¡Qué viva México!
Esa frase típicamente mexicana se le atribuye a Pancho Villa y al parecer era con la que iniciaba las batallas durante la Revolución Mexicana y la que pronunciaron quienes acabaron con su vida, poco antes de asesinarle. Se trata de un lema que suele escucharse cada 15 y 16 de septiembre en el Zócalo, como un grito de independencia, aunque por ser rigurosos, la frase utilizada por nuestros hermanos mexicanos es la de ¡Viva México, cabrones!, aunque yo haya preferido dulcificarla en el titular.
Pues bien Granada y sus gentes podrían gritar mañana viernes, «¡Viva México!», cuando el Ayuntamiento, que nos representa a todos, nombre «Hijo predilecto» de la muy noble, muy leal, nombrada, grande, celebérrima y heroica Ciudad de Granada, a Francisco de Asís María de la Presentación Manuel del Sagrado Corazón de Icaza y Beña, más conocido como Francisco A. de Icaza, autor de los versos que se han convertido en nuestro mejor eslogan promocional a nivel internacional: «Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser, ciego en Granada». Cuatro versos y dieciocho palabras que han supuesto una impagable definición para esta ciudad, que en el tiempo de los influencers, el márketing, las redes sociales, y la digitalización universal, no tendríamos dinero para pagar.
Es curioso que hayan sido dos mexicanos, Agustín Lara y Francisco A. de Icaza, quienes hayan firmado las dos obras que han servido para darle a Granada su mayor proyección internacional. Lara compuso, sin ni siquiera conocerla, su simpar canción «Granada», a la sazón himno oficial de nuestra ciudad y su paisano Icaza, los versos que se han convertido en su principal lema.
Es cierto que Granada ha sido objeto de todo tipo de composiciones musicales y literarias, pero ninguna, con ser maravillosas muchas de ellas, han conseguido la relevancia de las de estos dos hermanos mexicanos. Por eso está más que justificado que los granadinos nos sumemos mañana al grito de ¡Viva México!.
El Ayuntamiento de Granada, va a reparar un olvido enormemente injusto, que no es otro que el que manteníamos con Francisco A. de Icaza, ya que si en su día, el consistorio homenajeó agasajó y nombró hijo adoptivo a Agustín Lara, quien vivió días de vino y rosas en la ciudad a la que cantó sin haberla conocido, no había hecho lo mismo con su paisano, quien compuso los versos que aprenden nuestros niños, nuestros visitantes y que están grabados en piedra, en los muros del Jardín de los Adarves de la Alhambra, desde que en 1957 fueran inmortalizados en aquel espacio por Gallego Burín, cuando era director general de Bellas Artes.
Nuestro flamante hijo adoptivo, se casó el 21 de noviembre de 1895, con la joven española Beatriz de León y Loynaz, a la que casi doblaba en edad y que, aunque había nacido en La Habana, se crió en Granada. El matrimonio tuvo seis hijos; Beatriz, Carmen, Ana María, Francisco de Asís, María Luz, María Sonsoles. Pudo ser el romántico viaje de novios que Icaza hizo a Granada en 1898, como homenaje a su bellísima esposa y el encuentro casual con aquel ciego que le tendió la mano pidiendo limosna en la Puerta de la Justicia, el origen de la primera frase de los populares versos «Dale limosna mujer…».
Es muy probable que haya todavía quien recuerde a una de las hijas del poeta Icaza, muy popular en la España de los años 30 al 50; fue la novelista Carmen de Icaza colaboradora de los periódicos Ya, ABC y de la revista Blanco y Negro. Ella misma presenció la colocación en la Alhambra de la lápida que recuerda los populares versos de su padre.
Fue conocido primero como poeta, pero alcanzó notoriedad como ensayista. En 1901 fue premiado su libro sobre las Novelas ejemplares de Cervantes, en un certamen de Ateneo de Madrid y frecuentaba tertulias literarias en compañía de Juan Ramón Jiménez, Amado Nervo, José Ortega y Gasset y Rubén Darío. Fue miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, y uno de los fundadores de la Academia Mexicana de la Historia desde 1919 hasta 1925, año de su muerte. Recibió el reconocimiento de Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional Autónoma de México. En España, fue miembro de la Real Academia de la Historia y de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y presidente de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid.
Se da la feliz coincidencia de que este reconocimiento de la ciudad que tanto amó, llega en el 150 aniversario de su nacimiento y que este feliz motivo ha servido para que una treintena de descendientes del diplomático mexicano, nietos, biznietos y tataranietos, tanto de España, como del país azteca, acudan a Granada para rendir homenaje a tan ilustre antepasado, desde la emoción que me consta les ha producido un reconocimiento que no esperaban.
Será mañana viernes, cuando primero en el Ayuntamiento y después en la Alhambra, la familia Icaza se reúna para recordar a quien tan bien supo describir a esta ciudad y es que, aunque Icaza no figure en las antologías de nuestros escolares, sí que debieran conocerlo los niños granadinos aunque fuera de oídas, porque peor que ser ciego en Granada es ser ignorante de quienes tanto han hecho por esta ciudad.
Familia Icaza, sean ustedes bienvenidos y permítannos que en honor a tan ilustre antepasado, las granadinas y los granadinos también les saludemos hoy al grito de ¡Viva México!.