Rectora de todos

Ante la desoladora ausencia de liderazgo a la que nos enfrentamos en Granada, figuras como la de la Rectora de la Universidad, Pilar Aranda, se engrandecen de forma sobresaliente, tanto en su día a día, al frente de su institución más prestigiosa, como protagonizando intervenciones tan valientes y comprometidas, como la del pasado sábado en la inauguración oficial del curso universitario 2020-21, en la que sacó los colores a la Junta de Andalucía, en la persona de su consejero de Transformación Económica, Industria, Conocimiento y Universidades, Rogelio Velasco, a la postre el mandamás de la cosa, de quien depende buena parte de la financiación de nuestra alma máter.

Ser Rector/a de la UGR es probablemente una de las mayores, si no la mayor dignidad, a la que se pueda aspirar en nuestra tierra. Por su prestigio, su peso social, su nivel académico y su investigación de vanguardia, lucir la muceta y el birrete negros que distinguen a la máxima dignidad de nuestra universidad, es un honor al alcance de muy pocas personas y estar a la altura de esa dignidad, es una empresa solo al alcance de pocos elegidos. Pilar Aranda demostró el sábado, no solo merecer el anillo rectoral que se ha ganado a pulso con una carrera académica brillante, sino estar a la altura de lo que la sociedad espera de ella.

Semejante responsabilidad se puede afrontar de dos formas, la acomodaticia y la comprometida. Sin duda la primera es infinitamente más cómoda y provoca muchos menos dolores de cabeza que la segunda, pero casi quinientos años de historia merecen el compromiso, la reivindicación y la apuesta por el futuro, que viene demostrando desde el primer día de su primer mandato la actual rectora Pilar Aranda. Si a alguien le quedaba alguna duda, el sábado seguro que se despejaron todas.

El acto de apertura del año académico en tiempos del COVID sirvió como homenaje a los sanitarios, pero fue mucho más que un mero acto protocolario, porque nuestra Rectora salió de su zona de confort -si es que alguna vez la ha tenido, para articular un discurso brillante y bravo, del que muchos de nuestros máximos representantes institucionales deberían tomar nota, exigiendo a la Junta de Andalucía una rectificación, para evitar un nuevo expolio económico de la Universidad.

Sin que la tesorería del Hospital Real haya recibido aún la parte correspondiente de los fondos Covid habilitados por el Gobierno central y de cuyo reparto se encarga la Junta y tras el hachazo de 24 millones a su presupuesto por parte del Gobierno Andaluz, ahora sus cuentas, se ven amenazadas por la posible confiscación de los remanentes, o sea de sus ahorros, por parte del Palacio de San Telmo, algo a lo que la máxima mandataria de la universidad granadina se opuso con una firmeza y una claridad argumental digna de agradecer.

Aranda vino a decirle al consejero que es difícil entender que un mismo hecho, la retirada de remanentes, sea considerado negativo por el Gobierno andaluz para los ayuntamientos y al mismo tiempo se vea con buenos ojos si es para expoliar a las universidades. El consejero de Universidades, Rogelio Velasco, no tuvo más remedio que aguantar el chaparrón que le deparó la Rectora, quien en su «Arandina» le trasladó su «preocupación, junto al resto de universidades públicas andaluzas» por el recorte presupuestario derivado de la retirada de los remanentes que afectaría a nuestra Universidad en torno a 21 millones de euros, así como la ausencia de la llegada de la partida correspondiente del fondo Covid.

Aranda reprochó al consejero que el Gobierno de la Junta de Andalucía no haya establecido los criterios, ni hecho la distribución del fondo Covid destinado a la enseñanza superior, aprobado por el Gobierno central, y gestionado por las comunidades autónomas y que debe ejecutarse antes de que finalice este año, recordándole que la universidad pública se encuentra en una situación delicada que, además, amenaza con romper las frágiles costuras de sostenibilidad financiera del sistema universitario andaluz, lo que la deja en una situación de enorme vulnerabilidad.

Que nadie piense que lo que Pilar Aranda le dijo el sábado al consejero, no lo decía al anterior Gobierno andaluz, porque me consta que nuestra Rectora fue un auténtico dolor de muelas para la anterior presidenta de la Junta de Andalucía, la socialista, Susana Díaz, a quien sacó los colores en numerosas ocasiones, a cuenta de la «crónica infrafinanciación» que lleva sufriendo la institución académica desde hace años.

Hay que ser de una pasta especial para estar a la altura de una Universidad con casi cinco siglos de historia; 50.000 estudiantes, de los que más de la mitad llegan desde otros puntos de España; 5700 de máster y más de 3000 de doctorado; 3.500 profesores, más de 2000 personas de administración y servicios; con un presupuesto de casi 500 millones, casi el que sumarían Ayuntamiento y Diputación juntos; a la que diferentes rankings tanto nacionales como internacionales, colocan entre el 3% de las mejor valoradas del mundo y que acredita 89 titulaciones oficiales, más de 60 no oficiales, 108 máster y 28 programas de doctorado … Pues bien, Pilar Aranda ha demostrado que merece sobradamente el anillo, la muceta y el birrete negros y la pajarita blanca que revisten por fuera a una gran rectora por dentro.

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