Sobre la «alarmante confusión»
Leía el editorial de un conocido diario de nuestra provincia y no salía de mi asombro cuanto más lo leía y poco a poco iba comprendiendo ese mensaje catastrofista, puramente economicista, carente de alma -como diría Sabina- pero siempre, siempre, al servicio de los poderosos.
Este mensaje, desde su título, evoca crítica antes incluso de empezar a narrar la situación, “alarmante confusión” válgame el señor del pompillo, alarmante confusión es dejar en sus casas a los ciudadanos y ciudadanas durante ocho días laborables pagados, para que estos tengan que recuperarlos a lo largo de lo que queda de año. Plantea el propio autor, como si de un epidemiólogo con amplia experiencia se tratara, que la curva epidémica no ha seguido una trayectoria tan positiva como para que la “autoridad competente” (siempre entre comillas) prescinda de adoptar nuevas acciones, aunque puedan resultar discutibles que eviten más transmisiones del coronavirus mediante la reducción de la movilidad. El autor de este artículo no dice ni habla de los estudios en los que se ha basado para hacer semejantes aseveraciones y poner en duda a todo un Ejecutivo y Estado que gestiona esta situación de crisis pandémica.
Pero lo que ya roza la tozudez y estupidez, y el desatino más absoluto, es que el autor del artículo cree que un Consejo de Ministros no es el órgano competente para decidir, en una situación de crisis como esta, en un Estado de alarma que nos supera a todos y todas, día tras día.
Pretende que haya, él lo llama un amplio escrutinio institucional y económico más amplio que el propio representante de los intereses de la ciudadanía, es decir, el Ejecutivo. Aquí no podemos saber a quién se refiere, si bien a las comunidades autónomas que parecen coincidir sobre todo en la crítica, las nacionalistas. Las de otros signos parece que si tienen algo en común es saber echar balones fuera de su campo. O quizás el autor se refiere a que antes de tomar tal decisión de hibernación -como lo llama- habría que haber preguntado al señor Casado, al señor Abascal o a la señora Arrimadas, que les ocurre igual que a las Comunidades Autónomas, eso de las decisiones y propuestas no va con ellos.
O quizás el autor se refiere a que había que haber preguntado antes a los señores empresarios, si querían anteponer sus intereses a los intereses sanitarios y de miles de ciudadanos y ciudadanas. En fin, esto último obliga a la necesaria confusión del autor de no hacerse entender mucho, salvo para decir que el Ejecutivo ha malogrado tal oportunidad de manera incomprensible y acosando al propio Decreto de desatar una gran alarma y confusión, como dice su título utilizando un banal argumentario de dificultades administrativas para la realización de los ERTES.
Se le olvidaba al autor del artículo del Editorial que nuestros ciudadanos/as están muriendo por el coronavirus, que nuestro sistema sanitario está al límite, fundamentalmente por esa política economicista de desmantelar lo público, de desmantelar el Estado del Bienestar que es lo que nos iguala a todos y todas. Se le olvidaba al autor que los que están en sus casas no están de vacaciones, están obligados por una situación de emergencia mundial que se escapa muchas veces de nuestras propias responsabilidades.
Se le olvidaba al autor que quienes no tienen para acudir a consumir o comprar lo más básico, son miles y miles de trabajadores que han estado durante mucho, mucho tiempo, sometidos a la precariedad y temporalidad de unos Gobiernos que quisieron tener esclavos en vez de ciudadanos con derechos.
Se le olvidada al autor que en estos tiempos no se puede seguir a las órdenes de ese capital, de esas empresas que mandan en los medios de comunicación porque deciden muchas veces qué y cómo se publica.
Hoy más que nunca necesitamos a los medios de comunicación para hacer visible lo invisible, para profundizar en derechos a la ciudadanía para ser el altavoz de los que más lo necesita.
Ojala el Periodismo siga siendo esa caja mágica de la que nos habla Eduardo Galeano esa caja que irradia cultura, responsabilidad y compromiso social, que tan presente está en esta profesión no vaya a que algunos, unos pocos quieran convertirlo en el laboratorio macabro de la información al servicio de los poderosos.