¡Sí a la guerra!
Resulta que hay 65 guerras y conflictos activos en el mundo según Wikipedia. Me asomo al artículo y pienso que hay que tener sangre de sepulturero y mente de forense para catalogar las acciones armadas del mundo recogidas en un listado actualizado a 25 de febrero de 2022. La página es un registro documental del horror en que se ha convertido la Humanidad donde se clasifican los conflictos por el número de muertos: Grandes guerras (más de 10.000 muertes al año), Guerras y conflictos (de 1.000 a 9.999 al año), Pequeños conflictos (de 100 a 999 al año) y, por último, Escaramuzas y enfrentamientos (menos de 100 al año).
En el primer grupo aparece la masacre de Arabia en Yemen (negocios de empresas españolas, comisiones de la Casa Real, política de Estado), la invasión de Ucrania por Rusia en el segundo, el genocidio de Israel en Palestina en el tercero (multado Kanouté por lucir una camiseta con la palabra Palestina al celebrar un gol) y el exterminio de la República Árabe Saharaui Democrática por Marruecos (vergüenza cómplice de la dictadura y de la ¿democracia? españolas) en el cuarto. Todo el mundo apoya a Ucrania, casi nadie a Yemen, prácticamente nadie a Palestina y nadie al Sahara. Cuestión ¿de…?
El negocio de escombros y ataúdes no cesa. Ni descansa. Apenas siete meses después de cerrar el kiosko en Afganistán, traficantes de armas y mercenarios han abierto uno nuevo en Ucrania. El ranking de exportadores de armas en el mundo lo encabezan EEUU y Rusia, seguidos de Francia, Alemania, China, Reino Unido, España, Israel, Italia y Países Bajos. En este orden. En cuanto a la clientela, poco o nada importa que sean dictaduras o democracias, siguiendo la filosofía del senador Prescott Bush, padre y abuelo de dos presidentes americanos, capaz de vender armas a Hitler y a los aliados al mismo tiempo. También funciona el mercado low cost, instalado en el segundo y tercer mundo, donde se da salida a los excedentes de los ejércitos del primer mundo y al armamento obsoleto o caducado.
Los primeros misiles en estallar a raíz de lo de Ucrania han sido las facturas de la luz y del combustible en el mundo. Eso son las guerras: pérdidas, ganancias y beneficios. Economía. Los siguientes misiles han sido mediáticos, fundamentales para vender bien el producto y maximizar las cuentas de resultados. Eso son las guerras: propaganda, mentira y manipulación. Y los otros misiles, los que acunan en sus ojivas la devastación, esperan en silos y arsenales a que un dedo oprima el botón. Eso son las guerras: amenaza, miedo, agresión, terror y destrucción.
Andan todos los mundos haciendo cálculos y cábalas sobre los costes de la matanza que viene, sobre su rentabilidad. El mundo de las finanzas aprieta, el de la empresa ahoga, el de las armas suspira y hasta el otrora saludable mundo del deporte ha dejado de ser conciliador. Mientras, el mundo sencillo (el pueblo, los pueblos) grita, clama, implora “¡No a la guerra!” con candidez y desazón, pues la solidaridad, la vida, la honestidad, la fraternidad, la Humanidad… son valores que cotizan a la baja. Se impone, como siempre, lo salvaje, el odio y el dinero.
En esto, España va a su bola. Para crear un conflicto, bastan dos españoles (Goya lo vio, lo vivió y lo pintó). Una vergüenza. Hay un partido español, de la misma calaña que Putin, que no duda en culpar a Europa de lo de Ucrania e impide una condena institucional a Rusia en Zaragoza. Hay otro partido que aprovecha lo de Ucrania para convertir en votos los muertos (su especialidad) y tapar su corrupción (su pasión). Hay políticos en España, ridículos populistas (Toni Cantó o Rafael Hernando), que ejercen de bufones al servicio de quien les paga. Hay políticos (Miguel Á. Rodríguez, Ayuso, Almeida…) con el odio como programa y la mentira reiterada como arma, igual que Putin. Hay políticos, ¡ay Pedro Sánchez!, descoloridos y asediados por su propio partido que guardan una baraja en cada manga. Y hay políticas, ¡ay Yolanda!, que juegan mal las bélicas cartas.
El apoyo de Aznar a los americanos en su guerra de Irak costó la vida a 193 personas en España y resultaron heridas más de 2.000. ¿Nadie ha calculado que los misiles rusos tienen dianas pintadas en Rota y Morón de la Frontera, a menos de 5.000 km de Moscú? Tras los gritos en las calles de ¡No a la guerra!, es fácil percibir el eco de la vergüenza, el eco de las intenciones de políticos, medios de comunicación y élites financieras y empresariales. Un siniestro eco que proclama, interesado, ¡Sí a la guerra!
Escucho y leo que Alemania, como solución, envía armas a Ucrania y propone la creación de un gran ejército en Europa con un descomunal presupuesto. ¿Una nueva Wehrmacht? ¿A dónde vamos? ¿A dónde nos llevan?