Terrorismo de bata blanca

En tiempos de grandes desastres como el que estamos viviendo, suelen aparecer los mejores ejemplos de generosidad, altruismo y grandeza, en la sociedad golpeada por lo imprevisto y lo desconocido. Ahí están los miles de hombres y mujeres que luchan por nuestras vidas y para que podamos quedarnos en casa y así derrotar al enemigo común, silencioso y planetario.

Pero en tiempos de tribulación también aparecen quienes representan lo peor del ser humano. Los que buscan las ganancias en la muerte, los que pretenden aprovechar la tragedia para ganar posiciones políticas, los que pretenden sembrar el caos en una sociedad atemorizada por la magnitud de lo que estamos viviendo … y como no, los enfermos de vanidad, de egos incontrolados, que encuentran en el clima de terror imperante, el caldo de cultivo propicio, para volver a recuperar su minuto de gloria, mintiendo, engañando, insultando, intoxicando y generando un clima de alarma, que se convierte en uno de los principales aliados del virus.

En los tiempos de pandemia prolifera la miseria moral, que es la que protagoniza toda aquella persona que carece de principios y que ejerce el disimulo constante y la mentira para justificar su indecencia. Un miserable moral hace sufrir hace sufrir al colectivo, sin otro propósito que colmar su ego, con las babas de quienes integran la secta creada en su entorno, a mayor gloria de la egolatría del miserable.

Hablo de gentes, que en el fondo no son otra cosa que psicópatas y que lo único que buscan es su propio beneficio, invocando todo tipo de falsos principios. Esos populistas son los indecentes hipócritas que dicen defender al pueblo y en realidad lo que defienden, son sus intereses bastardos, apoyándose en su troupe de hooligans de la secta.

Seis siglos después de la gran revolución tecnológica, social y política que provocó la imprenta, el mundo debate sobre las consecuencias que está generando en la gobernanza mundial, la última gran innovación tecnológica: internet y las redes sociales.

Existe la hipótesis generalizada de que un buen uso del potencial de estas nuevas herramientas de comunicación, puede contribuir a perfeccionar y consolidar el modelo de democracia liberal. Sin embargo, también se está generalizando el temor de que una mala utilización de estas innovaciones pueda acabar erosionando de manera irreversible tanto al modelo de democracia como a la misma figura del estado.

Las consecuencias de este último escenario son tan inquietantes como impredecibles y aquí en Granada tenemos el peor ejemplo, en el peor momento. Alguien para quien la medicina, solo es una excusa para satisfacer su egolatría y que amparado por la cobardía de las administraciones, partidos políticos, parte de la judicatura, y por supuesto las propias redes, se ha convertido en el prototipo de gansterismo digital.

Tras su pérdida de popularidad ganada a pulso con sus astracanadas, andaba Spiriman mustio y cabizbajo, cuando la tragedia del Coronavirus, ha iluminado al amado líder, como faro para recuperar su enfermizo protagonismo y en solo tres semanas se ha lanzado, como el auténtico sociópata que es, sembrando Youtoube, Instagram, Facebook y twetter, de los mensajes más nauseabundos que a nadie se le hayan ocurrido, en una situación tan grave como la que estamos viviendo.

La falta de coherencia, de profesionalidad y de ética, han llevado al «amado líder» a decir en el escaso margen de diez días, una cosa y la contraria, sin que se le caiga la cara de la vergüenza que no tiene.

Semejante sociópata ha provocado la alarma entre la población y los profesionales sanitarios, mediante un vídeo en el que acusaba al Gobierno de España y, a su presidente Pedro Sánchez, de «requisar» respiradores de las ambulancias de Granada, para llevárselos a hospitales de Madrid. Una información que fue inmediatamente desmentida por el consejero andaluz de Salud.

La información falsa difundida por el médico granadino Spiriman a través de su canal de Youtube, llegó a alarmar a muchos profesionales de la sanidad y a los miles de seguidores de semejante manipulador en redes sociales, ya que lo expresó en términos de absoluto alarmismo, con acusaciones tan graves al presidente de España, como la de llamarlo «criminal» y prometerle que lo va a «meter entre rejas».

Esta ha sido la guinda de una sucesión de vídeos, cuyos contenidos podrían ser constitutivos de un delito contra la salud pública, en los que primero negaba la mayor, llamando subnormales a quienes estaban a favor del aislamiento, porque esto no era nada, para una semana después, aparecer como una plañidera histérica y faltona, en los programas de irresponsables estrellas televisivas, para anunciarnos que íbamos a morir todos en un apocalipsis vírico, que solo unos días antes era un «pollanovirus».

Mucha culpa de semejante despropósito la tiene el Colegio de Médicos de Granada, que ha consentido a este desequilibrado años de barbaridades, de las que han sido víctimas decenas de compañeras/os; por supuesto los canales de youtoube, instagram, facebook y twetter, tan pusilánimes con contenidos absolutamente inofensivos y con tanta manga ancha para tan graves intoxicaciones; como no las estrellitas mediáticas que de una forma absolutamente irresponsable y negligente, colocan una cámara delante de este trastornado, amplificando sus mensajes de odio y del armageddon; y por supuesto jueces y fiscales, tan rigurosos ellos con el ejercicio del periodismo profesional y responsable y tan laxos con las paranoias de quien hace tiempo, debería estar inhabilitado para ejercer una profesión tan noble y ejemplar como la de medicina.

Quien se comporta con semejante irresponsabilidad, puede ser un licenciado en medicina, pero no es un médico, porque para un médico, el interés general siempre está por encima del particular, algo que no ha ocurrido nunca con semejante individuo.