San Simeón el Estilita

En el siglo XVIII era motivo de satisfacción y asombro que las familias pudientes inglesas acogieran en sus vastos jardines a un ermitaño acogido a la parquedad de su vida piadosa. Pertenecía a la vida doméstica y era alimentado —no mucho para que no engordara en demasía y fuera creíble su ascetismo— para mostrarlo a las visitas como curioso símbolo de caridad y entrega. De esta costumbre se hace eco Manuel Mujica Láinez en una de sus novelas, creo que en El Unicornio, de 1965.

Siempre llaman la atención estos ermitaños, eremitas o anacoretas (morabitos entre los árabes), que renuncian a la vida y se entregan en soledad a la contemplación, a la adoración de Dios en un lugar apartado y extremo.

El viejo Simeón fue un asceta sirio que vivió en la primera mitad del siglo V de nuestra era. Se supone que nació cerca del año 390 en la ciudad de Sisan (posiblemente la actual Samandagi, en Turquía) y murió en 459. A los treinta y cinco años más o menos, después de abandonar el monasterio, donde vivía como cualquier otro monje de la época, aceptó residir en una pequeña plataforma en lo alto de un pilar de piedra (del latín stilus, ‘estaca’, ‘tallo’ o ‘punzón para escribir’, de ahí estilográfica), que hizo erigir en Antioquia.

En este momento comenzó su camino a la perfección y su humilde ascensión al cielo, literalmente hablando, pues, después de abandonar esta estructura, que tenía cerca de 1,8 metros de altura, vivió en una serie de pilares cada vez más altos. El último de ellos constituye otro motivo de polémica, y va desde los que opinan que medía exactamente 18,3 metros de alto, hasta los que elevan esta columna hasta los 25 metros, pasando por los de 21 metros de alto y 1,20 metros de sección. De cualquier manera allí practicó la virtud cristiana y la meditación ascética, la oración mística y la predicación alentadora, la penitencia peregrina y el consuelo espiritual durante el resto de sus días, pues no se bajó de ella durante los treinta años que le quedaban de vida.

Un gran número de peregrinos acudió desde diferentes países para oírle predicar, convirtió a muchos paganos al cristianismo y tuvo multitud de discípulos que alzaron igualmente columnas, llamados también estilitas, aunque ninguno superó la altura y la parquedad de san Simeón.

Las columnas de estos virtuosos eran consagradas y mantenidas como verdaderos lugares de culto y peregrinaje. Hasta hace poco hubo santos pilares en Oriente.

Luis Buñuel filmó en 1965 (con saeta y tambores de Semana Santa como banda sonora) ‘Simón del desierto’, una película surrealista basada en la vida de este asceta. Película que ganó en ese mismo año el León de Plata en el Festival Internacional de Cine de Venecia. Juan Perucho, fabulador catalán de la talla de Borges o Calvino, nos acerca al personaje de la mano de su delicioso caballero bizantino Kosmas.

El 5 de enero, víspera de Reyes, se celebra el día de San Simeón (aunque el Calendario Zaragozano no lo recoge).

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