuerza tras los desastres que causó el cambio climático y tras la exitosa exposición sobre biomímesis, que llevó a cabo dentro del proyecto de colaboración con los principales Museos de Ciencia de Europa. Esta exposición, junto a la que prepararon los otros museos, destinadas a la inteligencia artificial, el mundo descarbonizado y el futuro de la alimentación, causaron un importante y positivo efecto en la ciudadanía. De ahí el interés por el desarrollo de proyectos de empresa sostenibles. Yo colaboro con ellos en este proyecto.
Y nuestra panadería ecológica había seguido adelante, cada vez con más fuerza. Los cursos sobre elaboración artesana del pan se multiplicaban. La línea de pan eco destinada a los celíacos había sido desarrollada con éxito. Finalmente, tuvimos que destinar varias habitaciones más a exposiciones permanentes sobre artilugios y costumbres antiguas de elaboración del pan a lo largo y ancho del planeta. Con la ayuda de las tecnologías y la de nuestra nieta Laila, pudimos llevar a cabo esta especie de museo virtual, muy demandado y visitado por nuestros clientes.
De pronto, un extraño ruido me causó un sobresalto. Me di cuenta de que me había quedado profundamente dormido. Aunque el obrador llevaba varias horas funcionando, yo seguía soñando en cosas maravillosas. Me había olvidado de que, además, pronto llegaría mi nieta Laila, a la que le prometí una buena taza de chocolate y unos churros ecológicos para acompañar, en esta fría mañana que nos ha dejado la borrasca Filomena.