Semana, Santa
A principios de este mes de abril se celebró la Semana Santa. Aunque no se ha podido celebrar en su plenitud debido a la pandemia del COVID, al menos este año los templos han estado abiertos y se ha podido contemplar a los pasos de las diferentes cofradías. Recordemos que el año pasado, las celebraciones se quedaron reducidas a intimas celebraciones, en algunos casos retransmitidas por la televisión o a través de las redes sociales.
Como en otros muchos temas, la Semana Santa tiene sus defensores y sus detractores, quizás mucho mas numerosos los primeros que los segundos. Desde aquí mi más absoluto respeto por ambas posiciones, las cuales son legítimas y por lo general igual de válidas. Como siempre, hay extremos en ambos grupos que defienden planteamientos que agreden el ámbito personal, queriendo imponer sus planteamientos a los demás.
La Semana Santa conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Prácticamente desde los albores del cristianismo, se realizaban celebraciones de estos hechos. Es en el Concilio de Nicea, en el año 325, cuando se le da una primera forma oficial que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.
En España, los desfiles religiosos hay que situarlos en el nacimiento de las cofradías y hermandades de Semana Santa en los siglos XII y XIII. Estas agrupaciones surgieron de forma independiente de la Iglesia, aunque auspiciada por esta, y tenían como objetivo el que sus integrantes se apoyasen en los momentos difíciles (enfermedad, muerte…), así como para experimentar juntos la Pasión de Cristo. En su intención de implicar a la mayor parte de la población, estas cofradías y hermandades empezaron a realizar las procesiones por las calles de los pueblos y ciudades.
Es cierto que la Iglesia Católica utilizó a la Semana Santa como arma en contra de las herejías protestantes. Pretendía ser un elemento de propaganda de la fe católica, a la vez que un medio de control cultural de la sociedad. Algo absolutamente reprobable e inaceptable.
Pero, como consecuencia muy positiva de ser un gran instrumento publicitario, nuestros antepasados nos han legado un impresionante patrimonio artístico en forma de la imaginería religiosa. Esto lo reconocen incluso significados ateos.
Además, manteniendo las esencias de sus orígenes, las cofradías y hermandades tuvieron durante mucho tiempo un destacado papel en la organización y dinamización de la vida social de los pueblos y ciudades, desarrollando en muchas ocasiones una muy importante labor asistencial. Esto no quita para que en algunos casos, las cofradías y hermandades se convirtieran en asociaciones de tipo clasista (los “ricos” en sus cofradías y los “pobres” en las suyas), alejadas del espíritu original de estas.
Aunque su fuerza social fue decayendo con el nacimiento y evolución de la sociedad moderna (en paralelo al decrecimiento de la fuerza de las instituciones religiosas), en la actualidad la Semana Santa es un hito anual de gran importancia para la mayor parte de la población, aunque solo sea por su carácter festivo.
Independientemente de su naturaleza religiosa, la Semana Santa transciende a otros ámbitos de la vida socioeconómica de nuestra sociedad. Por ejemplo, el impacto económico que tiene es enorme, y suele ser el pistoletazo de inicio de la temporada turística.
En el caso de Andalucía, además, la Semana Santa es un hecho identitario regional de gran peso, debido a los elementos singulares que presenta frente a las celebraciones de otras partes del mundo.
Es por ello, que considero que el apoyo que desde las instituciones públicas se proporciona a la celebración de la Semana Santa, como hace el Ayuntamiento de Granada o la Junta de Andalucía, es una buena inversión para nuestra sociedad.
Artículo interesante y muy neutro para la ignorancia de algunos. Andrés