Un año perdido
El pasado lunes de cumplía el primer año de Luis Salvador como alcalde de Granada, en aquel bochornoso sainete que sacó los colores a una ciudad que no daba crédito de, hasta que punto algunos de nuestros políticos, tienen el listón de la desvergüenza a la altura del subsuelo.
368 días después el personal de esta bendita ciudad, sigue sin saber que ocurrió en aquellas vergonzantes 24 horas, en las que se pasó de escuchar proclamarse alcalde a Sebastián Pérez, a tener a Luis Salvador como inquilino del despacho de la Mariana con un Grupo Municipal, que literalmente cabe en un taxi.
El chalaneo que acabó con aquella sonrojante elección, volvió a tener a la ciudad como moneda de cambio de otros intereses entre PP y Ciudadanos, lo que volvió a demostrar, algo que hace décadas se ha convertido en uno de los males endémicos de nuestra tierra: el escasísimo peso de nuestros políticos en sus propios partidos.
Cumplir un año al frente de una alcaldía de la importancia de la de Granada, lleva aparejado un primer balance, que siempre suele ser ilusionante, por aquello de realizarse al principio de mandato, pero que en el caso que nos ocupa, se ha realizado con más pena gloria, por aquello de que este Gobierno aún sigue marcado por un pecado original de enorme gravedad, como es el de que la ciudadanía soberana aún desconozca la verdad, y nada más que la verdad, de los trapicheos que auparon a la alcaldía a Luis Salvador.
El balance de este primer año es pura indigencia para esta ciudad y de no haber sido por el ejercicio de responsabilidad del exalcalde y candidato más votado, Paco Cuenca, facilitando que Granada pueda contar con el primer presupuesto de los últimos cinco años, sería un auténtico erial.
Porque no nos engañemos, el Gobierno de esta ciudad pende del botón nuclear que guarda con celo Sebastián Pérez, probablemente el hombre que más cerca ha estado de la alcaldía con que tantas veces ha soñado, pero que ya sabe que nunca obtendrá. A pesar de su estruendoso anuncio, de abandonar la presidencia de su partido; a pesar de los torpedos lanzados a la línea de flotación del PP en Sevilla y Madrid; a pesar de la aparente soledad en que le han dejado, quienes no hace mucho tanto le querían y aunque algunos no lo crean, incluido el alcalde minimalista de Granada, Sebas es como el dinosaurio de Moterroso y para pesadilla de Luis Salvador, seguirá estando en la Plaza del Carmen, cuando el alcalde despierte y llegue cada mañana a su despacho.
Sebas sabe que su futuro en política ya no existe y que el reloj sigue corriendo hacia junio de 2021, cuando según el pacto que no se cansa de reivindicar, él debería ser el nuevo alcalde. Un año después de aquel chalaneo impropio de la comunidad de vecinos de «La que se avecina», Sebas me sigue pareciendo más creíble que Luis cuando habla de aquella reunión del Hotel Melía y de aquel apretón de manos que sellaba un mandato fifty-fifty. Mientras el primero no se ha movido un ápice de su versión el segundo se ha consagrado como el rey del circunloquio.
Quien, ante su silencio de los últimos meses, haya dado a Sebastián Pérez por muerto, se equivoca y comete un grave error. Si en el PP de Sevilla y en el de Madrid creen que Sebas ha arrojado la toalla, harían bien en volver a escuchar sus declaraciones anunciando su dimisión, porque en ellas se encierra la hoja de ruta de uno de los políticos más hábiles e incombustibles de Granada.
Pérez no dudó en situar a Vox en la extrema derecha y en su medidísimo alegato, tiró con bala contra los valores emergentes de su partido en Andalucía y en Madrid, Teodoro García Egea y Elías Bendodo, máximos exponentes de la «efebocracia» que según Sebas gobierna su partido, a quienes acusó de haber ‘vendido’ a Granada a cambio de los gobiernos de Málaga y Murcia. Capítulo aparte merece su mensaje al alcalde y su otrora íntimo, Luis Salvador, a quien advirtió: «Si yo fuese alcalde, estaría muy preocupado» … Tic, tac, tic, tac.
El botón nuclear de Sebas se llama aritmética. Sin su voto el alcalde pierde la frágil mayoría de que ha dispuesto hasta ahora, toda vez que Ciudadanos, PP y Vox solo sumarían 13 concejales, los mismos con que cuentan PSOE, Podemos, IU e independientes La pregunta es, si los desplantes protagonizados por Bendodo y Egea y la frustración de perder por segunda vez la alcaldía, cuando la tenía en la mano, pesarán más en la balanza de Pérez que su partido de toda la vida.
Mucho me temo que el segundo año de mandato de Luis Salvador, y quien sabe si último, también va a ser a beneficio de inventario, salvo para saber si Sebastián Pérez, seguirá encarnando al dinosaurio de Monterroso, que el alcalde se encontrará cada mañana, cuando suba la escalinata del Ayuntamiento … No es para dormir tranquilo.