Retales de VIDA

Hoy iba a hablar sobre Frankenstein y mi admirada Mary Shelley. Qué mejor mes que el de marzo para darle un huequito a una de esas mujeres que escribió pese a todo, que luchó por hacer lo que quería y que superó con dignidad las estúpidas prohibiciones de una época; pero estoy plof. Hoy iba a hacer un texto lleno de palabrotas, cagándome en todo, criticando a los señores de bigotes pelirrojos, un poco en mi línea… pero estoy muy triste. No tengo ganas de escribir.

Pandemia, estado de emergencia, confinamiento, una ola tras otra, volcán, invasión, tercera guerra mundial, guerra nuclear, ¿marcianos? Hoy tengo que darle la razón a mi querida Mary Shelley y suscribir cada una de sus palabras escritas en 1818. En otros textos yo me preguntaba que le pasaba a la gente de estas épocas pasadas con la resignación; hoy, tristemente, yo también estoy un poco resignada.

Querida Mary Shelley, como tú bien escribías, todos estamos hechos de retazos de los demás, como tu monstruo, como Frankenstein. Todos estamos marcados desde que nacemos con la frase de: ¿a quién se parece? Tiene los ojos de su madre y la sonrisa del primo del pueblo… o del butanero… ¿quién sabe? Esos son nuestros primeros remiendos familiares, pero luego vamos cogiendo otros: los de la gente que nos marca para siempre, los de la gente que alguna vez nos acompañó en el camino, aunque solo fueran cinco minutos. Esta catástrofe y este pánico nuclear, me ha llevado a acordarme de muchas personas, de retazos que he perdido a lo largo de la vida, pero que están tatuados en mi piel. He recordado las risas en el colegio, los juegos en el instituto o las bromas en la facultad; han pasado ante mí todas y cada una de las personas que he conocido, incluso la que esperaba conmigo el bus y con la que he hablado cinco minutos… y me he dado cuenta de que yo soy partes de cada una de esas personas, como Frankenstein. Hoy tengo retazos nuevos de niños muertos en el suelo sujetando sus maletas con la esperanza de huir, de mujeres con la cabeza vendada por las bombas… no los conozco, pero han pasado a formar parte de mi ser y ya nunca me abandonarán por corto o largo que sea el camino que me quede por recorrer.

En el fondo estamos hechos de tantos y tantos retazos que somos eso: monstruos, capaces de destrozar a nuestro creador, de herir a las personas que queremos, de matar a niños inocentes mientras nos sonríen… En eso, Mary Shelley, te doy la razón; estás tan de actualidad que dueles y me haces sentir, como tú lo hacías, que los monstruos existen. Monstruos que han olvidado que ellos también están hechos de los demás, que todos formamos parte de lo mismo y que no podemos vivir los unos sin los otros. Todos somos hijos, padres, hermanos, amigos, vecinos, conocidos… y después de una pandemia deberíamos haber aprendido que lo más importante es la VIDA, porque en el fondo es lo único que tenemos.

Yo iba a hacer un texto alegre, pero no tengo gana… no me sale.

Pero… un momento…un momento…yo nunca he sido de venirme abajo fácilmente: me han quitado una teta, he pasado tres meses confinada con un bebé, he sobrevivido a la pandemia… Y oye, al fin y al cabo, pase lo que pase, vamos a morir igual tarde o temprano. A lo mejor estamos aquí asustados comprando yodo para el fin nuclear y nos atropella un coche en la esquina. Así que si os sirve de algo el consejo de vuestra amiga lady Georgette, zaidinera defensora de las causas perdidas y de las señoritas victorianas, es que cojáis el teléfono y llaméis a vuestra madre para decirle que la queréis; que os bebáis un buen gin tonic y le escribáis un mensaje a ese que tanto os gusta y que no os atrevéis; que os toméis un café con el que os caía mal en el colegio y se metía con vosotros; que pidáis perdón a quién hayáis hecho daño queriendo o sin querer; que hagáis una fiesta mexicana, ucraniana o rusa y que os llenéis de retales de VIDA. Que gritéis, que abracéis, que queráis con locura, que lloréis de felicidad… Porque cualquier momento puede ser el último y cada segundo vivido es un regalo, tengamos guerra o no, preguntadme a mí que de estar perfectamente pasé a quedarme teticoja. Hemos pasado una superpandemia, ¿qué puede haber peor? Con dos cojones, como Mary Shelley. Yo me pido retales de Wonderwoman, de Mary Shelley y de Jason Momoa. Tampoco me importaría tener el culo de la Kardashian.

Espero poder seguir celebrando la vida con todos vosotros, seáis quienes seáis y vengáis de dónde vengáis; porque al leer este texto ya pasáis a formar parte también de mis retales de VIDA. Escribidme con cualquier cosa y llenad mi vida de retazos para que estar aquí o irme haya merecido la pena. También acepto insultos y críticas destructivas, que en el mundo tiene que haber de todo y sé que eso os gusta.

Pd: leed a Mary Shelley, que es una chica muy moderna.

“Siempre que me siento pesimista por cómo está el mundo pienso en la puerta de llegadas del aeropuerto de Hitroad. La opinión general da a entender que vivimos en un mundo de odio y egoísmo, pero yo no lo entiendo así. A mí me parece que el amor está en todas partes. A menudo no es especialmente decoroso ni tiene interés periodístico, pero siempre está ahí. Padres e hijos, madres e hijas, maridos y esposas, novios, novias, viejos amigos…

Cuando los aviones se estrellaron contra las torres gemelas que yo sepa ninguna de las llamadas telefónicas de los que estaban a bordo fueron de odio y venganza, todas fueron mensajes de amor. Si lo buscáis, tengo la extraña sensación, de que descubriréis que el amor, en realidad, está en todas partes” (Love Actually).

CATEGORÍAS

COMENTARIOS

Wordpress (0)
Disqus ( )