Sin título
Quiero comenzar agradeciendo a“casi” todos, la aportación que de alguna manera hemos hecho durante los dos largos años en los que se han prolongado las restricciones y prohibiciones a causa de la pandemia, que el que más y el que menos se ha quedado en casa, ha extremado las precauciones y la higiene o ha cuidado de los suyos, que es como cuidar al resto de ciudadanos. Y aparte de mi más sentido pésame a todos los que hemos perdido por el covid a un familiar o un amigo, creo que siendo justo debo mencionar aun sin nombrar, a los que rigen nuestros destinos desde el Gobierno, comunidades autónomas, ayuntamientos, etc…
Sean, como ha sido el caso, de la tendencia política que sean, pues por primera vez en democracia; vaya este recuerdo para los de memoria selectiva, se nos ha ayudado económicamente a trabajadores y a empresas por igual, reitero, desde todos los ámbitos de la Administración, en mayor o menor medida. Significar, cómo no, a instituciones, entidades, colectivos y por supuesto, particulares anónimos que se volcaron de manera desinteresada para tratar de ayudar a paliar los efectos devastadores del virus y sus consecuencias, ya fuera confeccionando mascarillas, donando máscaras de buceo que otros transformaban en respiradores y, como hicimos, entre otros muchos, el gremio del taxi, realizando traslados gratuitos a sanitarios o repartiendo leche materna para bebés lactantes que no tenían acceso a este maná, entre otros muchos servicios solidarios. Por último y en la cúspide de esta pirámide, ensalzar la labor de todo el estamento sanitario, que en algunos casos hasta se dejó la vida por salvaguardar la nuestra, vaya hacia ellos mi eterno agradecimiento, se lo merecen.
No obstante, transcurrido todo este tiempo, nos hemos deslizado por el tobogán, para, qué desagradable sorpresa, darnos de bruces contra el barro hasta llegar a descubrir que debajo se ocultaba una inmensurable ciénaga de estiércol, valga el término como eufemismo. Y es que los que éramos buenos seguimos siendo igual de buenos y los que no, sencillamente, no tenemos enmienda.
Qué buena la presidenta de la Comunidad de Madrid, que encontró mascarillas debajo de las piedras para abastecer a funcionarios y agregados. Tal vez comulgando con ruedas de molino nos traguemos que no estaba al tanto de la pingüe comisión de su hermano, que es legal y todo lo demás, pero aparte de la indecencia e inmoralidad del negocio, lo que no puede negar es que mientras los taxistas madrileños realizaron miles de traslados gratuitos a los sanitarios, ella otorgó a una empresa privada un contrato de 400.000 euros por hacer la misma labor. Qué buena gente también, el alcalde de la Villa, que se batió el cobre por traer desde el lejano Oriente un cargamento de mascarillas, ufanándose a codo con la señora Ayuso, de haber estado más hábiles que el mismo Fernando Simón o el ministro Illa. Meses después de que ellos lo supieran hemos sido informados de la ignominiosa maravilla, que si la Justicia no pide cuentas…agarro yo aquí y tú pilla. Y mientras todo esto sucede y sucedía, el Gobierno seguía tomando medidas, pues para más inri, a la crisis económica le comenzaban a supurar las heridas por añadidura con una guerra que ni se deseaba ni esperaba. Ojo, la está utilizando para saquear el bolsillo de los sufridos contribuyentes, que cualquiera puede desglosar una factura de gas o electricidad para observar que sus precios se han cuadruplicado en tanto el barril brent, valga el ejemplo, ha aumentado en los últimos 12 meses un 61´56 %, es decir, que ni siquiera es el doble de su valor anterior. Recordemos que en enero de 2021 se pagaba el litro de diésel a poco más de 1 euro y lo hemos visto hace poco rondando los 2 euros. Y sien las últimas semanas, bien sé de lo que hablo, las fluctuaciones constantes no han sido tan disparatadas como al inicio de la guerra de Ucrania, nos han tapado la boca con los famosos 20 céntimos por litro. Pero, ¿y si esta medida impuesta a las gasolineras con antelación no hubiera salido adelante? Resulta que se nombró colaborador a todo aquel que regentaba un surtidor de combustible para que fuese adelantando el descuento. Muy mal, señores del Gobierno.Pero peor aún los partidos que votaron en contra, que su negativa fastidiaba a todo quisqui, incluidos sus votantes.Y aquí vienen estos, los más incalificables: no solo los van a seguir votando para mantener este lodazal, sino que además los justifican, no sabría decir si para suavizar el dolor auto infringido, que el látigo del amo parece hacer menos daño que el del vecino. O tal vez, se me antoja, verán atisbos por los que penetrar en esa élite que por titularidad se beneficia de estos negocios, véase al marqués del marquesado o al duque del ducado, o al primo, al hermano o al cuñado, nobilísimos todos ellos. En fin, que aquí seguiremos pagando y penando, aunque sin título.