Ser necio
Como muchos de ustedes, tengo un amigo en la UCI. O quizá tengan un familiar. También tengo un amigo en el cementerio, como muchos de ustedes; o quizá un familiar. También tengo un familiar que superó la UCI. Como muchos de ustedes, o quizá un amigo.
Cuando sucede, se desdibujan las sonrisas idiotas de quienes niegan la realidad, florecen los esfuerzos de los sanitarios que se ocupan día y noche. Cuando sucede, las discusiones en el Parlamento parecen una mala edición de los teleñecos y los políticos (y políticas) con ideas peregrinas (como vacunar a los camareros antes que a las personas en riesgo), parecen bomberos pirómanos, payasos maléficos. Cuando sucede, cuando nos llega, aquellas reuniones de diciembre parecen cenas de fin de curso de promociones de kamikazes, aquellas fiestas nocturnas fiestas de zombies futuros. Quizá no es necesario esperar a que llegue, a que suceda, a que se infiltre el virus para buscarnos la gotera, ese órgano del cuerpo con la guardia baja.
Cuando sucede, uno quisiera poder echarle la culpa a alguien. A un desnortado, a un irresponsable, a un político mediocre. Pero los políticos no son diferente clase de persona. Les reconozco una amplitud de aplomo y encaje, pero no son distintos ni a usted, ni a mí. No tenemos a los políticos que nos merecemos: los políticos son el reflejo nuestro, somos nosotros mismos en otra función. Sé que ninguno de aquellos que se toman las recomendaciones como el pito del sereno quiere que mi amigo, que su familiar, que nuestra vecina, esté en la UCI, que sufra. Tampoco creo que un alcalde, una presidente de comunidad, un obispo que se salta la lista de vacunables, quiera que su amigo, mi familiar o nuestro vecino esté en el cementerio. Tampoco creo que quieran incumplir un plan de vacunación tan ambicioso como jamás ha sido visto, ni que quieran que la economía se defenestre, ni que deseen que usted y yo no nos tomemos una caña al atardecer. Si fuese así, este mundo sería insoportable.
Pero a veces desearía ser capaz de convertirme en un negacionista, en poder echar la culpa a los políticos, a las confabulaciones internacionales, a los hilos de marioneta que trabajan en la oscuridad. A veces quisiera pensar que todo es un empeño de seres malvados por hacernos la vida más difícil, por atontarnos con un chip. A veces me gustaría ser capaz de salir a la calle, gritar libertad, libertad, dar bocinazos desde el coche, golpear con rabia una cacerola. Debe reconfortar creerte esa milonga de la conspiración, sentirse víctima de la conjura internacional. A veces me gustaría ser necio. Ser necio es más fácil que ser responsable.